El Sagüero ANTONIO MACHÍN, su Majestad El Rey del Bolero

Written by Alvaro J. Alvarez

13 de junio de 2023

Una de las formas de canto que se arraigó en el pueblo cubano fue el pregón, de allí surgió el son conocido como El Manisero, que es una leyenda musical, porque se dice que fue Alejo  Carpentier quien recibió la responsabilidad de preparar el libreto, y este a su vez pidió ayuda a Moisés Simons (su nombre real era Moisés Simón Rodríguez-1889-1945) quien, en 1928 durante una reunión en una cafetería de La Habana escribió la letra del tema en una servilleta de papel, pensando con ello conquistar el amor de Rita Montaner, quien la cantó en 1928. Otros aseguran que el Trío Matamoros la cantaban desde 1926, aunque la grabaron en 1929.

 ¡Si te quieres por el pico divertir, cómete un cucuruchito de maní!

Las investigaciones más serias permiten concluir que fue compuesto por Simons en 1928. Desde entonces, el tema inició un vuelo que atravesó fronteras y se clavó en el corazón de la literatura, la pintura, el cine y otras artes. Pese a constituir una canción popular, El Manisero fue interpretado por orquestas sinfónicas, filarmónicas y bandas afamadas de jazz y de rock, como The Beatles, los famosos escarabajos lo tararearon y está grabado en enero de 1969, mientras ensayaban el material para las sesiones de grabación del Let It Be en los estudios londinenses de Twinckenham. 

Cantar El Manisero es una expresión popular cubana que se refiere, morirse, algo así como estirar la pata. Es de lamentar que no se haya registrado el nombre de la primera persona que advirtió la similitud entre el acto de cantar el manisero y morirse.

La versión más vendida de El Manisero fue la realizada por Don Azpiazu con su orquesta Casino de la Habana en Nueva York en 1930 para la RCAVictor. Esta banda incluía músicos estelares como Julio Cueva, Mario Bauza y el cantante Antonio Machín.  Aunque no se tiene una cifra oficial de ventas de esta grabación de 78 rpm, sí se sabe que superó, por primera vez para una canción de origen latino, un millón de copias.  Tras su grabación se convirtió en la canción más vendida de 1931 en EE.UU. y también fue un éxito en Japón y Europa. En África la recepción fue tan buena que, durante el resto del siglo, El Manisero fue un repertorio requerido para cualquier gran orquesta africana. 

Pero la realidad que quien la internacionalizó en las salas de teatro de Nueva York fue Antonio Machín, el sagüero, casanova de entonces al que perseguían las mulatas después de ver la sabrosura de sus movimientos y el efluvio de su voz.

Su nombre artístico era Antonio Machín, pero cuando nació en Sagua la Grande el 11 de febrero de 1903 fue inscrito como Antonio Abad Lugo Machín. (Otros aseguran nació el 17 de enero).

Su padre, José Lugo Padrón (1860-1954), nació en Orense (Galicia) y su madre Leoncia Machín (1876-1961) era una negra cubana, ella tenía 16 años cuando se casó y José 32. Tuvieron 16 hijos, pero estos son los nombres que tenemos disponibles: Juan Gualberto, Pedro José, Andrés, Julia Lourdes, Micaela Gudelia, Miguel, Rafael, Conrado, Ángeles, Dulce María (Cuca), Eugenia Felicia (Nena), Antonio Abad, Evelio Lucio y Gloria (Chiquitica).  Su abuela paterna era canaria.

Antonio, recordaba haber sido feliz en su familia, que no era ni muy rica ni muy pobre y todos fueron criados bajo la máxima de pobres, pero honrados.

La madre Leoncia, de negra piel reluciente, gustaba cantar las melodías de moda mientras hacia las labores de la casa, como lavar la ropa blanca que le regalaron años atrás por su cumpleaños y que sólo estrenó en un baile cuando miró el amor en los ojos de aquel español recién llegado a la zona de Sagua la Grande.

La quema de su finca llevó a la familia Lugo-Machín a trasladarse al pueblo de Sagua la Grande. El padre tuvo que ponerse a trabajar conduciendo un coche fúnebre y también los hijos para colaborar en la economía familiar.

Leoncia, inculcó a sus hijos el amor por la música y el baile, todos sabían tocar un instrumento, aunque, Machín pronto mostró talento para el canto, a los siete años, su madre le enseñó una canción, La tísica, una canción de María Teresa Vera.

En el barrio a la salida de la escuela, los amigos lo animaban a cantar y él los complacía a todos. 

No fue sorprendente verlo en varios lugares de su ciudad natal cantando en público. En 1911, cuando solo tenía 8 años, cautivó a los feligreses de su Iglesia cuando el párroco lo puso a cantar en una fiesta benéfica, el Ave María de Franz Schubert, subido a una silla.

Trabajó en lo que le salía, en las plantaciones de caña, de albañil, de sastre, de fontanero (plomería) de bodeguero, etc. En Sagua cantó en los teatros y tras la pantalla del cine mudo. 

Iba los domingos a la iglesia y cantaba en el coro. Lo hacía tan bien que el Cura quiso propiciar que fuera barítono (le gustaba que lo compararan con el famoso italiano, Enrico Caruso), pero en aquella época, por el color, no pudo realizar ese sueño.

Sus primeros pasos como cantante, fue dando recitales (serenatas) a las chicas, contratado por sus enamorados.

Aprendió solfeo, guitarra, clarinete, pero dedicarse a la música en aquellos tiempos estaba muy mal visto, su padre no lo aceptaba y se oponía a que cantase. Por eso lo metió a trabajar en la bodega de un amigo español en el Central San Isidro, cercano a Sagua. Allí solía comer mucho y por eso engordó. ¡Ah, pero aprendió a hablar gallego! No aprendió más nada según contaba, con picardía, su hermana menor Gloria Esther (Chiquitica).

Chiquitica dijo saber el secreto de las famosas maracas de su hermano. «Cuando él empezó tocaba las claves, también se sabía acompañar con la guitarra, pero su fuerte eran las maracas. Las primeras que tuvo las llamaba las abuelas, él las guardaba en una vitrina con todos sus trofeos, y aunque tenía otras, siempre prefirió las abuelas». Machín mismo las hacía de güira y con semillas o perdigones dentro para producir el típico sonido.

Mientras su madre le inculcaba el amor al canto, para su padre era algo propio de individuos de vida irregular. Quizás por eso siendo jovencito, no dudó un día en escaparse a Santiago de Cuba, cuna de la Trova y el Son, aunque tuvo que regresar a casa bajo una lluvia de regaños cuando el padre fue a buscarlo.

Estuvo en la Banda Municipal de Sagua la Grande, en la que tocó el clarinete.

Llegó a unirse hasta tres veces con grupos de músicos ambulantes que pasaban por su ciudad camino de La Habana.

Parece ser que, para el joven sagüero, su apellido materno era más comercial o creo yo, como su padre nunca quiso que se dedicase al canto, quizás por alguna de estas dos razones prefirió ser conocido como Antonio Machín y no como Antonio Lugo.

A los 22 años marchó solo a La Habana (ya anciano contaba que llevó una maleta de cartón llena con dos camisas, sus maracas y muchos sueños que cumplir) y allí empezó a trabajar de media cuchara (ayudante de albañil) en una obra, donde conoció a José Martínez, un sevillano que fascinado por su voz le presentó al trovador y guitarrista Miguel Zabala, con quien formó su primer dúo, siendo él la voz prima y Zabala, voz segunda. 

A los 23 años era alto, delgado, de complexión fibrosa y atlética, era un hombre de conversación fácil, educado y elegante. Fueron muchos los viajes que realizó, actuando en circos, casetas, teatros, carpas, salas de fiestas, discotecas, plazas de toros…, esto le dio los conocimientos que no tenía al haber abandonado los estudios, tuvo que utilizar el ingenio y aprender a llevar sus cuentas. Su Universidad fue la calle, pero le gustaba leer, sobre todo poesía, especialmente la de Antonio Machado, dominaba varios idiomas (inglés, francés, un poco de italiano, chapurreaba gallego, catalán), pero lo que más le gustaba era la música, el jazz, la música cubana, la moderna, la clásica, la ópera, etc.

Junto con Zabala, actuó en teatros, cafés, clubes nocturnos y luego hasta, programas de radio. Allí precisamente fue donde conoció a Azpiazu que fascinado con su voz le ayudó a emprender el camino del éxito, cuando lo contrató como su segunda voz para amenizar con su orquesta las noches del famoso Cabaret del Gran Casino Nacional, situado en Miramar y que había sido inaugurado en 1922 por el arquitecto Goyeneche. Su fuente luminosa fue obra del escultor Aldo Gamba y luego en 1952, fue trasladada para el Cabaret Tropicana del “guajiro” Martin Fox.

Machín, fue el primer artista negro en actuar en este lugar, donde aparentemente los negros no podían ni trabajar en otras labores.

No tardó en mejorar, además de ser la primera voz de color que animó el Gran Casino Nacional supo ganarse a su público hasta que, a las pocas semanas, cobraba la fortuna de $10 diario.

Sin dejar a Azpiazu, fundó un sexteto que hizo sus primeras grabaciones en 1929 y a partir de los medios de la época, es decir, las victrolas de cuerda y la radio que empezaba a desarrollarse. El éxito fue inmediato con el tema «Aquellos ojos verdes», al que siguió «El Manisero».

Otro momento, en su trayectoria profesional fue con el Trío Luna, dirigido por Manuel Luna e integrado además por Enrique Peláez. Cultivaban desde el bolero hasta la guaracha y el son.

Parte de su familia emigró a España para trabajar en las obras de la Exposición de Sevilla de 1929. El primero en partir fue su hermano Juan Gualberto Lugo Machín, 11 años mayor.

Por lo visto, Machín cantó en dúos, tríos, cuartetos y sextetos, pero su mejor momento fue cuando viajó a Nueva York con la orquesta de Azpiazu.

Justo Ángel Azpiazu Pradera (Cienfuegos, 1893-La Habana, 1943), fue un destacado director de orquesta cubano de las décadas de 1920 y 1930. Su banda introdujo auténtica música bailable cubana e instrumentos musicales cubanos en los EE. UU. 

Con su Orquesta del Casino de La Habana, el 10 de abril de 1930 abordaron el vapor Pastores en La Habana y llegaron a Nueva York el 13 de abril de 1930. La banda incluía músicos como su director Justo Azpiazu (37 años) de Cienfuegos, los trompetistas Julio Cueva y Remberto Lara-Rojas (25 años) de Trinidad, el cantante principal Antonio Machín, (28 años) de Sagua, los saxofonistas Mario Bauzá y Alfreto Brito (23 años) de la Habana, quien luego hizo el arreglo musical del Manisero para la orquesta, Julio Brito, guitarra, Daniel Sánchez (29 años) de Matanzas, en las maracas y claves, otros músicos Tirso Sáenz (26 años) de La Habana y Manuel Godínez (22) de La Habana. La pareja de baile, Garrido y Chelín (Alberto Garrido 20 años de La Habana y Araceli Beltrán 37 años de La Habana). Basado en esto Machín nació en 1902.

Justo tenía un hermano mayor, Eusebio Santiago Azpiazu (1891-1966) y los hermanos, siendo aún adolescentes llegaron a EE.UU. para estudiar. Pertenecían a una solvente familia, su padre Santiago Azpiazu Bouffartique se había casado con Waldina Pradera Mederos, una muchacha de abolengo y notable apellido y se afincó en la zona del Central Chaparra, uno de las más grandes y productivos ingenios azucareros de La Isla, donde Mario García Menocal estuvo desde 1901 hasta 1913, que salió para ocupar el Palacio, como el tercer presidente.

Eusebio, con 21 años se casó con Fausta García, de igual edad y pronto tuvieron tres hijos.

Pasó a trabajar para el ing. Mario García Menocal y en 1916 se convirtió en su secretario privado. Menocal no había terminado aún su segundo mandato y algo ocurrió entre él y Eusebio Azpiazu, para que terminara su empleo muy cercano al presidente. Eusebio aparece en la lista de pasajeros del vapor Mascotte zarpando de La Habana, el 26 de julio de 1919 hacia Nueva York, junto con su esposa Fausta y sus tres hijos pequeños. Según parece el motivo del apresurado viaje estuvo relacionado con una demanda legal interpuesta por Menocal contra su exsecretario por casi un cuarto de millón de dólares que, Eusebio desvió a su favor.

Justo se había casado con Cuba Alemán (hija del general José Braulio Alemán) y tenía con ella dos hijos, Justo y Raúl. De pronto Justo Ángel, comenzó a formar su orquesta y a presentarse en el Hotel Almendares, uno de los más selectos y frecuentados por el turismo norteamericano. Su ascenso musical habanero fue vertiginoso, en 1928 ya Justo Azpiazu y su orquesta alternaban en los mejores lugares del momento, como en el Casino Nacional. Entonces comenzó a ser reconocido como Don Azpiazu.

Volviendo a su hermano Eusebio, a inicios de la década de los veinte, viviendo en EE.UU. como empresario y cabeza de familia, debió conocer a Marion Sunshine (1894-1963) quien realmente se llamaba Mary Tunstall Ijames, nacida en Lousville, Ky, y desde 1907, con apenas 13 años trabajó en teatros en Broadway con sus dos hermanas. Aunque su fama la adquirió junto con Florence. Entre 1908 y 1916, Marion Sunshine apareció en 26 películas (cortos y mediometrajes), actuando junto a su hermana Florence y también con figuras muy prominentes de la época, como Mary Pickford.

Marion, cantante, bailarina, actriz y ahora compositora, conoció a Eusebio se enamoraron y se casaron el 3 de diciembre de 1930. Eusebio cambió su nombre para Mario Antobal, aunque se dice que fue con fines comerciales, yo creo que puede haber sido por aquella demanda del presidente García-Menocal. Eusebio o Mario tenía 30 y Marlon 27 años.

Desde este momento Marion, resultó ser una compositora astuta y desde que su cuñado Justo formó su banda, ella comenzó a escribir canciones para él y su orquesta.

Entonces Mario, comenzó a ayudar a su hermano Don Azpiazu (sobrenombre creado por Marion) organizándole giras, publicidad y fundando las editoriales Pan-American Music y posteriormente Antobal Music.

Recordemos que cuando Justo y Eusebio vinieron a estudiar a los EE.UU. siendo muy jóvenes, las hermanas Florence y Marion Ijames, ya eran famosas.

El sábado 26 de abril de 1930, Herbert Hoover era el presidente de los EE.UU., 4 millones de personas estaban sin trabajo y la población sin hogar aumentaba día a día, aún se sentían los estragos de la Gran Depresión, o quizás debido a ello, los estadounidenses anhelan entretenimiento. Pero, esa noche de primavera, algo nuevo estaba en marcha. 

Marion desde que conoció a Justo, comprendió que tenía una magnífica orquesta, que tocaba arreglos atractivos para los norteamericanos y que pudiera ser un éxito en Nueva York.

Más tarde cuando las finanzas de Antobal se habían disminuido, decidieron probar suerte en Broadway, con Antobal como manager de su hermano que hasta ese momento se conocía como Azpiazu y su orquesta Havana Casino. Fue Marion quien creó lo de Don Azpiazu. 

Ese sábado 26 de abril de 1930 fue el inicio de la fama de esta orquesta cubana en el Teatro Palace en Broadway, integrada por una mezcla de músicos negros, blancos y mulatos tocando trompetas, saxofones e instrumentos afrocubanos en gran medida desconocidos para el público estadounidense, como maracas, claves, güiros, bongos, congas y timbales. Para sorpresa de muchos, el cantante principal, era un negro cubano llamado Antonio Machín, que mientras cantaba El Manisero, empujaba un carrito de maní y de cuando en cuando le lanzaba al público, que reaccionaba con deleite, aquellos cucuruchos llenos de cacahuates, algo nunca visto hasta entonces. Aquella escena se llamó El Peanut Vendor (el vendedor de maní).

En realidad, las diferencias entre los hermanos Azpiazu, los llevaron a separarse y continuar con sus carreras musicales de forma independiente, llevándose Antobal algunos músicos de la orquesta de Justo y nombró su orquesta como “Los Cubanos de Antobal».

Cuando Machín llegó a Nueva York, la ciudad de los rascacielos vivía las postrimerías de lo que se puede considerar, la era del jazz. Empezaba el año 30 y el crack que meses antes asolara Wall Street seguía causando estragos.

Machín realmente fue un cantante cubano de boleros y de música popular en general. Basó su repertorio en la música cubana y la balada romántica. Intérprete de reconocido prestigio en el ámbito hispanohablante, famoso por sus recreaciones, además del Manisero, Dos Gardenias, Angelitos Negros y decenas más. 

Su disco El Manisero, de Moisés Simons (1889-1945), fue grabado en mayo de 1930, con la orquesta de Azpiazu, para la RCA Víctor, sin embargo, el disco solo se puso a la venta en noviembre de ese año, porque los ejecutivos de la RCA temían que El Manisero no pegara ante el público anglosajón y constituyó el primer éxito millonario en ventas de la música cubana. La RIAA le otorgó un disco de oro.

Ése fue exactamente cuando nació El Manisero, primera grabación cubana de Machín, que, en su versión norteamericana para la RCA, vendió más de un millón de discos. Desde entonces se conserva el primer recuerdo nítido de sus maracas. Sostienen muchos de sus admiradores que los años que siguieron, junto con los 15 primeros de su etapa española, musicalmente hablando, fueron los mejores. Con el cuarteto, el sexteto o el septeto, bien con su propia orquesta o bien con la de Azpiazu, las grabaciones se suceden. Piezas como: Aquellos Ojos Verdes, A Chapear Nos Manda El Mayoral, Mamá Inés, Reina Guajira, Mamá, Yo Quiero Un Yoyo, A Baracoa Me Voy. Su yerno Jover planteó que ni Bing Crosby grabó tantas canciones en aquel tiempo.

Antonio Machín tuvo un trabajo intenso con Don Aspiazu, sobre todo en grabaciones, pero al sagüero le sobraba tiempo para crear un cuarteto con los siguientes músicos: en la trompeta, Remberto Lara (miembro de la orquesta), Daniel Sánchez, guitarra y segunda voz, Yayito Maldonado, guitarra prima, y Antonio Machín primera voz. Con ese personal, el intérprete cubano grabó una insuperable cantidad de obras casi todas cubanas.

Machín decía y así consta en más de una entrevista que jamás tuvo problemas de racismo en Norteamérica, porque hablaba español y los negros hispanos no estaban mal vistos entonces. Máxime si sus canciones se convertían en un fenómeno social capaz de hacer olvidar la deprimente realidad económica.

El éxito del cuarteto fue muy grande tanto en toda América Latina como en Europa, llevando el nombre de Machín a lo más alto con más de 150 grabaciones entre 1930 y 1935.

El Manisero no solamente llegó a Hollywood, llegó hasta el Japón entonado por la voz de Hibari Misora (1937-1989), en 1952 considerada la mejor cantante de la historia musical de ese país.

¿Por qué la fama de El Manisero? ¿Cómo explicar que también haya versiones del jazzista estadounidense Stan Kenton, del contrabajista John Kirby, del músico español Xavier Cugat, del trompetista Chocolate Armenteros, entre miles y miles? ¿De qué manera explicar que hasta la actriz Judy Garland, la misma que inmortalizara El Mago de Oz, haya entonado El manisero en su otro famoso filme Nace una estrella? 

Una de las versiones de Hollywood del famoso El Manisero, la cantó Jane Powell (1929-2021), con apenas 19 años en la película de 1948, Luxury Liner (Adorable Coqueta) y acompañada por Xavier Cugat y su orquesta. 

El Manisero también apareció en la película de 1931 «Canción De Amor Cubana» (The Cuban Love Song) con la mexicana Lupe Vélez, estrenada el 5 de diciembre de 1931, por MGM.

Según el investigador musical cubano Cristóbal Díaz Ayala, la RCA Victor llevaban figuras locales a grabar a EE.UU. y ese artista ya contratado luego se las arreglaba para aprovechar ese viaje y hacer grabaciones con otra casa disquera. Esos viajes, además, iban dejando algunos músicos que se establecían permanentemente en los EE. UU. Ese fue el caso de Antonio Machín. La música grabada se imprimía no solo para la colonia latina de EE. UU., sino también para los países de Hispanoamérica. Los cuartetos de Machín fueron casi siempre una mezcla de artistas boricuas y cubanos.

Machín, estuvo cuatro años en la gran metrópoli, formando parte de otras muchas agrupaciones como José Escarpenter y su Orquesta, Orquesta Antillana de Rafael Hernández, Julio Roque y su Orquesta, Armando Valdespín y su Orquesta, además de las dirigidas por él mismo: la Orquesta Machín y el Cuarteto Machín).

Su fama aumentó, no solo con el público hispano, sino también más allá. La mudanza a Nueva York era lógica para Machín, pues había habido un intercambio de música y músicos entre Nueva York y La Habana desde la década de 1920. Los líderes de bandas estadounidenses pasaron un tiempo en La Habana y viceversa y, a menudo, incorporaron los sonidos y estilos de los demás en sus propios repertorios. La primera banda cubana en Nueva York se formó ya en 1925. Y así comenzó la cubanización de la música estadounidense, como dice el autor Ned Sublette: “Había una locura por la música cubana y latina, las clases de rumba proporcionaron más de $14 millones para Arthur Murray Dance Studios, el 60 % de su negocio total”. También hubo películas como “Bolero” (1934) y “Rumba” (1935). 

Gran Bretaña fue uno de los primeros países que recibió el impacto de los ritmos cubanos. La propia Reina María (la abuela de la Reina Isabel II y bisabuela del actual Rey Carlos III) hizo incluir El Manisero en el baile real del Palacio de Buckingham en 1931. Por esa misma fecha, la estrella de vaudeville norteamericana Marion Sunshine, cuñada de Don Azpiazu, lo interpretó en el teatro Prince of Wales, en Londres.

En 1933, con su Orquesta Machín, actuó para Franklin D. Roosevelt en la Casa Blanca.

El Cuarteto Machín en 1934, formado por: Daniel Sánchez (guitarra), Alejandro Rodríguez (tres), Plácido Acevedo (trompeta) él, como cantante y sonando sus maracas. Actuaron posteriormente en Londres y en París, donde se presentó en La Coupole, para seguir camino hacia Alemania, Suecia, Holanda, Italia y Rumanía, en vísperas de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra Mundial.  

Pedro Heredia, el primer biógrafo de Machín, estima que el cantante abandonó Nueva York en 1935, para seguir los pasos a Delita, la bailarina que le inspiraba en aquel tiempo. 

Sin embargo, Eduardo Jover, sugiere que pudieron ser los disturbios raciales desatados en Harlem aquel año los que hicieron que el vocalista cruzara el Atlántico. 

Machín, tenía en su memoria la experiencia de su viaje a París en 1934, con la orquesta de Azpiazu cuando pudo apreciar la tolerancia racial en la ciudad luz.

El primer destino de su segunda visita a Europa fue Londres. Un contrato para actuar en el Teatro Adelphi le llevó a la capital inglesa. Su espectáculo de entonces, La vida empieza a las 8:40 conquistó a los londinenses, pero el artista ya estaba resuelto a instalarse en París. Olvidada Delita, el cantante se enamoró de una francesa, Line, con ella y con su orquesta realizó una gira por Suecia, donde tuvo un éxito tremendo. Estuvo a punto de instalarse en Estocolmo, pero el frío le hizo volver a París. 

De nuevo en la Ciudad Luz, era frecuente verlo en el barrio bohemio de Montmatre. 

La Segunda Guerra Mundial era inminente. Junto al saxofonista dominicano Napoleón Zayas, mulato igual que él, decidieron enrolarse para ir a luchar contra los nazis, pero en la cola para alistarse lo repensaron y corrieron a coger el primer tren que encontraron, que resultó que iba rumbo a Barcelona. 

Era el 11 de abril de 1939 Machín las pasó flacas y se llevó la primera gran decepción de su vida, porque esperaba un gran recibimiento, dado su éxito internacional, pero aquí no le conocía nadie y tuvo que aceptar lo primero que le ofrecieron, la Sala Shanghai (luego Sala Bolero) un salón de baile donde las chicas enseñaban todo lo que podían, a cambio de módicos vales, mientras Machín amenizaba las veladas por 25 pesetas diarias, apenas lo suficiente para sobrevivir, pero los franquistas cerraron el local por inmoral, pocos días después Machín, arrastrando a Zayas y su saxofón, se marchó hacia Sevilla….. “Manisero se va…”

Recordemos que desde 1929, su hermano Juan Gualberto, plomero que vino para trabajar en la Expo del 29 de Sevilla junto a su esposa Herminia Gironda y su hija Carmen Emilia. Allí se quedó para siempre, luego le nacieron sus hijos Juan Antonio y María José (Pepita Machín).

En 1935 puso un negocio de latería en la calle Águilas. Murió en noviembre de 1977.

Machín en Andalucía, cosechó el mayor fracaso de su vida, lo perdió todo y estuvo a punto de tirar la toalla. Pero aún le quedaba Madrid, a donde se trasladó en 1940 a la búsqueda de un milagro. Allí tampoco le conocía nadie. Consiguió, con ciertas artimañas, que le contratara la Sala Conga (cerca de la Plaza España). Cobraba cinco duros diarios, de los que ocho pesetas eran para pagar una pensión en Espoz y Mina. A través del actor Fernando Sancho logró, por fin, un contrato en la Sala Casablanca, la mejor de Madrid, en la Plaza del Rey. Tuvo un rotundo éxito y ahí se acabaron las penurias. 

Cantó en un café taurino con una Orquesta de músicos catalanes, que se llamaba Los Miuras de Sobré, con su director Juan Sobré y triunfaron en las mejores Salas de España.

A principios de la década de 1940, a medida que aumentaba su prestigio, ganaba 350 pesetas diarias y, a mediados de la década de 1940, 2,000 cantidad considerable en aquellos días. 

Con su voz, logró lo más difícil, transmitir una emoción que enamoró a varias generaciones, al igual que las parejas que escuchaban y bailaban sus canciones. Como el mismo Machín reconoció, fue responsable de muchos matrimonios. El gran cantante catalán, Joan Manuel Serrat, gran admirador del cubano, dijo: “Machín trajo consuelo con sus canciones a un pueblo que se recuperaba de una brutal guerra civil (1936-39). Nos conocimos en 1965, cuando actuábamos en la radio, yo era entonces un artista emergente y él pasaba una época algo difícil, aunque nunca dejó de trabajar, sufría un cierto declive de popularidad, debido al tipo de música, pero lo llevaba con dignidad y logró remontarse, recuperando su aureola mítica. Yo aprendí mucho de él y de su música, porque era una esponja tremenda, en la cual cabía El Manisero, Angelitos Negros y el repertorio de Osvaldo Farrés. También podía cantar guarachas con idéntica y pasmosa tranquilidad. Se lo sabía todo.  Machín resultó fundamental».

El día de Navidad de 1941, ocurrió la inauguración de La Boite Hernal que abría sus salones destinados a té, baile y bar, con un cartel de lujo: la orquesta Miura, dirigida por Juan Sobré, con su gran Antonio Machín, que habían triunfado en el Hotel Ritz de Barcelona y en la Sala Casablanca de Madrid, según el periódico ABC de Sevilla. Allí conoció a la joven Angelita, cordobesa, pero residente en Sevilla, gran amiga de la hija del dueño, él se enamoró y ella desde que lo vio dijo: “el negro es pa mí”.

En 1942 se independizó, montó sus propios espectáculos y empezó a grabar discos y a ser conocido del gran público.

En 1943, se casó con María de los Ángeles Rodríguez. El 25 de mayo de 1954, nació su única hija: Alicia María que se casó con Eduardo Jover y son los padres de sus nietas Esther y Marta.

Machín grabó muchas canciones populares, pero su mayor éxito en España fue Angelitos Negros, presentado en 1947, en el Teatro Novedades de Barcelona. La canción vendió 47,000 copias entre 1947 y 1950, quizás el mayor éxito de la industria discográfica española en ese momento. Y si se tienen en cuenta las condiciones de la España de posguerra, este éxito es aún más notable.

La noche del lunes 18 de agosto de 1947, todo estaba listo para que Antonio Machín cantara en la gala del Cortijo Los Rosales, en la calle Rosario Cepeda y calle Sacramento, en la ciudad andaluza de Cádiz, pero a las 9:45 una enorme explosión provocada al estallar unas 200 toneladas de TNT (Trinitrotolueno), en el Polvorín Nº1 de la Base de Defensas Submarinas de la Armada, en la barriada de San Severino causó 152 muertes, unos 5,000 heridos, más de 2,000 edificios dañados y de ellos 500 totalmente destruidos. Esa noche Machín no cantó.

Sobre aquella noche su pianista Botafogo (Santiago Roges) contaba esta anécdota. Machín era muy amigo de Antonio Martín de Mora, el dueño del Cortijo donde actuarían esa noche. De Mora llamó a su hombre de confianza, Antonio del Río y le dijo: “Toni, yo no puedo ir a comer con él, llévatelo al restaurante El Faro de Cádiz y le dio 1,000 pesetas. Cuando se produjo la explosión, Machín se acercó al área afectada donde había un orfelinato de niños y como voluntario empezó con sus manos a levantar escombros, sus pantalones blancos ya estaban manchados de sangre, según contó el propio del Río”.

Machín regresó a Cuba solamente una vez en 1958. 

En Alicante pasaba largas temporadas en su apartamento de Playa de San Juan.

No sería justo acabar la referencia a Angelitos Negros sin hablar de las famosas maracas de Machín, que marcaron el ritmo de esta canción y de toda una generación. 

En 1957, Machín la cantó en vivo para la recién creada Televisión Española. ¡Estaba tan nervioso que por un momento no pudo recordar la letra! 

Por su carácter serio y humilde, Machín fue muy bien acogido en la España de la época. Impuso su personal estilo en el bolero y hasta entró en el refranero popular con el dicho “Te mueves más que las Maracas de Machín”. 

Antonio se desvivía por su esposa, que había perdido el habla y buena parte de sus movimientos a consecuencia de una trombosis, entonces él dijo: «Mientras yo viva seguiré trabajando para que a ella no le falte nada». Y eso le llevó al estribillo de uno de los boleros que tantas veces interpretó, “Toda una vida».

En Alcalá de Guadaíra (Sevilla) el 7 de junio de 1977, fue su última actuación. Falleció en brazos de su 

sobrina Carmen Emilia, el 4 de agosto de 1977, en su casa de la calle Príncipe de Vergara, Madrid, a los 74 años de edad. Sus restos descansan en el Cementerio de San Fernando de Sevilla, donde lo recuerdan cada año rociando su tumba con ron. El 22 de abril de 1981 se le rindió un gran homenaje en un concierto en el que participaron 400 artistas en el Palacio de los Deportes de Barcelona, donde se le recuerda con un monolito en la Plaza Vicenç Martorell, a 500 metros de Las Ramblas.

El 10 de diciembre de 2006 se inauguró una estatua en su memoria en Sevilla, ubicada en la plaza Carmen Benítez. Allí, la imagen sevillana de Machín custodia y mira hacia la Hermandad de Los Negritos, a la que el cantante cubano estuvo muy vinculado. Además, una calle de Sevilla lleva su nombre. El Manisero tiene más de 160 versiones, sin duda es la canción cubana más cantada. Fue la que le dio fama a Machín, aunque su repertorio era superior a las 500.

Su yerno Eduardo Jover escribió un libro, titulado Machín, Toda Una Vida.

Machín es conocido como: “El más español de todos los cubanos y el más cubano de todos los españoles” y “El Rey del Bolero”.

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