Carlos Manuel de Céspedes: De Yara a San Lorenzo

Written by Demetiro J Perez

18 de julio de 2023

La Lealtad y la perfidia. El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní

Valmaseda, Capitán general. Sobornos. Exterminio. (VI de X)

LOS CONVOYEROS

Empieza Gómez a sentirse distanciado del gobierno. Situación que se agravará en noviembre con motivo de los «convoyeros».

“El convoyero es un soldado como cualquier otro de nuestro ejército, -dice Femando Fornaris- con la diferencia de que no presta el servicio de las armas; presta el servicio de asistencia, al lado de los jefes y subalternos militares, y al lado de los demás funcionarios de la república. Busca recursos. Cuando se hace necesario encontrar víveres en los atrincheramientos enemigos, el convoyero va de noche, sin temor alguno, con fuerza armada o sin ella, y los toma tranquilamente, soportando a veces el fuego de las avanzadas o de alguna emboscada.

Pero cuando el convoyero ostenta todo su valor, es en los momentos en que el cuartel donde se halla es atacado por sorpresa. Entonces, mientras todos corren a parapetarse, o buscan el monte para presentar resistencia, o huyen si no pueden ofrecerla, él recoge la hamaca y equipaje de su jefe y se convierte en un camello cargador, echándose a la espalda cuanto encuentra en el rancho, y sacando hasta en los dientes lo que no le cabe en las manos.

El convoyero deja de serlo para empuñar un rifle, tomar puesto en una compañía y batirse como un león en todos los combates”.

Lo admite así el Generalísimo:

“Marcho en regreso para el Indio; a mi separación de este lugar hay un disgusto con el Presidente, a consecuencia de que pretendía que individuos de tropa se ocuparan de buscarle los recursos de boca; yo me negué a ello; pues no parecía esto un servicio de soldado, que debíamos procurar dirigirnos por un camino donde los servicios y trabajos de la campaña vayan sellados con la gloria y el prestigio, que para aquellos se buscara gente a propósito. Esto dio lugar a una discusión acalorada”.

Molesto, realmente irritado, pide Gómez dos meses de licencia que le son concedidos y entrega al gobierno todo el pertrecho que habrá de dedicarse a las Tunas y a las Villas. Termina el año 1871 con este lamentable distanciamiento, pero con un Gómez cubierto de glorias militares.

Eran los días en que Céspedes mostraba su interés – jamás abusó de su poder o autoridad – en enviar al exterior a su hermano Pedro con el objeto de lograr la ayuda necesaria para la revolución. Se lo informa a Gómez quien, por otros motivos, deseaba que salieran del territorio Pío Rosado, jefe de su Estado Mayor, y su secretario José Ramón Villasana.

Quien puede ofrecerles a ambos la mayor seguridad para el riesgoso traslado es el confiable José de Jesús Pérez que por tener a su cargo las operaciones de la costa sur cuenta con los contactos necesarios. También participará en el viaje el diputado Jorge Milanos, su yerno Mariano Acosta y familiares de Jesús Pérez. Estos últimos sufrirán agobiantes estrecheces económicas.

NUEVOS 

ACONTECIMIENTOS. DETENCION Y MUERTE DE ZENEA

En agosto (1871) se recibe información sobre una expedición que no se producirá. Se conoce, también de la muerte de un hombre cuya verdadera misión sigue siendo, aún, motivo de polémica. El 25 de aquel mes muere, en los fosos de la Cabaña, Juan Clemente Zenea. Unos, lo acusaban de ser portador de una no autorizada misión del gobierno de la metrópoli, tramitada a través del cubano Nicolás Azcarate que mantiene estrechos vínculos con el gobierno español. Otros, consideraban a Zenea como un agente de los insurrectos.

¿Cómo se había producido la selección de Nicolás Azcarate para tan delicada misión? Veamos el relato que nos ofrece José Duarte Oropesa:

«Nicolás Azcarate, quien había sido miembro de la Junta de Información con Morales Lemus logró la autorización de Segismundo Moret, Ministro de Ultramar, para realizar gestiones pacifistas en Nueva York con los antiguos reformistas que ahora eran miembros de la Junta Revolucionaria de Nueva York. Las proposiciones de paz presentadas por Azcarate fueron rechazadas por la Junta Cubana por no creerlas bien inspiradas por la metrópoli, ni aún con la garantía del gobierno americano porque el yerno de Hamilton Fish era abogado de la Legación Española en Washington. Azcarate se comunicó con su viejo amigo, el poeta Juan Clemente Zenea, y éste con manifiesta irresponsabilidad se comprometió a viajar a Cuba en misión pacifista. Fue provisto de amplios fondos y de un salvoconducto del ministro español en Washington ordenando a las autoridades de la isla su libre tránsito».

Criterios totalmente opuestos han sido reiteradamente expresados por distintos escritores e historiadores defendiendo la identificación con la causa de la insurrección cubana del poeta que en los primeros meses del Grito de Yara se embarcó en dos expediciones (la del Lilliam y la del Catherine Whiting, narradas ambas en este libro), expresaba abiertamente su posición en el periódico La Revolución y al caer preso se negó a revelar «el lugar en que se encontraban las partidas insurrectas».

Enrique Pineyro, que tuvo en sus manos los autos del proceso; Abilio Estévez, con mucha tibieza; y Cintio Vitier, con firme determinación, entre otros, consideran, sobre todo Vitier, que “Zenea se involucró, por su cuenta y riesgo, como separatista impaciente… en una “misión de España”… cometiendo un error”. “Error que no equivale a traición, ni implica una abyección mora”. Pineyro, (de “autor elegante y elocuentísimo” lo calificó Manuel Sanguily,) analiza las causas por las que “al cabo de ocho meses de encierro en un calabozo, fue Zenea ejecutado”, y considera inocente “al melancólico poeta bayamés”.

Al ser apresado, Zenea llevaba cien onzas de oro (equivalentes a 1,700 pesos). ¿De quién provenían y a quienes estaban destinadas? Esta suma la había recibido Cornelio Porro, Contramaestre General de la Revolución en Camagüey, de Francisco Sánchez “tesorero de la Junta de Nueva York” y la enviaba con Zenea a José de Zayas, agente cubano en Nassau, para comprar armas y municiones. En comunicaciones enviadas por Zenea, antes de su viaje, a Ramón de Céspedes y a Carlos Manuel de Céspedes el poeta solicitaba que se prohibiera utilizar ese dinero en “pagar pensiones, salarios o gastos personales”.

La misión de Zenea ha sido uno de los puntos polémicos de nuestra historia. ¿Fue un traidor a la causa de la libertad de Cuba que, conociendo y compartiendo la misión que lo llevaba a la isla, quiso persuadir, por la estrecha amistad que los unía, al presidente Céspedes a aceptar negociaciones de paz que no contemplaban la libertad de Cuba? ¿O desconocía el contenido del sobre cerrado que llevaba proposiciones -repetimos, desconocidas por él- que antes les habían hecho a los representantes legales de la República en Armas?.

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