Por José “Chamby” Campos
Durante el final de los años 60’s, la década de los 70’s y principio de los 80’s el juego de Jai Alai fue la atracción deportiva más concurrida en la ciudad de Miami.
Solamente existía un equipo profesional y ese era Los Miami Dolphins. También durante la pretemporada de Las Grandes Ligas, Los Orioles de Baltimore hacían su casa en el icónico Miami Stadium, donde practicaban y jugaban alrededor de 20 encuentros. Básicamente un mes donde el aficionado podía presenciar pelota de buena calidad y al mismo tiempo poder ver a los peloteros en persona.
El resto del año los hipódromos de Hialeah, Gulfstream, Calder y Tropical se turnaban sus temporadas. Este último fue el primero en cerrar sus puertas permanentemente para convertirse en lo que es hoy en día el estupendo parque situado en la comunidad de Westchester.
Se pudieran añadir las carreras de galgos de la 37 avenida, el Biscayne Dog Track y el desaparecido canódromo que se encontraba situado en el punto más al sur de Miami Beach; la pista de carrera de carros localizada en Okeechobee y las peleas de boxeo en el centro de convenciones en Miami Beach, pero esa etapa fue totalmente dominada por la excitante actividad de la “Cesta y La Pelota”. El Jai Alai era el Rey.
Las concurrencias en el frontón de la 36 calle del northwest nunca bajaban de los miles y los viernes y sábados era un lleno total tanto en la matinée como en el programa nocturno. En 1975 se estableció una marca de asistencia cuando más de 15,000 personas se dieron cita en lo que llamaban “El Yankee Stadium de Jai Alai”.
Con la desgracia de nuestra patria también vino la suspensión de toda actividad de entretenimiento y el Jai Alai también fue víctima, por lo tanto, tuvo que buscar mercado en otros lugares. En otras palabras, el Jai Alai “cubano” fue otro exiliado.
Debido a la pasión que el cubano siempre sintió por el veloz juego, Miami se convirtió en una gran plaza. Los pelotaris que habían hecho historia en Cuba fueron recibidos con los brazos abiertos en esta ciudad. Los nombres Salsamendi, Pistón y otros más fueron los primeros en hacer la transición y comenzar de nuevo una nueva tradición.
Al igual que lo habían hecho en la Cuba que reía, aquí también se hicieron ídolos de la afición. Los hombres los admiraban y las damas se enamoraban. Los vascos eran los galanes del aquel público que día tras día los perseguía. Muchos de ellos se casaron e hicieron familia con jóvenes cubanas que conocieron a través del deporte o de las fiestas que frecuentaban.
Durante ese tiempo jóvenes cubanos comenzaron a practicar el deporte y algunos como González llegaron a competir profesionalmente junto a las cuadrillas de los ibéricos.
El Frontón miamense burbujeaba y poco a poco se catalogaba mundialmente gracias al nivel de competencia que se llevaba a cabo dentro de sus paredes. Todo esto ocurría dentro de un marco donde los protagonistas eran en su gran mayoría de descendencia vasca y no existía ningún norteamericano.
De pronto todo esto cambió cuando llegó a escena un jovenzuelo estudiante de la escuela secundaria Carol City de este condado.
Joey Cornblit, conocido profesionalmente como Joey, hijo de un matrimonio judío donde su padre sobrevivió el Holocausto; nació en Canadá y sus padres se mudaron a Miami cuando contaba con solo nueve meses.
Su padre frecuentaba el frontón de Miami y le gustaba tanto el deporte que un día cuando fue a practicar se llevó a Joey; este con doce años, entró en contacto con el Jai-Alai por primera vez y quedó fascinado.
El Miami Jai-Alai aprovechando su popularidad abrió una escuela para atraer atletas norteamericanos y promocionarse en el mundo de habla inglesa. Joey tomó la oportunidad e inmediatamente se le notó su talento.
La persona que se instaló para llevar a cabo esta tarea fue Epifanio, el antiguo pelotari que había cruzado fuego en el frontón Habana-Madrid. Aquí en Miami era fabricante de pelotas.
Cuando Joey menciona a Epifanio lo hace a manera de reverencia. El maestro fue instrumental en la vida del futuro campeón. Lo entrenó en todos los aspectos del juego sobre todo la parte mental. El alumno por su parte jamás cuestionó a su mentor y el resultado fue la creación de una maquinaria demoledora dentro de las canchas de juego.
Su sueño se hizo realidad cuando con 16 años debutó durante la temporada ‘71-‘72. Comenzó a jugar los primeros partidos y recuerda con orgullo que ganó su primer encuentro como número dos del zaguero Arratibel. Su talento y determinación se hizo notar entre el público ya que sus victorias venían con más frecuencia y a finales de la temporada ya jugaba quinielas más importantes.
Es interesante notar que la mayoría de edad en esa época era 21 años, por lo tanto, era ilegal que un menor trabajara ocho horas diario y la otra que acudiera a centros de juegos de adultos. Como requisito tenía que seguir estudiando en su High School.
Entre las restricciones que le impusieron no podía entrar al frontón por la puerta delantera y tenía que estar fuera del establecimiento a las 9:00 PM. Esta última no era problema al principio, pero cuando ya era titular no podía participar en la quiniela final que era la más esperada por los asistentes.
Después que terminaba la temporada, los jugadores más sobresalientes viajaban a Fort Pierce para la contienda veraniega. Sin embargo, el joven estudiante no fue contratado y se unió al grupo de Tampa para inaugurar el frontón de Ocala en el centro del estado.
Allí se enfrentó por primera vez a rivales de la talla de Bolívar, Elorrio, Pablo y Aramayo II. Su actuación fue impactante; campeón en sencillos, dobles y total de triunfos. El norteamericano enviaba un mensaje.
Su segundo año aquí en Miami comenzó con el pie izquierdo. Ya la novedad de ser un “extranjero” pasaba de ser curiosa a ser desafiante. Varios de los jugadores ya establecidos estaban molestos que el judío americano los hiciera sudar de la manera que lo hacía durante los entrenamientos, incluso algunos rehusaban practicar con él.
Por su parte, junto al maestro Epifanio inculcándole el juego agresivo y rematador, Joey tomó el rechazo de esos colegas como un estímulo y se perfiló como una de las estrellas para la próxima campaña.
Esa temporada comenzó con un elenco repleto de estrellas. El frontón Miami era la Catedral del Jai Alai mundial. Todos se encontraban allí. Super Astros al nivel de Juaristi, Asís, Mendi, Zulaica y Alberdi quienes eran temidos como jugadores individuales. A estos se unían zagueros del calibre universal como Guernica II, Salazar, Juan, Rufino, Oregui y otros.
Si la contienda pasada fue su debut esta fue la de su consagración. Su juego aumentó vertiginosamente gracias a un potente tiro de costado que fue el terror de sus contrincantes. Según me contó en una ocasión, “Me volví tan confiado en mi costado que no me importaba quién fuera mi oponente, ni que él supiera lo que venía. Epifanio me había ayudado a crear esa estrategia y me había inculcado la confianza”.
Ese año Asís fue dominante en las competencias individuales coronándose campeón. Joey lo derrotó en tres ocasiones, pero dice que “Algo tuvo que pasarle al español porque yo no comprendía como lo había logrado”.
Su labor lo calificó en innumerables ocasiones a que pudiera participar en el último encuentro de la noche, el cual era el más deseado de la afición y la carta de confirmación de que como pelotaris habías llegado a la cima de la competencia. Ya para ese entonces la mayoría de edad había sido reducida a 18 años y legalmente Joey podía competir hasta el cierre de la noche.
Después de esa temporada Joey se convirtió en ídolo de multitudes. A medida que fue entrando en edad y sus contrarios fueron poniéndose más viejos Joey se convirtió en la cara de “La Pelota Dura”.
Llegó a coronarse campeón mundial y triunfó en todos los escenarios donde su presencia fue requerida. Tanto las canchas de EE.UU. como las de Europa fueron testigos de su talento y carisma.
Sus batallas con Juaristi, Bolívar, Uriarte, por mencionar algunas han quedado para la historia.
Para los que tuvimos la fortuna de verlo actuar nunca olvidaremos al “Americanito” que desafió el monopolio de los vascos al tiempo que se robó al público de Miami.
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