Mi casa era un vacilón, nos pasábamos la mayoría del tiempo riéndonos y llevándonos bien. Hasta los regaños iban cargados de buen humor.
Me refería a mi progenitor como “mi padre”, pero dentro de mi casa era “papá, viejo o papi” y cuando quería algo le decía “pipo”…
Me encantaba el “Estebita” porque denotaba que estaban contento conmigo y con mi proceder.
Cuando me llamaban y me decían: “¡Esteban de Jesús, ven acá inmediatamente!” Yo me persignaba porque “Esteban de Jesús” era sinónimo de que “el horno no estaba para galleticas” y algo malo yo había hecho.
Lo mismo era con mi madre: Era “mamá, mami, mima”. Y “mamita por favor” era para endulzar un fallo de mi parte.
Cuándo querían bajarme los humos mi padre me llamaba “un mojón muy atrevido” y mi madre me decía: “Tú te crees el indio Karinoa y eres el índito Ciervo Ligero”. Se refería a dos personajes de Los Tres Villalobos. El papel de “Ciervo Lígero” lo hacía Normita Suárez.
Jamás me permitieron creerme “bonitillo” ni que era un “Elvis Presley güinero” y ante cualquier presunción mía se reían y decían: “Ana ¿tú crees que Estebita pueda hacer una pareja romántica en la televisión con Gina Cabrera?” y mi mamá le respondía : “No, Esteban, fíjate en la bemba de chancleta que tiene”…
Fui criado con amor, con cariño, con abrazos, con besos, pero sin permitirme creerme ser la última Coca Cola en el desierto.
Un día estuve cerca de una hora exponiéndole a mi padre todas mis cualidades, él escuchó resignadamente mi discurso y le pregunté “¿que tú crees papi de lo que te he dicho?”
Mi padre soltó una carcajada y me dijo: “Yo creo que tú te anuncias más que la Coca Cola y te vendes menos que la Salutaris”…
Le dije: “No, papi, yo soy CAWY” y estuvimos largo rato riéndonos.
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