Desperté sintiéndome Michael J. Fox en “Back to the Future”.

Montado en el “DeLorean DMC-12” acabo de llegar a Güines 1950 y pico.

Estoy en la esquina de la avenida Juan Rodríguez, en el Residencial Mayabeque, y parto por la calle Máximo Gómez rumbo al Parque Central, voy caminando rápidamente.

Voy saludando a los vecinos que a esta hora están en los portales conversando, le digo: “Hola ¿cómo estás?” a Venero el dentista, saludo a la niñita Araceli Cruz, quien todavía no es “Cruz”, brinco la calle para admirar a cinco perros bóxers en un portal.

Al acercarme al parque veo tirados al frente de un comercio a dos limosneros, son Pablo el berrero y su esposa. Les pongo unas monedas en sus laticas.

Aquí serían “Homeless”, quizás les cogería miedo, les huiría, pero allá en mi recorrido estrecho sus manos, los abrazo, y hasta le daría un beso en la frente a la sucia ancianita.

De lejos veo un tumulto, una algarabía, azorado le pregunto a todo el que me encuentro: “¿Qué sucede?” Y es mi amigo Wilfredo Muñoz más conocido como “el chino Fito” quien me responde: “Parece que abrieron un nuevo comercio, se llama La Gran Vía”…

Pronto descubriría que nadie la llamaría así, y que todos los güineros la bautizaríamos como “La Dulcería de Quintero” en honor a su dueño.

A duras penas logro entrar, con dificultad me siento, y le pregunto al empleado “¿Qué hay de bueno aquí?” y Medina -el hijo del glorioso fritero- me responde: “Chico, tomate un batido o un sundae de strawberry”…

“¿Strawberry, que es eso?” pregunto. Y otro empleado llamado Reinaldo me dice: “No seas guajiro, compadre, eso es fresa”…

Lo probé, y quedé encantado con el batido de strawberry. Enamorado de los “Sundaes” y los licuados de fresas.

Pero, parece que ese amor no fue enterno porque regreso de mi viaje al pasado, me olvido de las fresas, busco en Sedanos los anones y las guanábanas, le compro mamoncillos al vendedor ambulante, voy al “Palacio de los Jugos ” a tomarme un batido de mamey, y muy feliz de que McDonald’s venda pie de guayabas y queso crema.