Soy de allí, de la isla mayor del llamado, archipiélago cubano. De un pueblo donde los molinos de viento saludan jubilosos la mañana, y donde los centrales azucareros elevan su alto tabaco al viento, echando a volar mariposas de humo.
Nativo soy de un poblado edénico con nombre bíblico, llamado Santa María, donde los sinsontes ofrecen recitales mañaneros, y las palmas, como novias purísimas, parecen esperar un futuro luminoso.
Soy de donde un héroe dominicano llamado Hatuey, fue quemado vivo en rebeldía contra los españoles. De donde otro dominicano, genio militar, se convirtió en generalísimo, conjuntamente con El Titán de Bronce, Mayor General, Antonio Maceo y Grajales. Soy de la tierra -donde el patriota, Domingo de Goicuría, en el triste momento en que lo iban a fusilar los españoles, le gritó a todo pulmón: «Muere un hombre; pero nace un pueblo».
Soy, de donde un campesino mulato, pobre, huérfano de padre, llegó por esfuerzos propios, a presidente de la nación. Soy, de una isla donde las frutas: mangos, papayas, guanábanas, marañones y guayabas, gotean desmayadas de dulzura. De donde siempre abundantes aguaceros, sacían la sed de la tierra, y donde los arcoíris como jubos a colores, cruzan el cielo de azul purísimo, por donde se desliza una luz anunciando con música de tambores, la descarga de un rayo, que rompe el bohío sin hacer de una palma real.
Soy y seguiré siendo, de la tierra más hermosa que ojos humanos han visto, sentencia hecha por el inmortal genovés, Cristóbal Colón, al arribar a ella el 27 de octubre de 1492.
Soy de donde un chino mulato de apellido Lam, estremeció el mundo de lo pictórico. De ahí soy, de donde un médico camagüeyano llamado, Carlos Juan Finlay y Barres, descubrió que la fiebre amarilla es trasmitida por un mosquito llamado, Aedes aegypti. Soy de la isla donde -nació el más afamado de los cubanos: José Julián Martí y Pérez.
Soy de una isla con playas hermosísimas, caudalosos ríos, y montañas y valles dignos de ser fotocopiados por un destacado pincel. Soy de ese país, añora agonizante, que me permitió varias veces bañarme en las playas de Varadero, Cojímar, Guanabo y Bibijaguas, playa de arenas negras, en la sin par, Isla de Pinos. Dejé que mi cuerpo lo lamieran las aguas de los ríos Cauto, Moa, Soa, Almendares y el Chorrillo, que fue mi piscina durante muchos años.
Soy de la tierra coronada por el mayor número de ritmos, donde parece que las hojas, mecidas por el viento, bailan Rumba, Son, Danzón, Mambo, Casino, Guaguancó y Cha Cha Chá. Conocí una negra que vino de allí, Reina del Guaguancó, que se pasó más de 60 años cantando:
— «Traigo yerba santa, pa la garganta” y después gritaba: ¡Azúcarrr!
Compartí, junto con mi amigo, Pelayo Maunteca Paneque, en una acera de mi querido e inolvidable Puerto Padre, una botella de carta Bacardí, con el más famoso sonero de nuestra América: Beny Moré, «El Bárbaro del Ritmo».
De allí soy, del pequeño país donde nació el más famoso jugador de Ajedrez de todos los tiempos: José Raúl Capablanca, Campeón del mundo durante ocho años. Soy de donde el llamado, “Rey de las Octavas», Brindis de Salas, fue el más famoso violinista mundial de su época.
Soy, además, un orgulloso hijo de la isla donde, cuando los españoles fueron a fusilar en la ciudad de Matanzas, al famoso poeta cubano, Gabriel de la Concepción Valdés, llamado “Plácido», rumbo al cadalso iba el poeta recitando la más famosa plegaria escrita en castellano: la Plegaria a Dios, última hija de su pluma inmortal.
Eladio Tito Peña Trujillo.
Miami, Fl
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