Se respiraba un aire tenso, los revolucionarios exhortan a no celebrar las Navidades, ni a consumir “Shell con sangre”.
De puerta en puerta Cheo Matienzo y su orquestica iban entonando rumbitas y villancicos navideños. Mi padre les dio un peso.
En la esquina de Pinillos y Soparda, delante de la carnicería de Joaquín Quintero, había un moreno vendiendo trozos de un puerco asado. El pueblo entero olía a lechón.
Yo vivía en el Residencial Mayabeque, caminé unas cuadras y le dije al hombre: “¿Neno, me da un pan con lechón?” Me respondió: «Estebita, todavía no está listo, regresa en una hora”.
Mi madre me pidió: “Llama a tu hermano Carlos Enrique para ir al centro del pueblo y ver las vidrieras iluminadas al frente del parque”… Miles de juguetes a la venta en los portales del centro del pueblo.
“Papi ¿vas a la Viña Aragonesa a festejar con tus amigos?” Burlón me dijo: “No, ésta es la única época del año que no voy a la Viña, la calle está llena de borrachos novatos que son más pesados que el cará..”
Por mi casa pasó un amiguito llamado Julicho Hoalloran y le pregunté: “¿Ya hiciste la carta a los Reyes Magos?” Y me respondió con una tremenda mentira: “¡Ay, no seas tan bobo los reyes son tus padres Ana María y Esteban!
Mami trató de embullarme: “El 24 vamos a la casa de mi sobrino Jaime Quintero a celebrar la Nochebuena en la calle Cuatro Palmas, ya mi hermana Angélica compró turrones, nueces y avellanas, y si quieren pueden brincar la baranda y jugar con tus amiguitos los seis hermanos Bin Domínguez”.
El 31 nos acostamos felices a dormir, sin saber que al otro día comenzaría el calvario de un pueblo hasta esa noche, próspero e incauto.
Primero de enero de 1959 mi Rey Mago Esteban Fernández Roig me dijo tres palabras: “¡Se Jodió Cuba!”
Todo comenzó con unas cuantas estúpidas y ateas palabras a la niñitos:
“Pídanles regalos a Dios, a los santos, a los Reyes, a sus padres” y no les daban nada. “Pídanselo a Fidel” y les daban un regalito.
Y se acabaron las Navidades, los reyes, los arbolitos, el lechón y se acabó todo.
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