Mi Ángel de la Guarda. En la Recogida de Gusanos

Written by Libre Online

15 de agosto de 2023

Los que conocen algo sobre la Guerra Civil Española conocen el episodio de Paracuellos del Jarama.

Digamos para los que no lo recuerden, que cuando las tropas de Franco avanzaban hacia Madrid, los comunistas, un importante grupo de ellos infiltrados en el Gobierno Republicano, concibieron el plan de asesinar a los prisioneros de las cárceles de Madrid, porque, presumían ellos, una vez ocupada la ciudad, estos presos le serían muy útiles a Franco.

Y aunque las tropas de Franco estaban todavía lejos de la ciudad, ellos, los comunistas, empezaron la matanza. En Paracuellos del Jarama. Mataron allí y no recuerdo si mil o varios miles de esos prisioneros. 

Bueno, cuando los fidelistas creyeron que en realidad venía la invasión de patriotas cubanos, (Brigada 2506) organizada militarmente desde los últimos días del Gobierno Eisenhower, y traicionada luego, o echada a perder por el Gobierno Kennedy, comenzaron a aplicar la misma tesis de «Paracuellos del Jarama».

La cosa era detener a toda persona que no era, o no parecía ser, simpatizante de la Revolución.  Y luego, si los invasores avanzaban vendrían los fusilamientos.

Estos fusilamientos nunca llegaron, digo los de 1961. Aunque antes de esa fecha y después de ella fue mucha la gente fusilada. (Y digo aquí que hasta el escándalo que suscitó El Caso Padilla, mucha gente intelectualizada de América y Europa ignoraba o parecía ignorar esos crímenes de La Revolución.)

Pues, en vista de que ya estaba circulando la noticia sobre el regreso armado de cubanos exiliados, el gobierno de la revolución inició la propaganda de que venía una invasión extranjera y además reaccionaria.

En vista de lo cual a uno del grupo que se juntaba a la hora de la comida en la casa donde yo vivía, un tal Dulzaides, se le ocurrió que debíamos imprimir una hoja suelta y repartirla, aclarando que la tal invasión era de cubanos patriotas, no invasión extranjera. Y, se me pidió que yo redactara el texto. Y eso hice, en muy poco tiempo pues se trataba solo de unos pocos argumentos y palabras.

Al día siguiente: “aquí tienes Dulzaides y te lo llevas enseguida”. Pero no se lo llevó. “Guárdalo tú que yo vengo luego a buscarlo”. 

Pero, quien vino luego fue la Policía Secreta de la Revolución, que no recuerdo cómo se llamaba entonces. Y que ya me había detenido en la Oficina del Ayuntamiento donde yo trabajaba. 

Pero, antes de eso. Y en vista del riesgo que yo corría con ese texto en mi poder. Barajé diversas fórmulas. Y al fin se me ocurrió meterlo en las páginas de una revista de una nación bajo el comunismo, que yo leía con frecuencia. Y que era de la poca prensa extranjera que se permitía entrar a Cuba.  Una revista comunista dirá usted. Pero no había muchas, pues una vez que una de sus informaciones no coincidiera con alguna de las torpes ideas de la revolución, esa publicación ya no entraba más al país. La revista, en español, como ya usted se imagina, no recuerdo si era checa o yugoslava.

Los agenten comunistas se llevaron mi pasaporte cubano, mis libros y papeles, y también la dicha revista. Yo fui a parar a La Cabaña.

Pero antes pasé unos días en una casa cerca de donde vivía el expresidente Grau San Martín. Y no recuerdo si era precisamente en la Quinta Avenida. Ahí pasamos unos días. Hombres en la planta baja, mujeres arriba. Ahí estuvo detenida una tía del alcalde Suárez, a quien yo le enviaba papelitos, con versos, con mi amiga Marta Martínez que también estaba allí detenida.

La casa estaba llena de gente. Mucha ilustre gente, entre ella el Obispo Boza Masvidal, a quien siempre dejábamos pasar primero en las filas que se hacían por las mañanas frente al baño. Todos dormíamos en el suelo. Y alguno que no cabía, en una ventana.

Allí, por suerte no pasamos muchos días, y yo fui a parar a La Cabaña. Allí, al menos ya no estaba de comandante el Che Guevara.

Entiendo que ya lo habían fusilado en Bolivia.

Allí, en aquella vieja cárcel militar había más espacio y menos atasco para ir al baño. Dormimos unos días en el suelo y luego en unos colchones o colchonetas. Dos meses allí. La comida no era muy buena. Pero yo me la comía. Hubo una carne que decían que era de oso. No sé. Sí tenía un sabor raro.

Al final, me soltaron y volví a mi trabajo en el Ayuntamiento. De la revista comunista y del manuscrito del que hablamos, no he tenido la menor noticia. Aparte de eso me devolvieron todos mis papeles y mi pasaporte.

Un abrazo,

José Tiberio Castellanos.

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