LOS CARNAVALES DE Santiago de Cuba

Written by Libre Online

3 de agosto de 2022

Texto de Fernando Cuesta Mora

Fotos de Panchito Cano (1950)

Lo que más resalta y se destaca de estos Carnavales que Santiago de Cuba celebra en el verano, es el entusiamo desenfrenado, loco desbordante, con que todas las clases sociales disfrutan a plenitud de ellos.

La ciudad entera se convierte en un pandemonio. Cada cual se divierte a su antojo, sin importale poco ni mucho como lo hagan los demás.

Materialmente “se tira la casa por la ventana” aunque pasadas las fiestas  no se tenga donde vivir. Son tres, seis, diez días de un frenesí contagioso que rompe todas las fronterasy borra todos los límites. De la noche se hace día y del día se hace noche, encadenándose las horas como un collar inconcebible engarzado por las más costosas gemas y las baratijas de mayor relumbrón.

Se desborda el champán y se bebe el ron “a pico de botella” sin padaleo. Mujeres en cantidad extraordinaria tornan sus prendas de gasa, seda y muselina por burdos pantalones hombrunos, camisas de “kaki” y overoles que lejos de rebelar, como antaño los encantos femeninos los ocultan y desfiguran. Todo es confusión, locura, algarabía. Pero con todo eso la gente se divierte, ríe, canta, baila, arrolla y goza. Y es “porque las almas desnudan sus ansias secretas, y en medio de la ardiente y bulliciosa bacanal sonríe con sonrisa misteriosa el Carnaval”.

YA NO SON LOS MAMARRACHOS QUE ERAN ANTES

Apreciadas en conjunto, las fiestas del pasado Carnaval de Santiago de Cuba han superado a todas las anteriores en entusiasmo, alegría, suntuosidad y orden. Y ya va siendo hora de que los encargados de su organización sustituyan el remoquete de “Mamarrachos” con que pintorrean los carteles de Propaganda, por otro que sea fiel expresión de su realidad.

Mamarrachada es una acción ridícula, necia, mal hecha, y estas fiestas aparte de sus fallas y lunares, que los tiene aunque en cantidad disimulable, resultan ya exponentes de un conjunto de hechos en los que privan el gusto más refinado y el arte más exquisito.

LA TRADICIONAL RIVALIDAD DE “EL TIVOLÍ” Y “LOS HOYOS”

No se puede calcular el costo de esos trajes lujosos, brillantes y artísticos lucidos por los cientos y cientos de integrantes de las treinta comparsas y paseos que desfilaron delante del jurado a todo lo largo de la Carretera Central, desde la Avenida de Victoriano Garzón hasta la Avenida de Martí, durante los días 25 y 26, Santiago y Santa Ana. Los premios ofrecidos jamás habrían de compensar el elevado desembolso realizado. No se aspiraba al triunfo en lo material, sino a la gloria del triunfo.

Los dos barrios santiagueros de tradicional rivalidad, “El Tivolí” y “Los Hoyos”, concurrieron como en épocas anteriores a discutirse palmo a palmo la victoria. Pero esta vez no eran los «congueros» abigarrados de contorsiones libídinosas y lascivas de tantas otras veces, sino la reunión de voluntades afines en el empeño plausible de superación artística para arrancar espontáneos y estrepitosos como los arrancaron al desfilar, aplausos interminables. Hasta los  “bongoseros” vestían trajes con relucientes lentejuelas y lograban dominar su innata propensión al lujurioso contorneo.

Los Hoyos y El Tivolí fueron las últimas comparsas en el desfile. Una y otra tenían sus grupos de partidarios ardorosos en la enorme multitud que llenaba las tribunas, ocupaba las sillas enfiladas a ambos lados de los bordes de la carretera, o permanecía de pie, tras de las sillas o en las aceras libres o sentados en las laderas de las lomas aledañas, resistiendo valientemente los inmesericordes rayos de un sol que abrasaba. (Los palcos con seis sillas tenían como precio «oficial» ocho pesos por cada  día; los  asientos de preferencia. $1.25; los asientos de grada. $1.00;  las sillas de las aceras, 60 centavos.

Este es uno de los «lunares» de las fiestas, a los que si les cuadra bien el remoquete de “mamarrachos»…   para los que tuvieron que pagar tan elevados precios). Cuando se anunció el desfile de «Los Oriundos de Cuba» se escuchó un clamor general y ensordecedor: «¡Abran  paso que ahí vienen Los Hoyos!» Después desfiló «El Origen de El Tivolí», lujoso y espectacular como Los Hoyos. Entre los componentes de la comparsa de El Tivolí marchan del brazo un paralítico y un sordomudo, que olvidando su infortunio por unas horas, se hermanaban para disfrutar de la alegría reinante.

 SI HUBO “BRONCAS” FUERON ESPORÁDICAS

No faltaron  algunas broncas, pero fueron pasajeras o esporádicas. Las fuerzas del Ejército y de la Policía Nacional, lograban imponer enseguida el orden, actúando con discreción pero con firmeza dondequiera que asomaba la algarada. De una parte el Coronel Margolle, Jefe del Primer Distrito Militar que muchas veces se le vio personalmente dando instrucciones  a sus subordinados y de otra parte el Comandante Villa Romero, Jefe de la Policía, tomaron todas las medidas necesarias para evitar lo que era corriente en años anteriores: que muchos  se aprovecharan  de los carnavales para vengar viejos agravios y muchos «se pasaron de la raya» cometiendo desmanes y tropelías. Se puede afirmar, sin que en ello haya exageración, que el orden más perfecto imperó durante la celebración de «La Semana Santiaguera».

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