En la ciudad de Matanzas hemos disfrutado de la espléndida belleza del valle de Yumurí. El historiador Urbano Martínez Carmenate, autor del libro García Lorca y Cuba cuenta que cuando el Príncipe Alejo de Rusia, hace más de un siglo, presenció el increíblemente precioso valle matancero desde la Ermita de Monserrate, exclamó: “¡Solo faltan Adán y Eva para que esto sea el paraíso!”.
Los que han tenido el placer de asomarse a este paisaje no pueden olvidarlo. Recuerdo a mi profesor Mauricio Daily del Seminario en el que hice mis estudios pastorales. El ilustre ministro metodista y venerable educador nos contaba que todos los sábados al atardecer cumplía la cita que había contraído con la Ermita y que desde sus escalones se extasiaba observando las palmas que se alzan tratando de besar el cielo, aspirando la suave brisa perfumada que desde el horizonte llegaba a su rostro. “Sentía de tal manera la presencia de Dios en mi corazón, decía, que me llenaba de fuerzas y entusiasmo para edificar mi vida espiritual”.
Mi testimonio personal es que antes de salir de Cuba, con el raro presentimiento de que nunca emprendería la ruta del regreso, quise visitar algunos lugares que fueron especiales en mi vida. Uno de esos lugares fue el Seminario desde el que se divisa el sinuoso río Yumurí que fertiliza los surcos del valle, llegando ya viejo y cansado a su encuentro con el mar y otro, el valle con su Ermita. Acompañado de mi familia, caí de rodillas en el portal de la Ermita y encendí de amor a Cuba mi corazón al mirar por última vez, con ojos humedecidos la frondosa expansión del valle.
De acuerdo con documentos históricos la Ermita empezó a construirse el 8 de septiembre del año 1871, pero no fue finalmente inaugurada hasta cuatro años después, en diciembre del año 1875. En Cuba existió una Sociedad Catalana de Caridad, procedentes la mayoría de sus miembros de Cataluña, en España. Decidieron los catalanes, fascinados por la belleza del valle, levantar un templo en honor de la Virgen de Cataluña, matrona de la provincia ibérica y venerada en Barcelona por millones de personas que desde todos los rincones del mundo visitan la pintoresca y acogedora ciudad.
La Ermita de Monserrate es un humilde y sencillo santuario que ocupa un lugar cimero en la historia del desarrollo de la ciudad de Matanzas. Fue una de las primeras edificaciones en la naciente comunidad de San Carlos y San Severino de Matanzas, y componente esencial de nuestras tradiciones religiosas y culturales. Se afirma que los edificadores de la Ermita eran en su gran mayoría catalanes que querían exaltar su devoción en las acogedoras tierras que le ofrecieron amparo. El modelo usado para su construcción fue basado en el monasterio de Cataluña.
Se ha comentado profusamente que las estatuas talladas en piedra que se hallan a la entrada original del Santuario fueron instaladas en ese sitio por una compañía cinematográfica que filmó una película aprovechando la espectacular escena del paisaje circundante. Lucieron tan bien y apropiadas que las dejaron permanentemente. Lo cierto, sin embargo, es que estas columnas fueron traídas directamente de España y representan las cuatro provincias catalanas. La imagen en el altar mayor es la de la Virgen de Monserrate, copia textual de la original que se venera en Cataluña.
Los años transcurren y los cambios suceden de manera inevitable. En un pasado distante se celebraban verbenas populares alrededor de la ermita, y se organizaban procesiones que reunían a millares de creyentes. Los catalanes tuvieron su auge en Matanzas, pero con el crecimiento poblacional fue diluyéndose la influencia de la que ayer disfrutaron. La ermita conserva su identidad histórica, pero hoy día es mayormente un centro turístico que usan los visitantes que son atraídos por la sin igual belleza del valle para tomar fotografías o filmar películas.
Recordamos, porque fuimos testigos y actores, la época en que la Ermita era esencialmente un santuario en el que se expresaba la devoción religiosa de centenares de fieles de todas las procedencias. No dudamos que hoy día haya, preferentemente, personas de edad avanzada que acudan a la Ermita para orar, meditar y alabar. Yo guardo el recuerdo de la oportunidad en que nos congregamos centenares de creyentes alrededor de la Ermita, teniendo como objetivo esperar la salida del sol para celebrar la Resurrección de Jesús.
Correspondió a la Sociedad Protectora Catalana de Naturales de Cataluña, Baleares y Descendientes de las Provincias, cuya directiva estaba integrada por importantes personalidades locales, organizar los festejos y romerías que realizaban cada año sus miembros en las Alturas de Simpson, nombradas muy pronto de Monserrate, en honor a la Patrona de su tierra natal. Durante el transcurso de 1871 nació en el seno de la Sociedad la idea de dotar a la colonia catalana matancera de una Ermita consagrada a la Moreneta, en lo más elevado del accidente geográfico que tanto les recordaba la sagrada montaña de Monserrate. Asumió el rico hacendado José Baró Sureda, secretario de la Sociedad, la honorable misión de presentar el 12 de septiembre de 1871 a la Junta Directiva la moción correspondiente, la cual fue aprobada por unanimidad.
De inmediato, fue nombrada una Comisión compuesta por el propio Baró y Sureda e integrada, además, por los miembros de la Directiva de la Sociedad: Francisco Aballí, Bartolomé Borrell, Casimiro Gumá, quien llegó a ser alcalde de Matanzas, y Salvador Contaminas, a la cuales se les encargó la presentación del proyecto y del presupuesto necesario para erigir el edificio. Poco después, aprobadas ambas propuestas, se logró que el 30 de septiembre de 1871 los sucesores de los propietarios Diego Lorenzo y Antonio María Simpson donaran 32.500 metros planos de terrenos para erigir el templo.
El permiso para la erección de la Ermita sobre la explanada de una de las colinas del antiguo potrero de María Alfonso de Aramas fue concedido, según consta en el Registro de la Propiedad de Matanzas, el 24 de octubre de 1871 por el Gobernador del Obispado de Matanzas, por el Vice Real Patrón asociado al Cura Vicario de Matanzas, y el apoyo legal del Gobernador de la Atenas de Cuba.
Dada la elevación del sitio señalado para la erección de la Ermita, la tarea de construcción fue lenta y difícil; pero con un dedicado espíritu de trabajo y sacrificio finalmente se logró el esperado milagro, y allí la tenemos, un par de siglos después, abierta a todos los corazones.
Concluimos citando parcialmente unos versos simplemente firmados por las iniciales M.C., y que fue publicado en el año 1892 en Matanzas por el periódico “La Aurora del Yumurí”:
“¡Monserrate!, tu nombre encierra
Aquí esperanza y unión
desde el día en que Colón
besó el polvo de esta tierra.
Matanzas que nunca yerra
al ver tu grandeza tanta
una Ermita se levanta
entre cimientos de gloria
para honrando tu memoria
contemplar tu imagen santa”.







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