Rafael Soto Paz (1950)

En el cielo de la poesía norteamericana, Edgar Allan Poe fulge como astro de primera magnitud. Llevó una vida dramática, llena de dolor, que supo traducir en versos inmortales.

Hijo de una actriz y un actor. Poe nació en Boston, el 19 de enero de 1809. Muy niño pierde a sus padres. Adoptado por la familia de John Allan, éste se encarga de darle una esmerada educación. Luego ingresa en la Universidad de Virginia, pero su carácter extraviado a causa del juego y la bebida motiva que lo expulsen. Ingresa en el Ejército. Pasa a la Academia de West Point y de aquí también lo echan por sus disipaciones (1831). Hasta ese momento el poeta ha producido bellos poemas que muestran su rica inspiración.

En 1836 contrae matrimonio con su prima Virginia Clem, a la que ama apasionadamente; continúa su labor literaria colaborando con las principales publicaciones de Richmond y Filadelfia. Pero en ninguna de estas logra mantenerse, a causa de su frecuente intemperancia. Por otra parte, la larga enfermedad de su esposa y la muerte de ella en 1847, sumen en honda postración al poeta. El dolor se vuelca en su fuente de inspiración llenando de enorme fuerza dramática su obra. 

En un acrecentar su vida fatal se vuelca en la bebida, sufre ataques de delirium tremens, hasta que una noche lo recogen en una calle de Baltimore. Se le conduce a un hospital y allí muere el 7 de octubre de 1849, como un guiñapo, olvidado, la excelsa luminaria de las letras americanas.

La obra de Poe es múltiple: escribió cuentos, poemas líricos, creó la novela policíaca, ejerció la crítica literaria… Pero su fama principal radica en sus maravillosas composiciones poéticas. De éstas se destacan, traducidas ya a los idiomas civilizados: “El Cuervo”, “La Campana”, “Annabella Lee” y “Tamerlane”.

En sus cuentos y relatos fluye un arte excepcional que penetra en el misterio de las cosas “más allá del tiempo y del espacio”. De ellos se recuerden: “El crimen de la calle Morgue”, “La máscara de la muerte roja”, “El Misterio de Marie Rouget”, “El escarabajo de oro”.

Sus críticas literarias y sus conferencias merecieron también la admiración de los círculos culturales de su tiempo. Como escribe un historiador de la literatura norteña: “En su naturaleza intelectual, Poe era una extraña conjunción; una imaginación perpetuamente excitada, con sombras de temor y de ruina. Unido a ella, poseía un poder analítico, una exactitud científica, una honda ingenuidad, que valoraban sus profundos conocimientos del arte de la versificación”.

La influencia literaria de Edgar Allan Poe, acrecida principalmente después de su muerte, llegó no solo a los círculos de su país natal, incluso trascendió a Europa, marcando pujante sello sobre los poetas allá.