Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
Joaquín María Albarrán Domínguez, nació el 9 de mayo de 1860 en la calle Colón # 113, en la ciudad de Sagua la Grande, Las Villas (entonces Santa Clara), bautizado el 4 de agosto de 1860 siendo su padrino el médico cirujano, catalán Joaquín Ramón Fábregas, que ejercía la medicina en el mismo pueblo.
Su padre Pedro Pablo Albarrán y de la Calle había nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz-Andalucía), también era médico y se enamoró de María Micaela Domínguez de Lima (1827) una dama matancera de noble abolengo. Joaquín fue el penúltimo de los 6 hijos del matrimonio (Pablo, María Luisa, Pedro, Francisca y Cecilia).
Durante sus primeros años de vida, Joaquín disfrutó, junto con sus hermanos, los placeres de una vida agradable y cómoda, gracias a la buena posición económica de sus padres. Sus juegos se alternaban lo mismo en la ciudad como en la hacienda cercana, propiedad de su padre. Pero a los 4 años quedó huerfano. Su instrucción primaria la recibió en el colegio de Monjas Dominicas allí en Sagua.
SU FORMACIÓN
Al morir sus padres el Dr. Fábregas, fue nombrado tutor y en octubre de 1869 con 9 años y junto con Pedro, uno de sus hermanos mayores, ingresaron en el Colegio de Belén que entonces estaba en Compostela, entre Luz y Acosta en la Habana Vieja.
El 20 de junio de1872, Joaquín con 12 años y su hermano Pedro de 18 años, viajaron a Barcelona en compañía de su tutor, el Dr. Fábregas.
Se alojaron en la vivienda, propiedad del doctor en la calle Baños #16. Joaquín continuó sus estudios de bachillerato en el Instituto General y Técnico de Segunda Enseñanza hasta graduarse, en forma acelerada, el 23 de septiembre de 1873, con apenas 13 años. Ese mismo mes matriculó el Primer Año de Medicina, cuya facultad estaba situada entonces en el edificio que luego sería la Real Academia de Medicina.
Durante sus estudios en la Facultad de Medicina de Barcelona, Albarrán se destacó especialmente en las asignaturas de Anatomía: Disección y Anatomía Topográfica impartidas por los profesores Carlos de Siloniz (1815-1898), Jaime Farreras Framis y el cirujano Antonio Morales quienes le consideraban como el alumno más destacado.
Durante sus vacaciones prefirió practicar la disección anatómica, acudiendo a menudo al famoso “Corralet” del Hospital de Santa Cruz. Un bedel llamado Cisquet, recordaba la aficción anatomista de algunos jóvenes, pero sobre todos la de un cubano llamado Joaquín Albarrán, quien durante las vacaciones disecaba los cadáveres que diariamente eran depositados en el Corralet y allí transcurrían los días de asueto veraniego del joven cubano.
Su hermano Pedro ya estaba estudiando su carrera.
En 1875 se mudaron los hermanos para una casa en la calle Paseo de Gracia #25. Posiblemente los dos hermanos, que querían ser médicos, se fueron para España porque el 27 de noviembre de 1871, fusilaron a 8 estudiantes de Medicina, aunque los detenidos fueron 45 en total y La Corona había prohibido a los jovenes estudiar en EE.UU, por miedo a que se contaminaran políticamente.
A LOS 17 AÑOS
Joaquín en noviembre de 1877 obtuvo el grado de Licenciado en Medicina y Cirugía, a los 17 años y con la calificación de Sobresaliente. Enseguida se trasladó a Madrid para realizar su Doctorado en la Universidad Central, después de cursar las asignaturas de Historia de las Ciencias Médicas, Análisis Clínicos e Histología Normal y Patológica, el 29 de junio de 1878 obtuvo la calificación de Sobresaliente por su tesis doctoral, el Contagio de la Tisis, obra inédita pero desaparecida para muchos que han tratado de encontrarla en los archivos consultados y cuatro años antes que Koch presentara a la Sociedad de Fisiología de Berlín (1882) la identificación del bacilo causante de la tuberculosis.
En la primavera de 1878, cuando Joaquín estaba recibiendo las clases de Histología, impartidas por el profesor Aureliano Maestre de San Juan (1828-1890) éste le presentó a uno de sus alumnos, el luego Premio Nóbel, de 1906, Santiago Ramón y Cajal con estas palabras: «aquí tiene usted a un colega cubano, al que también la investigación histológica le hace cosquillas en su espíritu».
SE HACE DOCTOR
En septiembre del mismo año recibió la investidura de grado de Doctor. Cumplida su misión en Madrid, regresó a Barcelona pero, su tutor quiso enviarlo para Alemania, vía París para que perfeccionara sus estudios.
En su viaje hacia París, el tren en el cual viajaba sufrió un accidente y se descarriló. Había heridos y la conmoción entre los pasajeros era total. Un empleado del tren preguntaba a gritos si había algún médico para asistir a los necesitados, pero Joaquín no pudo reaccionar a aquel llamado de emergencia.
Sin duda le afectó mucho y luego avergonzado por tal actitud, se prometió en ese instante no recordar que se había graduado como médico y decidió empezar desde cero los estudios en París, la ciudad que era en aquel momento el centro de investigación y desarrollo.
EN PARIS
En París se alojó en el Grand Hotel de la Plaza de la Ópera y dejándose llevar por la mundana vida parisina, vivió durante unos meses, una intensa vida de placer hasta al fin, concentrarse en su profesión. Esa historia la contó su discípulo y colega el profesor Maurice Heitz-Boyer (1876-1950) cuando vino como delegado de Francia al V Congreso Médico Cubano en 1921.
El movimiento quirúrgico en París era espléndido, debido a una feliz reglamentación en los servicios hospitalarios y a una mejor comprensión de las necesidades de la enseñanza. Por ello desechó la idea de viajar a Alemania y se inscribió en un curso de 12 lecciones de microscopía, ofrecido por el Dr. Paul Latteux, donde tuvo la buena suerte de conocer al fisiólogo Louis Charles Malassez (1842-1909) desde entonces la investigación y los estudios histológicos le apasionaron, siendo igualmente alumno del anatomista francés Louis A. Ranvier (1835-1922) quien en 1878 descubrió la mielina, sustancia que recubre los axones de las neuronas y los llamados nodos de Ranvier.
Luego también descubrió las células de Merkel-Ranvier que se encuentran en la placa basal de la epidermis. Ranvier como gran cultivador de los estudios histólogicos en College de France, logró apasionar a Joaquín Albarrán hasta formarle desde entonces un espíritu científico y adquiriendo suficientcs conocinientos fisiológicos, anatómicos e histopatológicos, que le proporcionaron amplias bases para su especialización urológica.
Siendo alumno de Ranvier, Albarrán le explicó a sus condiscípulos los trabajos prácticos de histología. Este profesor, al identificar las virtudes y conocimientos de Albarrán lo conminó a aspirar a los concursos de oposición de los Hospitales Parisinos, en los cuales con solo 24 años obtuvo, primero una plaza de Externo en 1883, y después, entre 400 aspirantes fue el primer ganador de una de 48 importantes plazas de Interno en 1884 y le concedieron el Premio Godard, por el Instituto-Academia de Ciencias dc París, que enaltecía anualmente al alumno más aventajado.
Además ganó medallas de oro y de plata de la Facultad de Medicina.
Asistiendo por las mañanas a las enseñanzas del professor Eduardo Brissaud (1852-1909) y por las tardes al College de France y al laboratorio de Louis Pasteur, cursó de nuevo las asignaturas de medicina. El profesor Brissaud le había aconsejado realizar un estudio sobre tumores testiculares, que le sirviese de Tesis Doctoral, pero no llegó a realizarlo por diversos motivos, entre los cuales y el principal era, su deseo de regresar a Cuba.
Fueron Ranvier y Louis Pasteur quienes lo persuadieron para que se quedara en Francia. Louis Pasteur y Joaquín Albarrán (siendo un internista), se hicieron notables al acuñar el nombre Bacillus pyogenes, al cual luego se le dio el nombre Bacterium coli.
En 1885, se incorporó a los Servicios Quirúrgicos de Trelat, publicando en este año su primer ensayo, “Presentación de un tumor renal”. En este mismo año, por sus conocimientos bacterio-lógicos fue enviado a España para estudiar los resultados de la vacuna anticolérica de Ferrén.
Un domingo de marzo de 1886, estando de guardia, y consciente del riesgo de su proceder, Albarrán no dudó en aspirar con su propia boca, el tubo obstruido de la traqueotomía en un niño aquejado de difteria. Salvó al niño de la asfixia, pero se contagió, tomando luego la increíble decisión de realizarse, con ayuda de un espejo, una autotraqueotomía, único modo de salvar su vida. Luego procedió a cerrar la herida y dio por terminada su auto-operación. Este hecho, puso de manifiesto el valor, la determinación, los conocimientos y su profesionalismo, así era Joaquín Albarrán.
Fue miembro distinguido de varias prestigiosas instituciones científicas, entre ellas: la Sociedad Anatómica de París (1888); la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana (1890); la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana (1890) y la Sociedad de Cirugía de París (1899).
EN PARIS Y ESPAÑA
Sus logros en París hizo que los más destacados urólogos españoles se preparasen a su lado, lo que contribuyó al renacimiento y auge de la Urología en España..
Urólogo completo, calificación que le ha sido dada porque cultivó no solo la dimensión clínica-quirúrgica, sino también, la científica de la especialidad, vinculándose con Ranvier, famoso histólogo de su época (La Anatomía Patológica aún no existía).
El matancero Dr. Enrique Lluria Despau al llegar a París para ampliar sus estudios conoció a Joaquín Albarrán quien le facilitó su entrada al Hospital Necker, el más grande de Europa en ese momento, dirigido por el eminente urólogo Guyón. Luego en 1891 también juntoa Albarrán, dio a conocer el cateterismo permanente de los uréteres (1891), un trabajo presentado a la Sociedad de Biología de París, donde plantearon los experimentos se hicieron en perros.
UN CRIOLLO
Albarrán vestía con impecable corrección tanto en traje de calle como en frac (smoking) e iba siempre con sombrero flexible de fieltro. De conversación amena y locuaz con un cierto agradable deje cubano, hombre a la moda del día, de sabia pulcritud, en fin su tipo era el de un criollo de pura cepa.
En el invernadero de su casa de retiro, sembraba árboles, palmas, flores y frutas de su añorada tierra.
Cuando murió el General Antonio Maceo envió 5,000 francos. Sus donativos a Sagua, cuando ésta sufría las inundaciones del río, como la de los años 1894 y1906, eran los primeros en llegar para alivio de los desamparados. Su casa en París era una lujosa mansión con puertas abiertas para cuanto paisano suyo a ella acudía. Porque el hecho de permanecer casi toda su vida en el exterior no lo desligó de Cuba, visitándola dos veces.
SUS VISITAS A CUBA
La primera visita tuvo lugar el domingo 20 de septiembre de 1885, el pueblo de Sagua la Grande recibió a su hijo predilecto, el cual regresaba cargado de grandes triunfos y se le organizó una gran fiesta en el Casino Español, donde brindaron por él los eminentes doctores Bonet, Planas, Rodríguez y Figueroa, además de los señores Gutiérrez, Godínez, Roa, Machado y López, entre muchos otros sagüeros emocionados de tener al sabio entre ellos.
Al día siguiente, se celebró una velada literaria-musical en el Casino de Artesanos, sobrecogido por los elogios, Albarrán expresó: Las canas aplaudiendo a un imberbe son un bálsamo a mi corazón y un estímulo a mi inteligencia.
Tampoco fue indiferente a la vida científica cubana, la segunda visita fue en 1890, Albarrán, a sus 30 años, volvió a disfrutar de un acogedor recibimiento, esta vez lo enaltecieron con la distinción de Hijo Predilecto de Sagua la Grande. En el banquete que sus colegas le ofrecieron levantó la copa para decir: “Brindo, señores, porque se le den a Cuba los elementos que le faltan para su completo desarrollo científico y por el porvenir de la ciencia, que tendrá consigo el porvenir moral y material de la tierra en que nacimos”.
PATRIOTA
Albarrán era amante de su patria. Si alguien ofendía de palabra a Cuba, o menospreciaba a algún cubano valioso, estaba él presto para la defensa. Así ocurrió con cierto señor que pretendió mancillar la fama y gloria bien ganada del sabio cubano Carlos J. Finlay, a quien le querían arrebatar el mérito de haber descubierto el agente transmisor de la fiebre amarilla. Entonces salió en defensa de su compatriota y afrontó al señor con esta expresión: ¡Atrás, nada contra Cuba, nada contra los cubanos!
Unos días despues se fueron para La Habana para participar junto al profesor Guyón y el Dr. Enrique Lluria Despau (matancero) en el Primer Congreso Médico Regional Cubano de enero de 1890.
El semanario El Fígaro, fundado en 1885, recogió las palabras del ilustre sagüero, donde quiso explicar que para acceder a tan elevados cargos debió adoptar la ciudadanía francesa: «Si los azares de la vida me han hecho adoptar por patria a la gran nación francesa, nunca olvido que soy cubano y siempre tenderán mis esfuerzos a hacerme digno de la patria en que nací.»
Precisamente estas palabras están grabadas en el Monumento a Joaquín Albarrán situado a un costado de la iglesia parroquial de Sagua la Grande, en el parque que lleva su nombre. Se construyó en 10 meses en Roma, Italia, en el año 1910, en el taller del escultor cubano José Vilalta de Saavedra quien empleó mármol de Carrara de la mejor calidad y cobró 25,000 liras. Fue inaugurado el 2 de enero de 1911.
SUS ASCENSOS
El 14 de noviembre de 1906, tomó posesión de la Cátedra de Vías Urinarias. A los 46 años de edad, Albarrán era el profesor más joven de la Facultad de Medicina, único hispanoamericano. En su lección inaugural titulada: «Clínica de las enfermedades de las vías urinarias», expuso su novedosa concepción del desarrollo de la Urología en los próximos años, en su doble condición de especialidad médico-quirúrgica, tal como se concibe hoy.
Dos años más tarde, el 30 de septiembre de 1908, al presidir el Primer Congreso Internacional de Urología en París, fue reconocido como el primer cirujano urólogo del mundo. En sus palabras de bienvenida, brindó por «la obra de la ciencia que ignora las fronteras y reúne los pueblos en su ideal común de progreso».
Un hombre de capacidades excepcionales, el cirujano urólogo más famoso de la época a nivel mundial. Un hombre que se daba el lujo de cobrar honorarios enormes. Operó al rey Guillermo I de Alemania, tranquilamente le pasó la cuenta de $25,000 dólares, esa era la tarifa a que había llegado su prestigio.
Albarrán no se daba reposo. Atendía a sus pacientes en su sala del Hospital Necker, volcaba en sus discípulos lo mejor de su vocación pedagógica, atendía pacientes procedentes de todas partes del mundo, en su casa de la calle Solferino a orillas del Sena. Por la noche, hasta altas horas, escribía las páginas de sus obras didácticas consideradas magistrales.
Medio siglo después de la muerte de su autor, el gran urólogo catalán Antonio Puigvert, expresaría de ellas: “en la obra de Albarrán muchas de las ideas actuales, están allí más o menos esbozadas y definidas; en los fundamentos de sus tesis y en los resultados de sus investigaciones intuyó conceptos que constituyeron las piedras fun
damentales del gran edificio inmediato de la urología actual».
CUATRO HIJOS
El Dr. Albarrán tuvo cuatro hijos: Georgette (1892-1982) y Pierre, ambos frutos de su matrimonio con la joven italiana, Pauline Ferri (1868-1898) con quien se casó el 29 de octubre, 1891. Luego de enviudar se casó en 1899 con la hermosa dama de origen español, Carmen Sanjurjo Ramírez de Arellano (1875-1930) nacida en París y madre de Raymond (1900) y Suzanne (1901).
Desde 1908 empezó a tener problemas de salud, padecía de Diabetes Mellitus y una tuberculosis contraída accidentalmente mientras atendía la nefrectomía de un paciente del hospital Necker.
Con el frío amanecer de las 6 de la mañana del miércoles 17 de enero de 1912 en la habitación de los altos más cercana al mar, de su casa en Arcachon (a 65 km de Burdeos y 650 km al Suroeste de París), falleció, a los 51 años, el gran maestro de la Urología moderna.
Triste el dolor de su joven viuda (36 años) y de sus 4 hijos, testigos todos de una larga agonía. En la prensa de su pueblo natal salió esta nota: «La muerte del Dr. Joaquín Albarrán ha causado aquí un dolor inmenso, el pueblo ha vestido de luto”.
Desde su Villa en Arcachon, sus restos fueron conducidos y expuestos en su casa de París. En el vestíbulo de la Facultad de Medicina, se le rindieron honores por última vez. En el cortejo, estaban presentes personalidades del gobierno francés, celebridades científicas y de la intelectua-lidad francesa e hispanoamericana. El General cubano Enrique Collazo representaba a un país de duelo, más atrás desfilaban los pobres quienes lloraban, operados en su mayoría, a los que devolvió la vida y los amparó después económicamente, en tiempos en que no existía la Seguridad Social.
SOLEMNE FUNERAL
A las 11 de la mañana del domingo 21 de enero, se efectuó el solemne entierro en el panteón familiar del Cementerio de Neuilly-Sur-Seine (5 km al Norte de la Torre Eifel) donde fueron pronunciados siete discursos de despedida.
Al Dr. Enrique Morado, amigo y testigo de sus últimos días, le hizo el encargo de que «remitieran a Sagua su toga, bonete y medalla de oro”.
Fue miembro y vicepresidente de la Asociación Francesa de Urología, la Sociedad de Cirugía y de la Sociedad Anatómica, además de conseguir diversas distinciones por sus importantes trabajos, se le concedió tres veces (1884, 1893 y 1903) el Premio Godard de la Academia de Ciencias de Francia; en 1897, El Premio Barbier de la Universidad de París; tres veces (1897,1899 y 1904) el Premio Tremblay de la Academia de Medicina; en 1889 el Premio Oulmont, de la Academia de Medicina de París.
Nominado al Premio Nobel de Medicina en 1912.
Según han planteado algunos urológos, el mejor homenaje que se le puede rendir es reivindicar el injusto olvido de su genial descubrimiento, hecho con rigor científico en el área de la embriología e histología, de las glándulas prostáticas centrales o «periuretrales» que llevan su nombre, basado en el diferente origen embriológico con respecto al resto de la glándula, región periférica o próstata propiamente dicha, según propia denominación del autor. Es más, esta autoridad de la Urología señaló que en ellas tenía su origen anatómico, la hiperplasia benigna de próstata (HBP),»adenoma» según su concepto.
Tan pronto como al año de su fallecimiento, empezó el cuestionamiento a su genial descubrimiento.
Lowsley, autoridad urológica americana de la época, concluyó que ellas no formaban parte de la próstata. Sin embargo, Weyrauch renombrado urólogo inglés, dice: “el grupo sub- cervical de las glándulas de Albarrán desarrolla un mes después de la aparición de la próstata. Consisten en pequeñas y delicadas evaginaciones del piso de la uretra prostática proximal al cuello vesical».
SU APORTE
Albarrán aportó alrededor de 10 obras de enseñanza de conocimiento mundial. Veinte instrumentos, algunos originales y otros modificados, entre ellos Le onglet d´Albarran, la conocida uña que le dio una gran versatilidad técnica e investigativa al Litoscopio de Nitze, y cuya utilidad hoy se demuestra en los equipos modernos de endoscopia.
Descansaba su saber en el conocimiento sólido y el dominio de la Anatomía, la Bacteriología por haber colaborado con Pasteur, la Histología con Ranvier y la Cirugía con Guyon, todos ellos fueron, en algún momento, sus predecesores.
Se utilizan varios epónimos con el nombre de Albarrán. Las «glándulas de Albarrán» o «túbulos de Albarrán Domínguez».
El «signo de Albarrán» es sinónimo de signo de cáncer en la pelvis del riñón y también la hemorragia que sobreviene durante un cateterismo uretral, cuando el líquido inyectado distiende la pelvis renal.
La «uña de Albarrán» es un aditamento o complemento de los cistoscopios de trabajo para dirigir los catéteres ureterales.
La «prueba de Albarrán» consiste en valorar el grado de pérdida de tejido renal midiendo volumen y concentración de la orina eliminada.
La «enfermedad de Albarrán» es la colibaciluria.
La «operación de Albarrán» consiste en la resección de la pelvis renal dilatada.
El «uretrótomo de Albarrán» es un instrumento que sirve para realizar cortes a ciegas y con una guía flexible para atravesar la estrechez.
Entre los instrumentos que diseñó, el más significativo fue sin duda la palanca de Albarrán, que permitiría la cateterización ureteral de forma natural. Albarrán tuvo una inspiración mientras dormía y la diseñó al despertar por la noche; al día siguiente solicitó a Collin Company que hiciera realidad su idea.
Su apellido
Su apellido le ha dado nombre al Pabellón de Urología del Hospital Cochin de París, al Pabellón Albarrán del Hospital Calixto García, a la Cátedra de Urología de la Universidad de La Habana, al Hospital Clínico Quirúrgico, de la calle 26 en Nuevo Vedado y a una calle en la sureña ciudad de Perpiñán en la costa mediterránea francesa.
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