El problema del orden y la disciplina en los Centros de Segunda Enseñanza

Written by Libre Online

3 de noviembre de 2021

El doctor José J. Nodarse, catedrático de Psicología y Cívica del Instituto de Matanzas, sociólogo distinguido y autor de numerosos libros de Segunda Enseñanza, es el autor de este trabajo sobre un tema de gran actualidad. Los lamentables sucesos del Instituto de Matanzas son aquí comentados por uno de los profesores de dicho plantel.

La crisis histórica que sufrió nuestro país de 1930 a 1933, en la que fueron actores principales un puñado de estudiantes, que formaron la punta de lanza del movimiento revolucionario, dejó como secuela negativa un estado endémico de rebeldía e indisciplina en los centros de enseñanza.

La gesta heroica de este grupo de jóvenes en lucha desigual contra un régimen de opresión y tiranía inflamó la imaginación de las masas estudiantiles que vinieron después, animadas por la ambición de emular con ellos en la acción, pero hacia los generosos ideales y el espíritu de sacrificio que en 1930 sirvieron para justificar la peligrosa decisión de bandonar el estudio para lanzarse a la consecución de fines nobles aunque fueran por necesidad, ajenos a la condición de estudiante en si misma. Y como en las cuestiones sociales los procedimientos cuentan tanto o más para la determinación de los resultados, de la actitud  de los estudiantes de 1930 quedó una caricatura de la forma y se ausentó el espíritu, dejando en los de ahora un estado de conciencia que agota su contenido en el culto a la rebeldía misma, una violenta repudiación del normal acaparamiento de la autoridad, que refutan sometimiento denigrante y sobre todo, una desorbitación en los métodos y en los fines que constituyen, por si misma, la negación del proceso y de la tradición que pretenden imitar o haber heredado.

La falsa creencia en la continuidad histórica del espíritu revolucionario que ciertos núcleos estudiantiles supusieron encarnar, produjo una honda perturbación de la función docente que de más en más fue gravándose, en un proceso gradual de degeneración.

Este resultado es producto inmediato de diversas causas. La mala política una de ellas, en cuanto sin escrúpulo moral alguno ha echado mano al estudiante para resolver desórdenes, los ha azuzado contra profesores o autoridades cuya actuación lesionaba sus intereses, o bien ha estimulado, el desenfreno con una pasiva tolerancia a las violencias y desmanes. Otra muy importante, es el profesor inmoral o desmoralizado, que para no buscarse problemas con los “muchachos” se allana a toda exigencia, halla disculpa para todos los sucesos y en voz baja declara su simpatía con la protesta contra cualquier medida de orden o disciplina.

Los frutos de este árbol torcido fueron los que tenían que ser centros, no de educación, sino de deformación del carácter y la personalidad de jóvenes y adolescentes; y en ocasiones frecuentes, escenarios de tragedias de gángsteres, que llevaron a unos a la tumba y a otros al presidio.

Sin orden y disciplina la función docente no puede realizar sus fines de instruir y encauzar moralmente al joven educando. La ausencia de límites de respeto y autoridad, que trazan el necesario cauce a seguir en la educación, no puede conducir más que al desbordamiento, a la licencia y al desenfreno; a la vigencia de los impulsos primarios y apetitos desaforados.

Esta recuperación del cauce normal de la enseñanza es la noble tarea en que se ha empeñado el Ministerio de Educación desde hace dos años. Por supuesto la empresa no es fácil, las aguas desbordadas por el desmoronamiento de los diques de administraciones anteriores, se resisten a volver a sus canales naturales; el estudiante “profesional”, el aprendiz de líder y cuantos de un modo u otro son usufructuarios del crónico desorden de los centros de enseñanza, no se avienen con facilidad a perder sus ventajas, y ponen el grito en el cielo invocando principios que no han tenido tiempo de aprender ni entender, apelando ante la sociedad de la inaudita pretensión de imponer el orden y las buenas costumbres en los planteles.

El caso del Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas, es un episodio, el más reciente, de esta lucha por la recuperación de la normalidad docente.

Unos cuantos representantes de un pequeño grupo de alumnos, que estaban acostumbrados a hacer lo que les venía en ganas, que habían participado en cuantas huelgas, desórdenes de diversa índole y tomas del Plantel venían ocurriendo en los últimos años, junto a otros no tan díscolos, pero que seducidos por el mal ejemplo de ellos, se lanzaron ahora por el mismo camino de desorden y perturbación; fueron sancionados apenas de separación del Plantel solamente, para eliminar el foco de perturbación que ellos representaban dentro del mismo, pero sin ánimo alguno de venganza, como lo prueba el hecho de que los sancionados a la pena máxima hubieran podido continuar sus estudios en cualquier otro Instituto, o aún en colegios incorporados al de Matanzas, sin perder ni siquiera el derecho a los exámenes parciales.

Pero no era la lesión a sus intereses como estudiantes lo que les preocupaba, sino salvar su prestigio de líderes rebeldes al acatamiento de toda autoridad, y para conservarlo rehusaron seguir las vías legales y reglamentarias, que nunca se les negaron y mantuvieron la protesta violenta y desordenada a sabiendas de que ese camino conducía inevitablemente a la pérdida del curso, para ellos y casi un millar de sus compañeros, que se dejaron arrastrar mansamente a ese destino fatal.

Es así como la soberbia de unos cuantos díscolos ha impuesto a más de 950 verdaderos estudiantes y al propio Ministerio de Educación, la clausura del curso académico de 1950 a 1951, en el Instituto de Matanzas; pues el doctor Sánchez Arango fue puesto por ellos en la alternativa de  arruinar su obra de recuperación de la normalidad docente en los Institutos, conseguida a través de una ardúa lucha, o imponer al de Matanzas la suerte que sus alumnos mismos escogieron, unos pocos por acción dolosa y otros, los más, por omisión. Ya ha de ser consentida o aceptada por más tiempo la imposición de esta actitud rebelde, hubiera minado y soliviantado con el ejemplo, la disciplina y el buen orden en los demás planteles.

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