Palabras: Antonio Maceo Grajales

Ilustraciones: Armando Roblán

Texto: Luis Rolando Cabrera (1953)

“A los hombres de mi temple no les arredra ninguna situación por difícil que sea». Con esas palabras suyas quedan definidos el valor y la entereza de que hizo gala durante toda su vida, el general Antonio. No flaqueó ni ante la adversidad, ni ante la incomprensión, ni ante la muerte. La fortaleza de su cuerpo causaba asombro a propios y extraños. Herido y casi moribundo le trasladaban sus soldados mientras le defendía el fusil infalible de José. Y cuando los españoles creían estar en posesión de la codiciada presa, el general saltó sobre el caballo y se perdió en los vericuetos del camino. Por esas cualidades fue que mereció con justicia ser llamado el Titán de Bronce porque fue recio de cuerpo y alma”.

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