El entierro del enterrador

Written by Libre Online

5 de diciembre de 2023

Capítulo V

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

A la mañana siguiente, tan pronto Felipito llega al cementerio, Generoso, lacónico, con expresión entre divertida y enigmática, le pide que lo siga.

Llegan hasta el umbroso panteón de los Díaz Romero. El enterrador se sienta encima de la tapa y del bolsillo superior de la camisa extrae varios cascabeles.

-¿Sabes qué son? -y los hace tintinear frente al rostro del joven.

-Cascabeles… -responde sorprendido. 

-Con ellos voy a fabricar dos pulseras. Una para tu muñeca derecha y otra para tu muñeca izquierda. Quiero que las uses. 

-¿Para qué…?

-Esa será la única forma de encontrarte cuando te me pierdas dentro del cementerio. 

-¡Tú estás loco!

-¡Loco estás tú cabrón! -Generoso exclama y de uno de los bolsillos traseros del pantalón saca la publicación pornográfica. ¿Y esto? ¿De quién es esta mierda? -la enarbola triunfal.

-Yo no sé… no es mía… -tartamudea evasivo.

-¿Que no es tuya? -lo cuestiona-. En cuanto agarré este librito comprendí la bobería y la flaquencia que tienes.

-Generoso… yo…

-¡Tú nada! -lo ataja brusco-. Lo que necesitas es una mujer y no andar leyendo, escondido por los rincones, estas porquerías que acaban con el poco cerebro que tienes. Estoy cansado de decirte que vayas con Boca Chula para que te quite el atraso.

La vergüenza colorea el rostro del joven y los labios se le desfiguran en un puchero.

-No quiero… no puedo… -gimotea.

-¿Que no quieres ni puedes acostarte con una mujer?

-¡Tengo miedo! -prorrumpe.

-¿Miedo a qué…? ¿A las mujeres?

Entonces Felipito, con voz entrecortada por los sollozos, descarga su frustración.

– …y Eloína le dijo al Jabao que yo la había llenado de baba. Me tenía asco; ¡siempre me tuvo asco! -termina sacudido por el llanto.

El sepulturero apenado y afectuoso se aproxima al joven. Con rudeza tímida le pasa el brazo derecho sobre los hombros y a manera de consuelo repite lo mismo que dijo la tarde en que Felipito empezó a trabajar en el camposanto.

-A lo mejor el día que te acuestes con una mujer se te corta la baba. Dicen que el amor hace milagros -amplía.

-Tengo miedo a que me cojan asco -se aterra.

-Está claro que Eloína no estaba interesada en ti. Con baba o sin baba a cada macho le llega su hembra. Pero mientras tanto puedes refrescarte con otras. Una mujer como Boca Chula, siempre que le pagues, no se fijará en tu baba. ¡Anímate! -persevera.

-No lo haré -es categórico.

-No te obligo a nada. La decisión final es tuya -Generoso transige-. Pero que conste, aquí en el cementerio no vuelvas a traer libritos de relajo.

-Te lo juro por la salud de mis padres -afirma.

-No tienes que jurar nada -el enterrador lo ataja- ¡Pero mira bien lo que hago con esta mierda! -exclama furibundo. Alza la revista y la rasga en pedazos-. Y ahora a trabajar que nos ha cogido tarde.

***

Los días, las semanas y los meses se alojan en el camposanto con obstinación de arruga que cincela la piedra y marca el tiempo de los vivos en ciclos de sol, lluvia y luna.

Felipito se sobrepone al revés amoroso. Recobra la sonrisa húmeda de saliva y su mirada se aquieta en el reflejo cotidiano.

Por entonces su padre comienza a expulsar por el recto más sangre que nunca y a padecer de fuertes dolores intestinales. Contrario a la creencia de Eufemia el mal de Balbino no es hemorroidal. Un médico del hospital San Juan de Dios, adscripto, voluntariamente, a “La Liga Contra el Cáncer” que subvenciona el millonario y filántropo cienfueguero Eutimio Falla Bonnet, diagnostica un tumor maligno en el colon ascendente: “Si lo operamos lo único que lograríamos sería extenderle la agonía. Mejor llévenlo para la casa y que tome y le inyecten los medicamentos que voy a recetarle para aliviarle los malestares. Sugiero que le permitan hacer lo que le venga en ganas. Le quedan unas pocas semanas de vida.”

Felipito en una combinación de cariño filial y temor al futuro espectro del padre habla con Generoso.

-Ya estoy acostumbrado a Susanita y a los demás. Molestan, pero no son familiares míos. Una cosa es verlos a ellos y otra a mi padre. No me gustaría encontrarme con él todos los días y saber que es una figura como las que hablan y cantan en las dos películas mejicanas que pasan los domingos en la mati-née del cine Villaclara.

Generoso asiente comprensivo y responde.

-No es probable que pase. Mis padres murieron mucho antes que tú nacieras. Nunca los he visto y ya ni recuerdo ni en que nichos están sus restos. Román el zapatero, que tiene gracia espiritual, me explicó que es muy difícil ver a un familiar. ¡Claro que se dan casos! Pero en el nuestro no lo creo.

-Llévame a ver al zapatero -pide ansioso.

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