Por José “Chamby” Campos
Cuando se habla de Cuba es difícil no traer el tema del béisbol o mejor dicho “Pelota”. El cubano no juega béisbol, el cubano vive la pelota. Todo hombre anhela que su hijo o nieto sea pelotero porque eso es un símbolo de triunfo. “Mi hijo es el pitcher estelar de tal equipo” representa más prestigio que “Mi hijo es ejecutivo de tal banco”. “Mi nieto es el cuarto bate de tal novena” es motivo de gran orgullo.
La mujer cubana conoce y opina sobre la actividad de las bolas y los strikes como ninguna otra. Mientras damas de otras nacionalidades discuten sobre modas, música u otros temas; las nuestras comparten con sus familias los últimos resultados de los equipos del momento.
Únicamente en un país totalmente enamorado de su deporte ocurre algo parecido a lo que sucedió en Cuba durante los años cincuenta. Allí el creador de un ritmo que hizo bailar al mundo entero compone una canción que hace sensación basada en las hazañas de un pelotero; ese fue el caso de cuando Enrique Jorrín compuso “Miñoso al bate”. En ese momento la nación completa comenzó a cantar “Cuando Miñoso batea de verdad, la bola baila el Cha Cha Cha”.
Los cubanos se compenetran con sus ídolos de una forma peculiar. Aparte de los logros y actuaciones en el terreno, también se conocen los aspectos de la vida y milagros de los atletas.
¿Qué cubano no le cuenta con orgullo que el lanzador Adolfo Luque era más conocido como “Papá Montero” y que con los Rojos del Cincinnati tuvo una temporada de 27 victorias y 8 derrotas con un promedio de carrera limpias por juego de 1.93?
¿Qué paisano mío no sabe que José de la Caridad Méndez era conocido como “El Diamante Negro” y que le ganó a equipos de Grandes Ligas cuando estos visitaban la isla, o que Pedro Formental era “Perico 300” y a su vez el jugador favorito de Fulgencio Batista?
La geografía también va de la mano del deporte en forma de apodo. He aquí varios ejemplos: Roberto Ortiz siempre será recordado como “El Gigante del Central Senado”, Conrado Marrero fue y será eternamente “El Guajiro de Laberinto” mientras que Sandalio Consuegra fue y seguirá siendo siempre “Potrerillo”. Estos son solo unos ejemplos de decenas de ellos.
El argot beisbolístico se ha incorporado en la rutina de la vida cotidiana de una manera sin igual, al punto que cuando alguien tiene una decisión difícil de tomar comentan, “Lo pusieron en 3 y 2” o cuando una novia rompe con su novio a este le dicen: “Te la dejaron en la mano” o si alguien es sorprendido siéndole infiel a su cónyuge la frase es “Lo cogieron fuera de base”. Si la persona obtiene un gran triunfo lo felicitarán diciéndole “La sacaste del parque” pero por si acaso el resultado es algo espectacular entonces le dicen “Diste un jonrón con las bases llenas”.
Nuestros peloteros no se ponen viejos. Todo lo contrario, sus hazañas continúan vivas aun cuando el atleta se retira y comienza otra posición o empleo fuera del terreno. En cuantas ocasiones no escuchamos a un compatriota comentar: “Fulano es un excelente abogado, él era la segunda base de aquel equipo”, o “Mengano es el mejor pintor de carros del mundo, te acuerdas que era un cátcher fabuloso” o “Zutano es un magnífico dentista, no te olvides que era un tremendo jonronero”. Es como si las facultades del deporte las hubiera trasladado a su nueva carrera.
En fin, mis amigos lectores, que nosotros los cubanos somos los eternos enamorados ya que la “pelota” para un cubano va más allá del deporte y se convierte en una pasión.
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