En este libro se narra el increíble comportamiento y manejo de la situación
creada por la militarización soviética de Cuba que culminó con la instalación de los misiles de mediano alcance. El autor señala con el dedo acusador a los hermanos Kennedy y destruye el mito falsamente creado por los apologistas. Ros pone al desnudo ese mito y leyenda, para que se conozca la angustiosa y
sangrante realidad.
LAs organizaciones
revolucionarias
(IX de XIII)
Barroso y Palmieri habían trabajado unidos por largo tiempo. Ambos, junto a Virgilio Campanería, Alberto Tapia Ruano, Tito Rodríguez Oltmans, Rosendo Prendes y otros, constituyeron el SAC (Salve a Cuba), una de las primeras organizaciones estudiantiles que se enfrenta a la penetración comunista en la Universidad a La Habana. Juntos forman parte de un alzamiento en San Cristóbal, Pinar del Río, en noviembre de 1960. Reciben, por el Mariel, armas transportadas por Aldo Vera, que es el Coordinador de Suministros de Unidad, movidas hasta La Habana por Gabriel Márquez; armas que serán temporalmente almacenadas por Marcial Arufe.
Marcial Arufe había ocupado una posición importante dentro del Movimiento 26 de Julio y sufre el rigor de la cárcel en la lucha contra el gobierno de Batista. Ante la evidente influencia marxista en el gobierno revolucionario se separa del 26 de Julio y comienza estrechas relaciones con grupos anticastristas; primero con el MRR y, luego, con Unidad Revolucionaria.
Como responsable de Abastecimiento mantiene frecuente contacto con figuras de ambas organizaciones.
En su apartamento junto al Río Almendares lo cercan miembros de la policía y del G-2 y se bate con ellos, junto a su esposa Olga Digna. Ambos mueren, no sin que antes haya caído el sargento Alvarez del G-2. Es una sensible pérdida para la lucha contra el régimen.
Vuelve Barroso a Pinar del Río. Se dirige al sur de Candelaria a recibir “un tiro de armas”. Esta vez, aunque recibirán el armamento equivocado, el suministro se hace por aire. Lo acompaña en este viaje Tito Rodríguez Oltmans que, en Unidad, está en Acción y Sabotaje. Recogen los huacales, pasan las armas a los sacos especiales y los transportan a La Habana. Era el dos de febrero de 1961. Dos de febrero. Fecha aciaga para este combatiente.
Un mes después, el 3 de marzo, sobre la finca de José Pujals, en la sabana camagüeyana, están descendiendo en paracaídas Emilio Adolfo Rivero Caro, Jorge García-Rubio y Adolfo González de Mendoza, en la operación a que hemos hecho referencia en páginas anteriores. Pasan los tres a La Habana y comienzan a operar.
Adolfo Mendoza funcionará como radioperador con Octavio Barroso, gran parte del tiempo desde el propio apartamento de Octavio, en Primera y B, en el Vedado. Trabajar con Barroso era funcionar con Pujals. Jorge García-Rubio, como ya señalamos, será el radioperador de Carlos Bandín. Lo será también de Emilio Adolfo Rivero Caro.
La tarea de Rivero Caro era otra. Se entrega a ella de inmediato, aunque las armas que debieron haber sido lanzadas por el avión que lo condujo a Camagüey nunca llegaron a sus manos.
Emilio Adolfo se va a volcar, sin descanso, a la preparación de dos acciones: un atentado a Fidel Castro y al asalto al Comité Central del Partido Comunista en Carlos III. Al llegar a la capital su primer paso (estamos, sin que en La Habana nadie lo sepa, a cuatro semanas de la invasión) fue ver a Rogelio González Corso (Francisco) y entregarle materiales que le interesaban. Ve, enseguida, a Efrén Rodríguez, con quien mantenía estrechos vínculos creados cuando ambos habían participado en operaciones de la Organización Auténtica (OA) con Plinio Prieto; pero Efrén es apresado en esos días y fusilado en ese mismo mes de marzo. Se reúne Emilio Adolfo con gente de distintos grupos. A través de Pepe Fernández Planas, de quien era amigo, había establecido contacto -desde antes- con gente del MRR para la coordinación de activistas y ayuda mutua.
Se había producido el descalabro del 17 de abril. A Emilio Adolfo, como a los cientos de jóvenes que se habían infiltrado para realizar las tareas a cada uno encomendadas, le sorprende, sin previo aviso, la invasión. Seis días después está en un apartamento de la Calle Línea donde, sin él saberlo, se habían reunido con alguna frecuencia otros conspiradores. Era el 23 de abril.
Llega el G-2 traído por un delator que sabía del apartamento porque algunas veces había estado allí pero no conocía a Rivero Caro. ¿El delator? Pedro Cuéllar. El mismo que en todo el proceso de la Causa 238 y en el juicio que habrá de celebrarse el 22 de septiembre ha ido identificando a todos aquellos que con él han estado relacionados. No puede delatar a Emilio Adolfo porque no lo conocía, pero Rivero Caro es detenido. Recorre el tétrico camino que conocemos: al G-2 de 5ta. y 14, a las “casitas” del Country, a La Cabana. Padece maltratos y torturas. Las resiste con su experiencia de “yoga”. En el juicio se niega a prestar declaración. Es condenado a 30 años, cumplirá 18 años y medio.
Por su parte continúa Barroso el esfuerzo antes iniciado, de agrupar a diversas organizaciones. En esta labor, más que lo asiste, lo dirige, por sus muy amplias relaciones, José Pujals. Avanzan las conversaciones unitarias con el MRP, el 30 de noviembre, el MRR, el Directorio Estudiantil Revolucionario, Rescate, Unidad y el MDC.
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