DATOS CURIOSOS. De América, dos leyendas: I- La Flor de Ámate (El Salvador)

Written by Libre Online

21 de mayo de 2024

Por María C. Rodríguez

El Ámate es un árbol muy conocido en El Salvador, este árbol es muy diferente a los demás en su estructura física. Su tronco es muy grueso y mal formado, pues tiene unas protuberancias (Si así se le pueden llamar), que hacen que el tronco parezca un rollo de cables mal hecho, sus ramas también están un poco mal formadas, si uno se fija bien en ellas tienen aspecto de garras. En fin, un árbol fuera de lo común, además de no dar ni flores ni frutos.

Pero la leyenda dice que este árbol tiene un negro secreto oculto entre sus deformadas ramas, y es que a las 12:00 de la noche en punto, en la copa de éste, nace una hermosa Flor Blanca, la cual cae al suelo y el hombre que logre agarrar esta flor, tendrá todo lo que quiera, Amor, Dinero y Salud, pero no es tan fácil, pues la verdadera prueba es luchar contra el Diablo, que es el dueño de esa flor.

Se dice que tiene que ser una lucha a muerte; si el Demonio gana, se lleva el alma de aquel hombre, pero si el hombre gana tendrá todo lo que él quiera. Se cuenta que las únicas personas que ven a este árbol florecer en cualquier época del año son los mudos, ya que se sabe que nunca dirán nada de esta flor encantada.

II- La Leyenda del 

jilguerillo (Guatemala)

Cuenta la leyenda que hace cientos de años una tribu indígena se estableció en la zona Atlántica de nuestras tierras. Entre ellos había un guerrero muy cruel llamado Batsu. 

Un buen día Batsu decidió buscar esposa y escogió a Jilgue, una hermosa joven que acostumbraba pasear por el bosque cantando como un pajarillo. Cuando Jilgue se enteró de las intenciones de Batsu huyó a esconderse en el bosque. Batsu estalló en cólera cuando supo que la joven había desaparecido y mandó a sus guerreros a buscarla. Al poco andar escucharon el canto de Jilgue. Pero cada vez que se acercaban al sitio de dónde venía el canto, Jilgue había desapareció. Entonces Batsu mandó a quemar el bosque. Cuando las llamas comenzaban a levantarse le gritó a Jilgue que si salía podía salvarse.

Ella le respondió que prefería la muerte. El fuego se hacía cada vez más fuerte. De pronto vieron como Jilgue cayó al suelo y agonizó. Pero un pajarillo color ceniza, con el pico y las patas rojas, comenzó a cantar sobre sus cabezas. No era el canto de un pájaro, era la voz de Jilgue, que desde entonces se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los bosques de nuestras tierras.

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