Cuba y sus lágrimas

Written by Rev. Martin Añorga

16 de febrero de 2022

Si yo fuera un individuo carente de convicción religiosa, afirmaría que  Cuba es una tierra de mala suerte; pero tal concepto lo atenúa mi fe, así que  prefiero reconocer, aunque el dolor me taladre el alma, que Cuba es una Isla  empapada en lágrimas.

Nuestra Patria fue la última colonia de España en América que se  deshizo de  las  cadenas después de sufrirlas por  siglos. No es que los cubanos no lucharan por su independencia, sino que todos  los actos de heroísmo que asumieron terminaron en la desesperanza, Incluyendo  la guerra del “95” que desembocó en el gobierno interventor de  Estados Unidos, algo que aunque demoró  la exaltación de nuestra bandera resultó positivo para el futuro inmediato de  la Isla. Nuestra bandera, a intervalos de tempestades, pudo mantenerse  orgullosamente erguida por 57 años. Hoy, ensombrecida por la infame presencia  de un nefasto régimen comunista, es una lágrima de franjas y  estrella.

Desde los inicios históricos del descubrimiento, de una u otra forma,  los cubanos se han enfrentado al férreo poderío de la metrópoli.  Imposible detallar en el espacio de que disponemos los actos heroicos que  cubren de dignidad nuestra historia. De forma incompleta y dispersa podemos  mencionar, a título de ejemplos, la brava insurrección de  los vegueros, los que tenían opciones para disponer de la venta de sus  cosechas y fueron injustamente privados de ese privilegio. Esta insurrección  provocó la renuncia del entonces gobernador Vicente Raja que se vio precisado  a regresar a España.

Durante el gobierno del Marqués de Someruelos , en 1809, floreció en  Cuba un espíritu libertario que creó precedentes para el futuro  independentista de la nación antillana. De destacar es el hecho de la rebelión  de los esclavos que fue violentamente aplastada con la ejecución por medio de  la horca del dirigente negro José Alfonso Aponte y ocho de sus compañeros. No  podemos apartar de nuestra mente la idea de que Cuba, desde su descubrimiento  hasta hoy, ha permanecido cautiva en la prisión de una  lágrima.

Bajo el gobierno un tanto conciliador de Francisco Dionisio Vives se  malogró la rebelión conocida como Soles y Rayos de Bolívar que surgiera en el  seno de la masonería. Una guerra que se planeó con sentido común, con  estrategia definida y claro propósito de libertad para todos los cubanos, fue  interceptada por espías que el gobierno español infiltró entre la insurgente  organización. Posteriormente, sin resignarse ante la derrota, surgió la  conspiración del Aguila Negra, con su cuota de mártires y presos.  Una larga teoría de movimientos  conspirativos siguieron a los mencionados. Recordamos la Conspiración de La  Escalera, la de La Mina de la Rosa y las expediciones de Isla Redonda y las  de  Creole, Cleopatra y el  Pampero.

Hay que dedicarle un espacio de gratitud al heroísmo de un venezolano  que amaba a Cuba con verdadero corazón de cubano, Narciso López, quien no fue  tan solo un reiterado conspirador en contra de la tiranía colonialista de  España, sino que fue la primera persona que concibió la imagen de nuestra  bandera, diseñada por Miguel Teurbe Tolón, y que ondeó sobre territorio  nacional, en la ciudad de Cárdenas, el 19 de mayo de 1850 en la primera  expedición libertadora concebida por el valiente y  venerado venezolano. Este insigne  patriota fue apresado y condenado a la terrible muerte en garrote; pero antes  de su ejecución pronunció estas lapidarias palabras: “Mi muerte no cambiará  los destinos de Cuba. ¡Cuba, por ti muero!”.  De nuevo las lágrimas cubrieron de  tristeza nuestro cielo.

Se produjo, poco más de  una década después, la Guerra de los Diez Años, sin que en los años  previos dejaran de producirse sacrificados intentos independentistas. El 27 de  noviembre de 1871 tuvo lugar el cruel fusilamiento de ocho jóvenes estudiantes  de medicina, acusados falsamente de profanar la tumba del periodista español  Gonzalo Castañón, hecho que históricamente hemos seguido conmemorando con  justificada tristeza. Este infame crimen resaltó el miserable comportamiento  de los gobernadores que España enviaba a Cuba para mantener bajo su dominio a  la última colonia que le quedaba en América.

La Guerra de los  Diez Años  contó con patriotas estelares entre los que recordamos a Carlos Manuel de  Céspedes, Antonio Maceo,  Máximo  Gómez,  Ignacio Agramonte y muchos  otros. En la guerra final que nos condujo a la victoria tuvimos a José Martí,  quien murió en los inicios de la misma, a  los cuarenta y dos años de edad en Dos  Ríos, provincia oriental de Cuba, abatido por las balas del enemigo. Su  muerte, inesperada y anticipada, privó a la guerra de su más preciado ideólogo  y  a la nación liberada  a quien debía haber sido su más  brillante y connotado líder. La ausencia de Martí ha sido siempre llorada,  aunque haya transcurrido más de un siglo de su trágico deceso. En los años de  su adolescencia el Apóstol, en su presidio político en Isla de Pinos, escribió  estas proféticas palabras: “la lágrima es la fuente del sentimiento eterno”. A  Martí siempre lo recordaremos, como a una flor blanca rociada de lágrimas. 

Una vez concluída la guerra de Independencia, por medio de acuerdos de  los cuales fueron excluídos los cubanos, se estableció en la Isla el gobierno  interventor de Estados Unidos. Fue un período de reorganización y  restauración. Al cabo de cuatro años la poderosa y amiga nación del Norte  entregó las riendas del gobierno al presidente Tomás Estrada Palma; aunque no  por ello se secaron las lágrimas de nuestros cubanos ojos. Por 57 años se  sucedieron en Cuba diferentes gobernantes, y con contadas excepciones todos  tuvieron su ciclo de  inquietudes  que afectaron a la población del país. 

Nuestra historia, desde el descubrimiento en octubre del 1492, hasta  hoy, ha estado salpicada de lágrimas; pero las de ayer, las que antecedieron a  la invasión castrista, tuvieron frutos y alumbraron caminos. Las de hoy son  estériles, desconsoladas, furtivas y tan cruelmente abusadas, que nos marcan  el corazón.

Castro bajó de la Sierra aupado por la leyenda del vencedor; pero  pronto demostró que en realidad era un individuo vencido por el rencor, el  ansia de gobierno, el crimen, la arrogancia y el deshonor. El horroroso  desfile de los fusilamientos quebrantó la vida de miles de cubanos, la mayoría  jóvenes con hambre de ideales y dolor de patria. Los encarcelamientos,  arbitrarios y sombreados de injusticias, con condenas infames de decenas de  años, han privado a centenares de miles de niños de la compañía de sus padres.  Cuba se ha convertido en un llanto que opaca la luz del  sol.

Los que piensen que durante estos largos años de aterrador sistema  comunista en Cuba se ha extinguido el fervor patriótico, deben revisar la  historia. Desde instaurada la llamada “revolución”, hasta hoy, han surgido  innumerables opositores y combatientes: los alzados del Escambray, los  estudiantes universitarios, los numerosos intentos de infiltrar militarmente  la Isla, la heroica jornada de Playa Girón, las Damas de Blanco, y los  valientes que de continuo desafían al régimen son hechos que demuestran que la  heroica sangre cubana sigue regando de gloria los paisajes de la Isla y que  justifican las lágrimas de mujeres, niños y hombres anhelantes de que la  justicia decapite a los traidores tiranos que deshonran con sus crueldades la  patria que les vio nacer. La Brigada 2506, Alpha 66, el Movimiento de  Recuperación Revolucionario, la Junta Patriótica Cubana y decenas de otras  patrióticas organizaciones no han dejado un solo momento de mantener la lucha  en contra del infame sistema comunista impuesto en  nuestra  patria.

Castro, y sus monigotes “sucesores” lamentablemente, ha superado con creces todas las  arbitrariedades, todos los crímenes y toda la barbarie que sufrió Cuba durante  el coloniaje español. En su más de medio siglo de ultrajante dictadura, se  desplomaron nuestras instituciones, se contaminó nuestra cultura y se ha  profanado la Memoria de miles víctimas que para siempre llorarán familias  fragmentadas.  

 Sin respetar nuestro histórico dolor, pisoteando las lágrimas de todo  un pueblo, en un olvido infame y cobarde al presidente Barack Obama se le  ocurrió tender sobre Cuba un ramo de olivo. Premiar a Cuba con un improcedente restablecimiento de relaciones diplomáticas es una profanación.

Hoy los  cubanos que amamos a nuestra patria al verla víctima de una nueva  traición nos  llenamos el corazón de frustración   y tristeza.

Hemos perdido a Cuba como una perla lanzada al mar. San Agustín dijo  que “las lágrimas son la sangre del alma”, y tenía razón el santo varón. Los  cubanos vivimos hoy con el alma inundada de sangre.

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