Cruzadas por la Justicia. ¡ESO NO SE LE HACE A LA JUVENTUD!

Written by Redacción

27 de julio de 2022

Estudie con afán, trabaje con desvelo, supérese, acumule sobresalientes, esfuércese por obtener “el mejor expediente”, gánese el honor de ser “el alumno más brillante”; y a la hora de recibir la recompensa bien ganada del premio “búsquese una palanca para que se lo paguen”. Así se matan cruelmente las ilusiones y los estímulos de los jóvenes de valía.

Por Enrique Pizzi de Porras (1953)

Esta historia deberían leerla los educadores, los responsables de la Educación y los hombres que gobiernan Cuba. Porque aunque pudiera parecerlo, no es la simple estación reporteril de un caso, ni tampoco es un incidente excepcional. Es mucho más grave, por lo que tiene de sistemático. Revela el egoísmo de unos y el encogimiento de hombros de los que no tienen excusa para comportarse así.

La culpa principal recae por su propio peso sobre el claustro de la Escuela de San Alejandro; y fundamentalmente sobre su dirección. “San Alejandro” es una institución a la cual  se vinculan de por vida sus alumnos. El profesorado, el claustro, la dirección, la institución no tendrían que ser ajenos a la reciprocidad de esa compenetración. Hacer pintores, escultores, grabadores, artistas, no es lanzar butifarras al mercado. Con los embutidos todo se concluye con hacerlos y sazonarlos bien y venderlos. Pero en la preparación, enseñanza, y graduación de artistas jamás deberá estar ausente una conexión espritual que ha de ser imperecedera. Que el mundo del arte por algo, es distinto al mundo de los positivismos materialistas.

En consecuencia, si no generalizando porque ya resultaría tumultuoso, cuando una institución de enseñanza artística, o la que fuese, como “San Alejandro”, gradúa cada año un Alumno Eminente, uno solo que culmina así sus seis años de estudio de la carrera tendría que considerarse tan vinculada y obligada con ese alumno, entender que es tan cosa suya, que debería sentirse en el deber de dolerse del futuro que ese alumno recibiera; y limpiarle el camino de obstáculos, vigilar celosamente su desempeño, cuidarlo y defenderlo con fueros de paternidad. Y no limpiarse el pecho entregándole un papelito inocuo, y desentenderse del cumplimiento de todo aquello que es obligación ineludible, compromiso sagrado de la institución.

Los casos de Orlando H. Yanes, Hilario Díaz Gómez y Modesto García, no son los únicos. Data de tiempo el lamentable hecho que los alumnos eminentes de “San Alejandro” pasaran penurias en el extranjero cuando fueron a disfrutar sus bien ganadas “bolsas de viaje”. La incuria no es de ahora. Y es lamentable el hecho, porque cada vez que se pisotea y destroza la vida de un joven, se está cometiendo un incalificable crimen. Nos quejamos de la desorbitación de las juventudes descarriadas, de su falta de respeto y de fe, pero ¿qué elementos estamos dando a la juventud para que no sea milagroso que toda ella no integre una legión de melancólicos pesimistas o de arrebatados maldicientes?

A los hombres endurecidos en el duro bregar, ya por los ideales o bien por el materialismo perentorio de la subsistencia, es menos grave que se les opongan barreras y se les haga agresión en la fe. Por cada rama que les arranque el filo del hacha, su propia savia les hará retoñar vigorosos  renuevos que tornarán a ser palos de vástagos y fronda, para sostén y abrigo de nidales, y para el brindis fastuoso de sus flores y sus frutos. Pero a la juventud no debe tratársele así, ni con el mal, ni con el desdén y el engaño. Porque esa temprana siembra de amargura hace

generaciones de escépticos; y nada tan infecundo,  demoledor y triste como el peso mismo.

Para que comprendamos mejor lo que uno de esos casos significa tomemos por ejemplo la vida y desenvolvimiento de uno de estos muchachos, hasta que se ganó los honores de ser proclamado el mejor expediente y el alumno más brillante, y ganador, por tanto del premio exclusivo que se conoce por “bolsa de viaje” que está amparado, consignado por la ley. Tomemos por ejemplo a Orlando H. Yanes y pensemos que en toda su vida de esfuerzo juvenil hay detalles muy semejantes.

Hace catorce o diceiséis años un pequeñuelo silencioso, delgado y rubio se apartaba del bullicio y los juegos de sus compañeritos de aquella colonia de vacaciones, para situarse tímida y discretamente detrás de uno de los benefactores de aquella colonia infantil, que era afecto al bello arte de pintar. Aquel maestro, rotario o león, dibujaba frente al mar o tomaba apuntes de la floresta, y el pequeñuelo silencioso, delgadito y rubio miraba y miraba, clavados en la pintura o el dibujo sus ojitos azules. Y mientras sus compañeritos jugaban, él pasaba las horas en esa callada y admirativa abstracción.

Tan pertinaz era aquella manifestación que pasaba de lo que hubiera podido tomarse como una simple curiosidad de niño. Y observador como debió ser aquel artista que cooperaba al cuidado de los muchachitos de la colonia, una tarde le preguntó al pequeño si le gustaría pintar. La respuesta fue afirmativa, y aquel

benemérito tomó unas hojas de papel y lápices, los entregó al niño y lo invitó a dibujar el paisaje que tenía ante ellos. Ese día nacía para Cuba un pintor que ha de darle mucha y legítima gloria.

El pequeño rubio dió tan rápidamente muestras de su facilidad de captación y le era tan fácil reproducir, no ya panoramas, sino figuras y fisonomías que aquel preceptor consideró haber descubierto un artista en ciernes. De acuerdo con otros benefactores de la colonia, lo proveyeron de muda nueva y zapaticos nuevos y se lo llevaron al maestro Alberto Tarasco, de quien es sabido que se había constituído en Matanzas como un Mecenas de cuantos evidenciaran facultades pictóricas, dándoles en enseñanzas y abrigo todo cuanto siendo de él, ya dejaba de ser él.

El Maestro Tarascó encontró que aquel niño había sido un positivo

hallazgo. Los mineros habían encontrado un diamante que era necesario tallar y pulir; pero allí había de cierto un diamante. La casa de Tarascó fue ya la casa de nuestro niño, que allí tuvo desde el primer instante enseñanza y calor de hogar.

Lápices para Orlando; carbones, cartulinas, colores, paleta para Orlando. Lecciones y más lecciones; ejercicios y más ejercicios, dibujo, mucho dibujo. Método, enseñanzas, prácticas, avances paso a paso. Las líneas, los relieves, la geometría, la perspectiva, la anatomía, las gamas. Decorativo antiguo griego, colorido. Y libertad también para que fuese dibujando y pintando marinas, retratos, paisajes, naturalezas muertas. Trabajo, amor y estímulo. Hasta que un día el maestro, transcurridos unos añitos, decidió que Orlando saliese de Matanzas a culminar más completamente su carrera.

Como un padre y como un verdadero maestro, con altruísmo sano, un día habló a su prohijado acerca del porvenir. Ya tienes que irte a La Habana, para que te hagas todo lo pintor que hay en ti. Le organizó una exposición a toda solemnidad, y lo preparó para que se presentara a optar por una beca. El muchachito salió triunfante para legítimo orgullo de su maestro y vino a la capital a estudiar en la Escuela Anexa a “San Alejandro”. A estudiar y a pasar penalidades. Porque toda la cuantía de la beca era de $19.20 al mes durante los seis años de la carrera. Pero trajo en sí mismo toda la poderosa fe que le había inyectado en el espíritu su bondadoso y clarividente.

Esa beca la ganó en oposiciones celebradas en Matanzas ante un jurado compuesto por tres profesores de “San Alejandro”. Era una sola beca para toda la provincia y él la obtuvo. Durante los 6 años que duró la carrera sus resultados fueron sobresalientes. Al final Orlando obtuvo la Bolsa de Viaje, ascendente a mil ciento veinticinco pesos según Resolución Ministerial número 9665. Pero al parecer la resolución estaba escrita en chino. El alumno eminente  acude al Ministerio de Educación y no se le paga ni un centavo. Él creyó que podía confiar en la respetabilidad del Ministerio de Educación, del Ministerio de Hacienda y de la Escuela “San Alejandro” y se marchó a Europa, no a pasear, sino a estudiar tal como lo obliga la “Bolsa de Viaje”. ¿Qué ha sucedido?¡Qué por allí lo han dejado botado a merced de su suerte!.

Esa es una insensata crueldad, incalificable y sin paralelo. Gánese el título de “alumno inminente” para que lo dejen abandonado en tierra extraña, a morirse de hambre. ¡Dónde quedará sepultado el prestigio de Cuba, si ese episodio se alcanza a conocer en el extranjero!

No ¡Eso no se le hace a la juventud!

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