Por Luis Conte Agüero
Otro era el título de este trabajo. Más hermoso. No puedo recordarlo. Cuando se tienen 98 años ocurren fenómenos así y abundan los olvidos. Esto parece una confesión innecesaria y negativa; pero la sinceridad obliga y acaso excuse.
Aunque sea extraña la confesión, conviene al lector conocer nuestras debilidades y los retos y exigencias de quien intenta un mensaje con sustancias y aciertos. Para mi edad constituye reto mayor mantenerse en estas actividades, pero ciertamente privilegia sostenerse en ellas como prolongación de la vida.
Fracasé en un intento anterior y perdí lo escrito. Decidí insistir. Por orgullo personal y por el deber de agradecer a quien nos brinda así una oportunidad de continuar participando en retos y propósitos . Hace años disminuyeron esencialmente mis metas y objetivos en la vida pública. Pero la pena de Cuba es tanta que, mientras queden fuerzas para el esfuerzo patrio, es mandato insistir y esforzarse por cumplirle a la tierra donde venimos a la vida y aquella que nos acoge generosamente.
Lo anterior deviene mandato cívico y moral porque mientras vivamos y podamos es deber la fraternidad cívica y el fraternalismo como filosofía de conducta. Venimos a la vida para vivir, servir, servirnos. No entiendo no entender la vida y hacerla lucha fratricida o competición excesiva. Lo inteligente y conveniente es la fraternidad; el fraternalismo. El odio de Caín a Abel es penosa sustancia bíblica; disparate que derrota. Descalifica la materia humana.
No es que ignoremos lo vivido entonces y estemos en Adán y Eva y los inicios humanos. Pero de todos modo niega la inteligencia el predominio de sentimientos animales en esa etapa y en cualquier etapa de la historia. Celos, recelos, envidias, complejos … deshumanizan; aunque se quiera lo contrario. Renunciar a la inteligencia, animaliza.
Hoy el género humano enfrenta una situación que nos retrolleva a los orígenes. Los propios Estados Unidos ofrecen un espectáculo raro donde la cordura parece una cuerda, afectada también por lo general de epidemias y temores. Y apenan líderes mundiales en maniobras y decires descabellados. Líderes que lucen deslucidos; tontuelos retozones, incluyendo al presidente nuestro empecinado en disparates.
Que tan absurdo panorama de pronunciamientos locos y encuentros raros entre jefes de estado, no llame a espantos, revela la magnitud de la crisis. Y las movilizaciones militares que en otras circunstancias invitaría a miedos, ahora se hacen familiares. De ahí que el predominio de las locuras invite a calmas. El disparate impone su lógica, y el cese de la lógica llama a paces. Todos los jefes de estado saben que no hay espacio para decisiones. Urge verse y reunirse en busca de serenidades.
Hasta en el razonamiento elemental lo positivo y ventajoso es el entendimiento, la comprensión, la cooperación para beneficio común. Que en las comunidades originarias primaran sentimientos adversos y destructivos; no la cooperación fraternal e inteligente, desanima y duele.
Observo los encuentros entre líderes ya el miedo es menor. Tememos menos. Porque sus responsabilidades son tales que no hay espacio para la tontería.
En efecto, esperamos arreglos, entendimientos, comprensiones. Que los estrechones de manos inicien estrechones de sensibilidades. Que ninguna vanidad lleve al desenfreno y que cada jefe de estado sepa que la paz es su camino y destino. Y que no hay espacio para imprudencias. Que calma y cordura son tesoros mayúsculos.
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