Por Luis de la Paz
No se puede pensar en el teatro de Miami sin que prácticamente en cualquier aspecto de la escena local aparezca Teresa María Rojas. Actriz, docente, creadora de la escuela de actores Prometeo, en el Miami Dade College.
Pronunciar el nombre de Teresa María, como se le conoce, es referirse a una forjadora de talentos más allá de su condición de profesora, pues se involucraba de una manera muy especial con aquellos que demostraban un talento intenso, pienso en Larry Villanueva y en Rosie Inguanzo.
Teresa María se ha retirado, pero su legado y ella misma, gravitan siempre cuando se habla entre amigos, en una tertulia, en una sala teatral. Ella es un referente.
Le envié unas preguntas y sus respuestas fueron como si estuviéramos conversando en la sala de su casa, evocando el pasado y disfrutando de un café. La actriz, la profesora, la poeta, es además, todo un personaje que hasta respondiendo a las preguntas, está en escena. ¡Qué grande es Teresa María!
—Teresa María, se te extraña. ¿Cómo han sido estos tiempos de retiro?
Comenzamos con la pregunta más curiosa, porque, fíjate, también yo, me extraño. Es hermoso llegar a viejo y montarse en este carrusel de recuerdos al que me invitas. Durante el retiro, fui a España a representar, junto a un elenco memorable la obra Ana en el trópico, del premio Pulitzer Nilo Cruz, uno de mis más amados alumnos. Conocí muchas ciudades, ya que el grupo iba encabezado por Lolita Flores, una luz. Aquella era su primera incursión protagónica como actriz de teatro. Todos querían verla. Resultó un éxito rotundo. Lolita deslumbró con su organicidad y pasión actoral. Los inquietos corceles nos llevaron a Las Islas Canarias y también a conocer muchas ciudades españolas y teatros legendarios que nos hospedaban durante las galas. España me gustó mucho, hasta las mismas raíces del amor. Me hubiese quedado a vivir en Madrid, pero mi hija, desde Miami… me halaba con tal fuerza que regresé con carpa, caballitos y al galope. Al regreso me invitaron a ofrecer algunos cursos de actuación en Green and Green Talent Agency, donde se avivó mi gozo por la enseñanza. Lo demás ha sido resignación.
—No se puede hablar del teatro en Miami sin que aparezca tu nombre como actriz. Evócanos un poco esos años de actuación.
¡Realizada! En ese sentido me siento realizada, gracias a ellos, los discípulos. El éxito profesional de nuestros prometeicos es verdaderamente mi gran alegría. Andan por todos lados, mensajeros de amor y respeto al teatro.
Muchos de ellos han ganado relevancia y atención gracias a su talento y la disciplina con que lo cuidan. Prometeo ayudó a formar escritores, directrices y grupos con el apoyo de los que ya volaban del nido y formaban sus propios caminos en otros escenarios. Todo eso mientras le dábamos la razón al Dr. Padrón, ya que haciendo lo que amábamos, también salvábamos, en muchísimos casos, nuestro idioma español.
Siento asombro, orgullo, me angustio por ellos cuando enferman, a veces aún me piden consejos y yo, secretamente, me pavoneo porque, presumo de que todavía confían en mí.
Un hecho culminante fue, sin duda, cuando Mario Ernesto Sánchez abrió el primer espacio de Avante, en Coral Gables y comenzó su paso heroico con el Primer Festival de Teatro Hispano en Miami. Larry Villanueva se convirtió en un excelente maestro de actores y en un actor magnífico. Recién espero para este noviembre, nuevas taquicardias, cuando Marilyn Romero y Gigi González, abran su tan deseado y esperado espacio La cuarta pared. Luis, no todo ha sido así de bonito, pero, lo caótico, lo más triste, los amores, la infancia, mi Tere… prefiero contarlo en mi biografía, si es que Dios me da tiempo.
—Estuviste muy ligada a Francisco Morín, de hecho empezaste en el teatro en Cuba junto a Morín. Háblanos de tus inicios y lo que hiciste.
La relación con Morín fue única. Estaba yo todavía en el Teatro Universitario de La Habana, y ya durante el primer año, la maestra, la encantadora Nena Acevedo, me ofreció un personaje en Canción de cuna de Gregorio Martínez Sierra. Quedé enamorada del personaje protagónico, que, casualmente, se llamaba Teresa como yo. Pero la maestra tenía otros planes y me instó en que hiciera una monjita, Sor Marcela, “que es el que te va”, repetía… Pero nada, yo firme, “o Teresa o ninguno”. Nenita, incluso, se arriesgó a debatir mi terquedad en clase. “A ver, votemos: ¿a cuál de las dos le va mejor el personaje de Teresa?” La clase votó por mí. Yo me ruboricé de gozo… Esa noche salí del recinto mirando con hermandad a las estrellas, ya me creía una de ellas. Tal vanidad duró muy poco, ya que la contrincante, al día siguiente, me llamó por teléfono y llorando me explicó por qué era tan vital que ella hiciese de Teresa y yo la monjita Marcela. No recuerdo bien lo que me dijo porque el llanto ahogaba sus palabras. En fin, terminé calmándola y prometiéndole que yo haría de monja. Esa traviesa Marcela se robó la obra y los aplausos. La audiencia no paraba de celebrarme: “oye, pero de dónde salió esa chiquita”, oía decir. Entre ellos estaba un actor reconocido, que se me acercó muy solemne: “Soy Helmo Hernández, muy bueno tu trabajo, quiero que te conozca el mejor director de teatro de Cuba”: ¿Cuándo?, ¿cómo se llama?… “espera muchachita, deja que hable con él a ver cuándo podrá hacerte una prueba”. Te imaginarás, me fui a casa llena de besos y flores y una pretenciosa Ave Fénix posada en los hombros de mi imaginación. El encuentro con Morín fue muy próximo, en un pequeño espacio frente al Parque Central habanero, él estaba de espaldas, trabajando con una actriz.
Cuando ella se marchó; Helmo muy respetuoso, le dijo: “Morín, aquí está la joven de quien te hablé. Morín me dijo sube y subí, quedando en el extremo izquierdo del escenario, hasta que, alzando la voz, como si besara un micrófono, dijo: camina hasta el extremo derecho. Detente en el centro del escenario y mírame. Tenía muchas, demasiadas preguntas que no hice. Me detuve a mirarlo y noté que Morín estaba atento a un papelito que planchaba sus dedos. Cuando llegué al otro extremo me dijo: repite lo que has hecho y cuando estés en el centro, mírame. Así hice y así terminó la extraña prueba. Dijo: gracias, muy bien.
Morín cambió mi vida, lo amé tanto que una vez llegué a proponerle matrimonio, pero él no me hizo caso. Protagonicé varios personajes a su lado. Mira, algo que recuerdo con gran satisfacción fue una noche, ya en el Prometeo del Miami Dade College, cuando sostuvimos una charla con importantes educadores y teatristas cubanos exiliados, y entra, atravesando las amadas palmeras de Andrés García (el pintor cómplice perfecto de Morín), Pepe Triana a quien hacía muchos años no veía. Durante la charla, cada vez que Triana se dirigía a mí lo hacía usando el nombre de algunos de los personajes que hice junto a Francisco Morín en el Prometeo habanero. Esa noche inolvidable fui Alarica, Mourdeen, Sylvia y Carina de nuevo. Gracias a Morín albergué en mi pecho textos maravillosos, una creencia sólida y esta incomparable fidelidad por lo exquisito.
En 1958 se celebró en ciudad México el Primer Festival Iberoamericano de Teatro y Cuba fue invitada para que abriese la celebraciones, con Alta política que había tenido una temporada muy exitosa en La Habana, con un elenco de lujo, protagonizado por una actriz joven, maravillosa, mi amiga Griselda Nogueras. Grise, lamentablemente, no pudo asistir y me propusieron que la suplantara. Con miedo a los aviones y a la oportunidad, dije que sí. Ese sí fue fundamental para mi carrera.
—Trabajaste casi toda tu vida en Prometeo como forjadora de nuevos talentos. ¿Cuáles consideras los momentos más memorables que tuviste a lo largo de tu carrera como educadora?
Fueron tantos momentos memorables, sobre todo en nuestro taller prometeico, cuando los muchachos preparaban sus trabajos con todo: montaje, vestuario, utilería, y hasta en ocasiones, imprimían programas de mano, para otorgarle realidad de estreno a sus producciones en el seno del aula. En esas noches de alumnos avanzados hubiésemos podido cobrar la entrada, tal era la calidad que sellaba aquellas presentaciones escolares.
En lo particular, recuerdo como, algunos rezagados, llegaban animados por el glamour del teatro o por curiosidad, y aunque ya habían abandonado la escuela secundaria, poco a poco, a través del embrujo y empuje teatral, iban renaciendo ansias y fantasías. Verlos nacer y crecer era mi dicha.
—No se puede olvidar a la Teresa María poeta, con ese inolvidable recital que ofreciste en el 2023 en Artefactus. ¿Cómo evocas ese recital?
Te apunto: agradecida. El recital en la Sala Artefactus fue tan íntimo y amoroso, donde la poesía se apoderó de nosotros y de la audiencia que colmaba el espacio. Fue tan imborrable que ahora quiero aquí decirlo. Gracias. Luis, como ves, tras tanto quehacer… yo… también me extraño, frente al personaje de la vida que también ya se va desvaneciendo.
0 comentarios