Del Martirio De La Punta Al Asesinato Organizado

Written by Libre Online

26 de noviembre de 2024

La España de 1871 y la de 1937: DOS FECHAS SIMBÓLICAS

G. CALVARE GALLEGO (1937)

1871—1936. He aquí dos fechas que se enlazan del brazo para constituir dos hitos vitandos en la Historia más triste de España. 

En 1871, España, que fue alba de mundos, troquelaba en patente de represión, injustificada y bárbara, la gloria antigua del Descubrimiento. En Cuba, era España una metrópoli dura, cruel, voraz, impermeable a las ansias biológicas de un pueblo que ansiaba encontrarse a sí mismo. Cierto es que, en mitad de los asertos de imprecación, sonaban en el solar hispano las voces comprensivas de Pi y Margall, que reclamaba para Cuba la mayoridad a que tenía derecho y que, dos años más tarde; se la concedía en su proyecto frustrado de Constitución federal.

Pero era aquella una voz solitaria. Los más trataban “patrióticamente” el problema de Cuba con una terapéutica de tutelaje opresor, de doma, de “duro y tentetieso” como aconsejaba el cerril refrán español. A los Capitanes generales, a los gobernadores que España embarcaba para Cuba, se les proveía de una consigna: manos libres y palo limpio. 

En 1937 vuelve a redoblar sobre España el chim-chim patriotero de la “sagrada unidad nacional”. No importa que en la propia Iberia coexistan, como en un jugoso tapiz, las magníficas parcelas varias de que habló Ganivet. Como en Cuba, a pesar de las voces serenas de Pi, de Morayta, de Maura, en España, empero las razones de Azaña, de Companys, de Franchi Roca, se impuso en 1871, y se quiere imponer en 1937, una política de superficie plana, de arrasamiento, de apisonadora. 

En 1871 se quiso estrangular, por el ametrallamiento de unos inocentes, el noble afán de libertad colectiva que latía en la entraña de un pueblo. En 1936-37, por la misma táctica canibalesca, corregida y ampliada, pretende la violencia de la reacción asesinar el alma de los pueblos que componen el tablero de damas de la variedad española. 

LA BARBARIE PRETÉRITA 

1871. Un atardecer, fragante y tibio, a pesar del vientecillo de últimos de noviembre, alumbra en la Punta un cuadro de espanto. Contra el muro del Barracón de Ingenieros ocho mocitos—ocho niños casi barbilampiños, adolescentes, esperan a pie firme, con la serenidad sublime de los justos, a que un piquete de “Voluntarios” siegue sus vidas en flor. 

¿Qué han hecho aquellos muchachos apenas asomados a la malicia de la vida? ¡Han cometido el delito terrible de adorar a su Patria como a su madre misma: entrañablemente! Un incidente cualquiera—la falsa profanación sepulcral de don Gonzalo Castañón—proporciona el pretexto para que se incoe un proceso atropellado y sin pruebas. Hay un capitán español—Capdevila—que alza en el Consejo de Guerra su voz segura probando la inimputabilidad de los acusados y llamando al Tribunal a la razón serena.

El Consejo absuelve. Pero la hidra de cien cabezas de los «Voluntarios»—colegas del que yace en el nicho supuestamente profanado—atiza un tumulto gárrulo y logra, por la presión vociferante, que otro Tribunal, sin delineamiento en la Ley, condene, ¡por sorteo!, a ocho inocentes estudiantes de Medicina. Son ocho vidas lanzadas a saciar la salvaje voracidad callejera lo mismo que se arrojaban a la arena del Circo romano los cristianos destrozados por el zarpazo leonino. 

Ocho estudiantes imberbes, barbilampiños, niños casi, contra el muro del Barracón de la Punta, están esperando a pie firme, con serenidad sublime, en el esmorecer de una tarde fragante de noviembre, a que un piquete de “Voluntarios” siegue sus vidas en flor. 

LA BARBARIE ACTUAL 

1937. Sobre los árboles de las Alamedas, en los muros de las prisiones, cabe a las tapias de los cementerios, sigue sonando la música de los fusilamientos con que los herederos de Valmaseda y de Crespo, de López Roberts y de los “Voluntarios”, continúan la tradición acreditada en Cuba en 1871. 

Tampoco ahora importa que los procesos carezcan de prueba de cargo, porque lo que se persigue no es un delito sino una idea. Sólo que ahora los Consejos de Guerra son fábricas diarias de sentencias de muerte. En Cuba hubo, en 1871, la iniquidad de un fusilamiento de ocho inocentes. En España, desde 1936, se perpetra esa iniquidad todos los días. 

Aquí sufrieron el martirio ocho mocitos candorosos que amaban a su Patria. Allí lo sufren todos los ciudadanos que adoran a la suya. Unos tribunales militares, con auditores togados, retorciendo monstruosamente la letra y el espíritu del Código, dando efectos de retroactividad al delito supuesto, condenan en frío a ser pasados por las armas a los españoles de vida más inmaculada. Y todas las jornadas, en los amaneceres lívidos o en los ortos cárdenos, logran, por fin, que los españoles dignos se pongan de rodillas metiéndoles dos kilos de plomo en el pecho. 

REHABILITACIÓN HISTÓRICA 

Una vez se intentó, ante el Tribunal Supremo de España, rehabilitar la memoria de los estudiantes asesinados. No se consiguió. La falsedad había atravesado el mar y arribado a la Península. Y no obstante las voces leales y las galeradas de prosa de los periódicos liberales, España dejó sin enmendar una sentencia que clamaba, a gritos, por su revisión. 

Hoy, en plena guerra civil, una entidad republicana de creciente y tenso prestigio ha recogido en este aniversario la idea perdida, y la ha expuesto a la adhesión de Cuba y de la verdadera España. 

El señor J. Bautista Rodríguez Pérez, Secretario General del Círculo Republicano Español y a cuyas dotes de organizador debe éste gran parte de su ímpetu actual, es el autor de la iniciativa. Lo hemos visitado y hemos logrado, atacando de flanco su modestia, arrancarle las razones que han motivado el gesto certero de la prestigiosa institución republicana. 

—El Círculo Republicano—declara el señor Bautista Rodríguez—nació presidido por la idea de buscar, sin alharacas, la sincera cordialidad de cubanos y españoles. Tuvo que comenzar por descubrir que el verdadero español no era aquel sobrino que describe León Felipe educándose detrás del mostrador, sino que ya en Cuba se había operado una huelga general de sobrinos que ningún parentesco espiritual tenían con el tío que perteneció al batallón de “Voluntarios” y que imponía, a tiro limpio, su españolismo intransigente y selvático. 

—Y hemos creído—agrega nuestro interlocutor—que era este momento el más oportuno para alcanzar la rehabilitación histórica que perseguimos y que cuenta ya con el ancho fervor de los cubanos y los españoles demócratas. Oportuno, porque los que hoy pretenden sojuzgar a España son los mismos que querían aherrojar a Cuba y usaban contra los cubanos los mismos procedimientos que, ampliados infinitamente, están empleando contra los españoles fieles. Oportuno, porque era natural que fuese una sociedad española la que intentase poner remedio histórico a la villanía de otra sociedad, que, en 1871, actuó en representación de España. 

—¿La iniciativa— interrogamos— ha sido, pues, bien acogida? 

—Excelentemente— se nos responde–. Tanto por las autoridades de la España leal, como por las oficiales de Cuba y su intelectualidad, la sugerencia fue recibida calurosamente. Poseemos cables alentadores del Presidente de las Cortes y aguardamos las noticias de las eminentes personalidades españolas, que coadyuvarán al éxito de la empresa. Y esperamos que, aún en mitad de la pelea sangrienta a que se vio conducida nuestra República, tenga el gobierno legítimo una clara visión en su labor imponente para reivindicar a los estudiantes que hace más de medio siglo sufrieron las consecuencias de la misma pavorosa tiranía que quiere enseñorearse del pueblo español para tiranizarlo igualmente.” 

Queden esas palabras como una lección sobria que dicta una entidad republicana sobre el simbolismo de dos fechas históricas.

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