El historiador Carlos Taranilla, uno de los principales estudiosos del legendario recipiente o copa utilizada por Jesucristo en la Última Cena y autor de un libro de referencia sobre este tema, desvela algunos de los aspectos más sorprendentes sobre la venerada reliquia religiosa, fruto de sus recientes investigaciones.
Por Ricardo Segura
Con el nombre de Santo Grial se ha venido denominando desde el siglo XII, al cáliz en el que, según la religión cristiana, Jesús instauró el sacramento de la Eucaristía durante la Última Cena, de acuerdo con Carlos Taranilla (León, España 1956), licenciado en Historia del Arte y en Filosofía y Letras.
El historiador Taranilla es autor de ‘El Santo Grial’ una obra de referencia en el mundo hispanohablante sobre el mito y la historia de la reliquia por excelencia del cristianismo, en la que arroja luz sobre los orígenes del mito, el contexto histórico en que se forjó la leyenda y la posibilidad de que el cáliz de la Última Cena se conserve en la actualidad.
Este cáliz “es el mismo en el que -como dice el evangelio apócrifo de Nicodemos- José de Arimatea recogió la Sangre del Redentor que brotaba en la herida abierta en su costado durante la crucifixión por la lanza del centurión Longino”, señala Taranilla.
“De ahí que se lo conozca con ese nombre, el Santo Grial, una corrupción o adaptación del francés ‘Saint-Graal’ o ‘Saint-Grail’: “Sangre Real”, aludiendo precisamente a que había contenido la divina sustancia” (la sangre de Cristo), puntualiza.
Para alimentar la confusión, existen un par de términos similares en provenzal (‘grasal’ o ‘grasau’) y en catalán (‘gresal’ o ‘gresol’) que significan plato, vaso o recipiente, y por otra parte el Cáliz de la Última Cena se identificó con el ‘Grial’ de las leyendas artúricas (relacionadas con el Rey Arturo o Arthus y los Caballeros de la Tabla Redonda), según este autor.
Sea como sea, para Taranilla “el Santo Grial solo existe en el terreno del mito”, según afirma basándose en sus investigaciones.
“El término ‘Santo Grial’ apareció por primera vez en la obra del trovador francés de la Champaña, Chrétien de Troyes, titulada Perceval o el Cuento del Grial (Perceval ou Li Contes del Graal, en versión original) escrito hacia 1180”, explica Taranilla.
LA COPA DE LA
ÚLTIMA CENA
Señala que “con este vocablo se designaba un recipiente en el que se llevaba la comunión bajo la especie del pan (no del vino) a un rey enfermo”.
El autor falleció dejando inacabada la obra y, debido a la fama que esta había adquirido, otros trovadores la continuaron, entre ellos Robert de Boron, realizando una ‘traslatio’ (traslación) hacia los tiempos evangélicos al emparentar la narración con el evangelio apócrifo de Nicodemo para relacionar dicho recipiente con el cáliz de Jesucristo.
“A partir de entonces, la copa de la última cena se comenzó a denominar con este término (‘Santo Grial’). Pero estamos hablando de doce siglos después de la narración evangélica, que es el único referente tanto para el mito como para la supuesta reliquia”, señala Taranilla.
“Por lo tanto, el Santo Grial no puede ser un hecho histórico, puesto que su única fuente de documentación son los textos sagrados que no tienen valor probatorio. Nace en la leyenda y ésta le ha transformado en un mito que ha perdurado a través de los siglos entre los buscadores de lo imposible”, enfatiza.
¿LEYENDA O HECHO HISTÓRICO?.
Por otra parte, a Taranilla le ha llamado especialmente la atención “el hecho de que tras narrar detalladamente los tres Evangelios sinópticos —no existe este pasaje en el Evangelio de San Juan— todos los pormenores de la Consagración, se hiciera el silencio en los textos sagrados sobre el cáliz, habiendo contenido en su interior nada menos que la sangre de Cristo”.
No se volvió a mencionar al cáliz en los Evangelios, en los Hechos de los Apóstoles, o en las Epístolas, “ni siquiera cuando los primeros cristianos, sepultados en las catacumbas, perseguidos y devorados por las fieras, martirizados en las crueles persecuciones del Imperio romano, se agarraban a un clavo ardiendo para seguir manteniendo viva la llama de su fe”, apunta.
“¿Dónde estaba `la madre de todos los cálices´, que no alimentaba a sus hijos con la ‘sanguis’ (vino transformado en la sangre de Cristo por el sacramento de la Eucaristía) del Salvador?”, señala Taranilla
Añade que hasta finales del siglo IV (año 301 a 400 de nuestra era) no se produjo ninguna noticia sobre el cáliz.
En esa época varios peregrinos venidos de Tierra Santa mencionaron haber visto la reliquia, pero “sin que exista ninguna prueba que nos permita concluir que se tratara del auténtico recipiente que para los creyentes tuvo en sus manos Jesucristo, Evangelios en mano”, según este autor.
Taranilla destaca que, en su libro sobre el Santo Grial, publicado en 2018 y prologado por Patrik Henriet, director de la escuela de Altos Estudios de la Universidad de París (Francia) ha aportado por primera vez documentación fehaciente para los creyentes sobre dos aspectos concretos sobre este tema, asegura.
Señala que en primer lugar, aporta la constatación de una ‘authenticae’ (la cédula que certifica para los creyentes la autenticidad de una reliquia) que se conserva en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Apostólica Vaticana.
Esta cédula está unida a un saquito de seda con la inscripción ‘reliquias de illo calice domini salutare’ («reliquias del salvífico cáliz del Señor») a la que se añade la siguiente inscripción: “frammento di legno in un sacchettino di seta color bruno con talloncino in pergamena” («astilla de madera en una bolsa de seda de color marrón con un pedazo de pergamino»).
Por lo tanto, si la reliquia que se conserva del cáliz del Señor es de madera, “el cáliz de la Última Cena también estaba labrado en este material”, puntualiza Taranilla.
En segundo término, este historiador ha documentado el traslado del objeto que era venerado por los antiguos cristianos de la Ciudad Santa como el auténtico Cáliz de la Última Cena desde la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén hacia Roma, entre los años 800-900 de nuestra era.
Aun así, las investigaciones históricas de Taranilla lo llevan a concluir, basándose en la evidencia que ha descubierto hasta ahora, que “el cáliz de Cristo, llamado Santo Grial a través de la leyenda, solo existe desde el punto de vista religioso”.
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