YOLANDA FARR, se siente más cubana que española

Written by Libre Online

2 de mayo de 2023

En el número anterior de LIBRE, estábamos contando la interesante historia “internacional”

de Yolanda Mariño Pfarr que nació en Madrid el 22 de diciembre de 1940. Su padre Arsenio (1902-1975) era un gallego que llegó a Cuba en 1916. Su madre Dora Pfarr (1910-1999) era alemana y llegó a La Habana en 1926, junto a su padre, madre, hermano y su hermana melliza Jenny. 

Arsenio, su padre, su madre y su tía Jenny, regresaron a La Habana en 1949, pero para Yolanda, con apenas 8 años, era su primera llegada a Cuba. 

Yolanda y su madre disfrutaban su caminata desde Galiano hasta la morada de su anciano piano vertical en el Teatro Shanghai. Nada que ver con la tenebrosa y pecadora Zanja de las noches habaneras. 

Aquel lugar aún le guardaba impactantes sorpresas. El tercer piso, llamado “gallinero”, estaba cerrado y vigilado, por un fornido hombretón dedicado a impedir el acceso al mismo. 

Una mañana estaba sola decidió escabullirse hacia las escalinatas y desvelar aquel misterio. Llegó al cortinón al descorrerlo y hallarse frente a frente con una serie de estatuas, tamaño natural, de vírgenes y santos. 

Sobre él reposaban varios vasos de agua y algunas figurillas, inidentificables para ella.  Llena de sorpresa, de pie frente a la Virgen de las Mercedes, que la habían traído ellos desde España, Obatalá, San Lázaro el leproso era Babalú Ayé, Santa Bárbara era Changó y algunas de esas grandes figuras que Yolanda no conocía eran, La Caridad del Cobre, patrona de Cuba e identificada por la santería como Oshún y La Virgen de Regla, o Yemayá. En la santería existe una sola fuerza universal a la que llaman Olodumare, equivalente a nuestro Dios. Luego están los Orishas, deidades que rigen los diversos aspectos del mundo. Su abuela, la señora Jenny Yeck de Orozco era una “babalosha”, es decir, una santera con ahijados consagrados. También había en el salón un gran cuadro del Papa Pío XII, su alma gemela y con él sostenía (según ella aseguraba), largas charlas diarias. ¡Telepáticas, por supuesto!

Las Pfarry Sisters intentaron reverdecer sus laureles, se hicieron algo de vestuario y se lanzaron a la búsqueda de aquellos amigos empresarios que en tanta estima les habían tenido años atrás. Búsqueda inútil. Cuba había cambiado. Los gustos del público habían cambiado y aquellas exquisitas danzas de salón que fueron el gran triunfo de las mellizas ya no interesaban.

CLASES DE PIANO Y AMIGAS INSEPARABLES

Yolanda seguía creciendo y sus estudios costaba un dinero que no tenían. Así que, venciendo el orgullo fue necesario solicitar la ayuda del matrimonio Orozco-Yeck, sus “abuelos”, los pudientes dueños del Shanghai, que le dieron trabajo de taquillero a su padre Arsenio. Luego pasó a gerente, aunque siempre mal pagado. Pero así pudo iniciar sus estudios en la Academia 

(bilingüe) Cima, y tomar en el conservatorio Falcón, esas clases de música que tan útiles le serían en una negra etapa de su vida.

En 1953, el círculo en el que se desenvolvía abarcaba solo lo imprescindible para su diario bregar, la Academia Cima, sus clases de piano con la señorita Ofelia, sus amigas Lucy, Miriam, Zoilita y Emilia, las clases de ballet, los cines Metropolitan y San Carlos y, en verano, la playa de La Concha y el Conney Island. ¡Para qué quería más!

Corta era sin duda la trayectoria televisiva cubana pues había sido el 24 de octubre de 1950 cuando saliera a las ondas, desde Unión Radio, Canal 4, la primera emisión oficial. Esos estudios estaban, en un principio, ubicados en la casa de su promotor, Gaspar Pumarejo. Dicho “primera emisión Oficial” ya que la gran María de los Ángeles Santana y su marido Julio Vega habían intentado la misma aventura en 1946, llegando a emitir, tras ímprobos gastos y obstáculos, espectáculos musicales durante toda una semana”.

En Cuba ese aparato, puso cara a grandes voces de la Radio, formidables actores como Minín Bujones, Alberto González Rubio, Velia Martínez, Lilia Lazo, Enrique Santiesteban, Gina Cabrera, Carlos Badías, Adela Escatín, Homero Gutiérrez y tantos más que penetraban en los hogares convirtiéndose, en parte de las familias. Aunque en 1953 pocos eran aún los hogares que contaban con aparatos de televisión.

Algo más adelante y habiéndose despojado del apellido Mariño e incorporado el de Farr, compartiría platós y a veces escenarios con Jorge Félix, Rolandito Barral, Jorge Marx, Carlos Barba, Enrique Montaña, Enrique Almirante, Albertico Insúa y Carlos Alberto Badías.

Esos primeros tres años de su vida en Cuba, de 1950 a 1953, podía sentir brotar, poco a poco, dos impertinentes cúmulos de carne sobre la hasta entonces planicie de su pecho, podía sentir como emergían de su pubis tímidos e inesperados vellos. Cosas que la asustaban y a la vez excitaban. Solo sus amigas Lucy, Mimi, Zoilita y Emilia lograron hacerle más soportable esa terrible época de la adolescencia. 

La primera que llegó a su vida, al mudarse a 5 y 12, Ampliación de Almendares, fue Lucy.  En aquellos días, Lucy con 8 y ella con 9 años, no sabía que existieran niñas de chocolate con ojos de miel. ¡Cuántos años pasaron juntas, jugando, experimentando ilusiones, desengaños, sueños que se esfumaban! Ella fue su primera amiga en el exilio y del brazo reco-rrieron 18 años de la historia de Cuba, muchas veces a trompicones y puñetazos con la vida.

Yolanda era tímida y sensible. Aquella violación de la que había sido víctima en su niñez española (de la cual tardó años en poder hablar sin angustias), la había convertido en un ser renuente a los contactos físicos. Mientras sus amigas y compañeras conocían y aceptaban sus cuerpos, Yolanda detestaba todos los síntomas de madurez que iban surgiendo en ella.

Mimi y ella cada vez que podían volaban en su pequeño coche Hillman hacia esas osadas aventuras. Fugaces y furtivos viajes a las playas de Santa Fé o Santa María del Mar, que tan lejanas le parecían, asaltos gastronómicos a la barra del Tencent Woolworth de Galiano. Emilia, era un ser de extrema fragilidad, introvertida que la llevaba a aislarse de la gente. Zoilita a los 11 años, ya prometía exuberancias y una limpia y floreciente sensualidad.

Juntas las cinco hablaban allí en el salón del chalet de Zoilita, casi pegado a su casa, disfrutaban oyendo brotar música americana de aquellos LPs que con tanto cuidado había que tratar. Pat Boone, Los Platters, Ricky Nelson, Fats Domino o el disco “Rock Around the Clock”, (el hit de Bill Halley and the Comets), para bailar hasta quedar exhaustas. Y un poco después llegó él, aquel torbellino de sexualidad que era Elvis Presley, alborotando el gallinero mundial y convirtiéndose, en el ídolo de todas. 

Por la avenida 12, veían la guagua que iba hasta la Concha y su transporte obligatorio para ir a sus clases de ballet. Al volante de una de ellas iba con su uniforme de guagüero, una réplica cubana de Tony Curtis. Yolanda con sus 15 hambrientos años, sentía enloquecidas palpitaciones o extraños calores que recorrían todo su cuerpo y acababan concentrándose bajo sus braguitas. Sensaciones nunca antes experimentadas.

Sus amigas, sabiendo que nunca había sido besada y sin que ella lo supiera planearon un encuentro con Segundo Díaz Delgado, el guagüero. Ella subiría a la guagua y seguiría con él hasta el paradero. Y llegó la hora cero.

Segundo, parqueó en una solitaria y oscura esquina de la nave, ella sentada en uno de los últimos asientos lo vio aproximarse y un repelente olor a “grajo” la abofeteó. Y entonces, sin darle ocasión a reaccionar, el hombrecito se arrojó sobre ella, introduciendo de súbito al menos 50 centímetros de lengua en su aterrada boca y asfixiándola con un sabor mezcla de tabaco y ajo que revolvió su estómago. Quiso contener las náuseas, pero los continuos trasteos de aquella lengua en su boca, acabó desencadenando lo inevitable. Un chorro de vómito salió disparado de su estómago, dejando su uniforme hecho un auténtico estercolero.

Él quedó totalmente paralizado y Yolanda, levantándose de un salto soltó un absurdo gracias, al alejarse por el estrecho pasillo que formaban las dos filas de asientos, caminando con toda la dignidad y el donaire que pudo.

NO PODÍA NI CREERLO…

Cuando en diciembre de 1957 la llamaron para inaugurar un nuevo y lujoso Hotel en La Habana, no podía ni creerlo. El Riviera era un modernísimo edificio construido con capital norteamericano y de testaferros de Batista, aunque con un buen gusto impecable. Su Casino estaba dirigido por Meyer Lansky (1902-1983), un conocido gánster-mafioso. A la entrada habían colocado la hermosa escultura, Los Peces, de Florencio Gelabert y hasta seis más, del mismo escultor, diseminadas por todo el Hotel que eran objeto de admiración general. En su original piscina se solía reunir lo más selecto del mundo artístico de Cuba y parte del extranjero.

Casi nadie prestaba atención a esa chiquilla de 16 años, provista de una pequeña pero melodiosa voz y un carnet de artista que falseaba su edad. Una mañana, mientras ensayaba, vio a un señor que se sentaba a la desierta barra y oculto tras un Daiquirí, permanecía en su banqueta, silencioso y atento, durante los largos minutos que Yolanda repasaba melodías. Al terminar su ensayo, de una manera muy “polite” le dijo, “Thank you, Sir, for your atention”. Entonces el “señor” tras dirigirle una amplia sonrisa, un guiño de complacencia y alzando hacia ella su copa, ya vacía, abandonó la sala. Era Frank Sinatra, su cantante favorito de todos los tiempos. Nunca volvió a verle, pero jamás ha olvidado ese agradable encuentro.

Tan solo 30 días duró su agotador trabajo en el Double or Nothing. A las 7 p.m. comenzaba a cantar, con 15 minutos de descanso cada hora y así hasta medianoche. Aquello trastornaba el resto de su vida y sobre todo sus estudios, así que tuvo que despedirse.

Pero no debieron quedar descontentos con su labor ya que, en mayo de 1958 estaba de figura en el Copa Room con un espectáculo llamado “Holliday in Havana”, acompañada por Mary Raye & Naldi, Violeta Vergara, el cuarteto Valdivia y la pareja de baile Linda Ferrán y Diego.

Varios meses antes un grupo de técnicos mexicanos y norteamericanos había venido a Cuba con el cómico Germán Valdés, «Tin-Tan», a fin de rodar una parte de su película Rififi entre las Mujeres. Ella fue aceptada. Al día siguiente su profesora le comunicó que «Tin-Tan» quería hablar con ella y, debido a su minoría de edad, con sus padres. ¡El actor pretendía que fuese a México para participar en su próxima película! Yolanda, por sus estudios y familia, declinó la oferta que, sin duda, hubiese cambiado el curso de su vida.

En 1958, Mrs. Irma Hart Carrier, le presentó a un coreógrafo y bailarín norteamericano, Harold Cole, que quería tenerla como pareja de baile en el Hotel Habana Hilton que estaba a punto de inaugurarse. Aquello, por supuesto, la llenó de ilusión. ¡Bailar era lo de ella! Ese hotel iba a ser el más alto y lujoso de América Latina. Su construcción se pagó con los fondos del Retiro Gastronómico, con un costo de $25 millones, y se inauguró sujeto a un convenio con Hilton Internacional para su administración y para la gestión turística.

Su apertura oficial fue el 22 de marzo de 1958 y poco tiempo después la pareja de baile Yolanda and Cole ya estaba actuando en su Salón Caribe. Hicieron algunos programas de TV, muy celebrados por las originales coreografías de Cole. Luego tuvo que romper con él porque quiso utilizarla como cebo, en una situación muy poco profesional.

EL BALLET SU PASIÓN

En aquellos tiempos la vida nocturna de La Habana era una de las más brillantes del mundo. 

Ese mismo año, a pesar del indudable afecto que Mrs. Carrier le profesaba, Yolanda había llegado a la conclusión que estaba perjudicándole por su técnica deficiente. Así que un día se fue a la Academia de Danza de Alicia Alonso. Para su sorpresa, Fernando Alonso, auténtica alma de la famosa Escuela y esposo de la “prima ballerina”, la aceptó. “Tienes muchos defectos, pero grandes condiciones”, le dijo el formidable maestro, “creo que aún estamos a tiempo para corregirlos”. Y en unos meses se vio compartiendo aula hasta con la propia Alicia que muchas veces hacía su entrenamiento de barra con ellas. Yolanda tenía un montón de vicios adquiridos en la escuela de Mrs. Carrier, pero, gracias al suelo de mármol sobre el que allí transcurrían sus clases, también había desarrollado una gran fuerza en las piernas y un estupendo “ballón”. Esas condiciones, además de su alta estatura hicieron que un día Fernando le dijese “Yolanda, que lástima que no seas un hombre. Sin duda te convertía en un primer bailarín”.

En medio de aquella efervescente vida nocturna, en 1958 que Yolanda, por su corta edad nunca pudo disfrutar, su alma se decantaba cada vez más por el sacrificado, exigente y desagradecido arte del ballet, a pesar de los lógicos consejos de Las Pfarry Sisters, expertas en la materia. Su sueño obsesivo era que aquellas clases con Fernando Alonso la convirtieran algún día en el émulo de Alicia Alonso. Pero la vida tenía previsto para ella algo bien distinto.

Aquella beca que Fernando Alonso le había concedido en febrero del 58 trastornó su existencia, tal era su devoción que, cuanto más agotado y dolorido terminaba su cuerpo tras las clases de Fernando Alonso, más eufórico salía a la calle su espíritu.

Su comienzo en la escuela fue con un grupo de “novatas prometedoras” y dos meses después pasó al de profesionales, ante su sorpresa y satisfacción. Desde la perspectiva que pensaba que Fernando debía sentir una cierta debilidad por la “galleguita”, como muchos le llamaban, ya que nunca, en la vida, jamás, podría haber llegado a ser una solista como María Cristina Álvarez. A pesar de su innegable entusiasmo y devoción nunca tuvo condiciones para llegar a eso.

UN EVENTO… UN GIRO 

Ese verano de 1958, con 17 años volvió a reunir al quinteto de su infancia y decidieron disfrutar un mes de compañía, volvieron a sus escapadas a Conney Island y a la playa de La Concha. Y fue durante una de estas ocasiones cuando el destino volvió a señalar un cambio dramático para su vida. Hacía poco tiempo habían instalado una enorme botella de Coca Cola en el centro de aquella pequeña bahía. Su propósito era servir de trampolín a los más osados, no fue nada espectacular, un perfecto salto, pero, una inmersión demasiado profunda y eso le causó una fisura en una de sus vértebras lumbares. Acababa de firmar la sentencia de muerte de sus “Coppelias” o sus “Giselles”. Tres meses inmovilizada sobre una tabla, cuatro con un corsé que le impedía casi cualquier movimiento y la noticia de que su flexibilidad se había quedado mermada.

Ni los esfuerzos de su familia, ni la frecuente compañía de sus amigas lograban sacarla de su depresión y empezó con la idea del suicidio. Si no podía bailar no quería vivir. 

Fue durante su larga postración cuando puso atención por primera vez al nombre de Fidel Castro. Su padre, en cuya alma aún vivía el espíritu revolucionario contra Franco escuchaba la emisora clandestina, Radio Rebelde que emitía desde la Sierra Maestra, arengando al pueblo.

Yolanda nunca había tenido tiempo ni interés para ocuparse de problemas políticos.

Después de cuatro meses de torturas psíquicas y físicas, el médico la autorizó para dar largos paseos. Así que había llegado el momento de realizar su planeado suicidio, visitando sus lugares preferidos. Estando en la cafetería de CMQ. Precisamente en esa emisora había realizado su última actividad profesional como bailarina. Un comercial de Regalías El Cuño, un pequeño baile en puntas que adquirió para ella tanta importancia como si hubiese sido un “solo” en el Bolshoi. Esa sería su última “estación” antes de dirigirse a la muerte que había escogido: las aguas del malecón.

¿HAS CONSIDERADO SER ACTRIZ?

Sentada, en la banqueta de la cafetería de CMQ, con sus planes de suicidio, sintió una cálida mano apoyándose sobre su hombro y una voz que le dijo: “Yolanda, estoy buscando una chica para montar Gigí. Tiene que ser alguien muy joven, como tú y ahora que no puedes bailar, ¿has considerado ser actriz?”. Era Homero Gutiérrez, uno de los protagonistas de la telenovela “Las campanas de Santa Isabela”, con la cual ella había hecho su última aparición en pantalla antes de su accidente.

En los días siguientes, cercana ya la Navidad del año 1958, cumpliendo su oferta, Homero iba a su casa, libreto en mano, y con infinita paciencia le montaba, uno a uno, los “bocadillos” de un texto que no era el de Gigí, pues el proyecto se vino abajo, pero sí el de “Una Choza para Tres” de A. Roussin.

En 1957, Mark Robson había adaptado esa obra para el cine con el título de The Little Hut, llevando como protagonistas nada menos que Ava Gardner, Stewart Granger  y David Niven. ¡Vaya reto! Yolanda en su primer papel teatral, sería Ava, Homero, Granger y Pedro Pablo Prieto de Niven. El plan era debutar en la Sala Arlequín a mediados de febrero del 1959. 

Yolanda, joven hambrienta y apasionada se enamoró de Homero, no importaban sus 38 años frente a sus 18. No importaba su condición de hombre casado, aunque alguien se escandalice por esta afirmación. No importaban sus ideas políticas, tan opuestas a las de su padre, claramente socialistas.

Finalmente, tras reanudar los ensayos y el diario contacto, cosas que fueron para ella una bendición, en el mes de agosto de 1959, estrenaron en la sala Arlequín, Una Choza para Tres. Estar en brazos de Homero, tocarle y ser por él tocada, aunque fuese en esa falsa-verdad que es el teatro, fue superior a lo imaginado. 

LA ODISEA DEL COMUNISMO

El 30 de noviembre de 1960, comenzó para ella su mayor odisea. Acababan de empezar “La importancia de llamarse Ernesto”, de Oscar Wilde y aquella tarde Homero no se presentó al ensayo, porque había sido detenido por el G2. 

Se tropezó con Edwin Fernández, con su uniforme de miliciano y su revolver al cinto, le dijo:

“Yolanda, tienes que hacer una declaración pública de repudio. Di que no sabías nada de las actividades contrarrevolucionarias de Homero y táchale de traidor. Sabemos que no estás involucrada, pero reniega públicamente de él o te vas a ver envuelta en serios problemas”.

 Fue tal su indignación que de un empujón estampó su insignificante figura contra la pared. Y salió de CMQ con la sensación de que sus palabras habían lapidado su corazón.

El día siguiente era fecha de cobro, su única intención era cobrar sus trabajos realizados y volver a refugiarse en su casa. No sospechaba que, al enfilar las escaleras, Violeta Jiménez, con su uniforme militar y apuntándole con una pistola, le dijo: “tu entrada en CMQ está totalmente prohibida por gusana». Yolanda Farr había sido juzgada sin procedimiento judicial, declarada culpable de amar y condenada al ostracismo.

Una noche tocaron en su puerta. Al abrirla apareció el señor Rodríguez, el secretario de Mario Luque, presidente del Ateneo de Marianao quien deseaba solicitarle que les brinde un concierto en la sede del mismo. Decidió acceder a la invitación. Le fue muy bien y allí conoció a: Roberto Cazorla, Julio Trujillo, Teresita Fernández, Humberto Mitjans, etc.

Con el tiempo se estrecharon esos lazos de amistad que el peligro compartido suele fortalecer. A todos, un buen día, les contó su caso y ellos le ofrecieron una entrañable solidaridad.

Mitjans era militar y un día le dijo: “He mencionado tu nombre y tu problema y en ningún sitio figura constancia oficial de su existencia. Así que, dado lo kafkiano de la situación, he decidido que actuarás en mi programa Intermezzo dentro de dos semanas. Veremos si alguien se atreve a hacer objeciones”. En él cantó boleros e hizo dúos con Jorge País, Armando Pico y José LeMatt. Recitó hermosos poemas de amor junto a Roberto Cazorla.

Un día le hicieron un precioso vestido “strapless”. La ausencia en el mercado de las “ballenas” necesarias para sostenerlo en su honesto sitio no supondría obstáculo, pues sus jóvenes senos ignoraban aún los problemas de la ley de gravedad. Para esta ocasión Mitjans la había colocado, a la manera de la Maja de Goya, tumbada en un sofá Luis XV desde el que entonaba una canción. En medio de la actuación, notó algo extraño, era que uno de sus senos se había escapado de su escote y estaba insolentemente al descubierto. Aparentemente según Mitjans, no había salido al aire, solamente fue visto por el personal del estudio de TV.

Poco después estrenaron, en la Sala Prometeo, Tierra Baja, en una magnífica puesta en escena de Francisco Morín, con actores como Raúl Xiqués, Jorge Martínez, Estela Padrón, Luisa María Güell, Yolanda y varios actores más que completaban el amplio reparto.

Y de esta manera estaba a punto de empezar para ella un fecundo año 1963.

Con La Endemoniada fue nominada a la mejor actriz de teatro en 1963. Trabajó en dos puestas del viejo Teatro Bufo Cubano en el Auditorium de La Habana (luego Teatro Amadeo Roldán) y hasta Calvert Casey destacó su interpretación en La Isla de las Cotorras. En 1963, trabajó en la producción Tentación de Armando Suez en el Cabaret Tropicana, junto a Celeste Mendoza, quien le recordó a su abuela por estar muy imbuida en la santería. En ese año apareció en el documental Cuentos del Alhambra de Manuel Octavio Gómez.  Debutó en el cine en 1964 con la película cubana “En la noche”, de Pastor Vega.

En 1965, Fausto Canel la escogió para su película Desarraigo rodada en las Minas de Níquel de Nicaro, en Oriente. Película que criticaba el burocratismo del gobierno y fue censurada tras negarse Fausto Canel a los cortes que exigía el siniestro Alfredo Guevara. La película ganó una Mención Especial en el Festival de Cine de San Sebastián en 1965. 

En 1965, Yolanda formaba parte del elenco de la obra Los Tiempos de Mamá y Papá, junto a María de los Ángeles Santana, Germán Pinelli y un gran elenco dirigidos por Joaquín Condal en el Salón Rojo del Capri. Una noche al terminar su actuación su amigo Sergio Salom la estaba acompañando hasta la parada de la Ruta 30 cuando dos policías se bajaron de su auto patrullero, lo empujaron, le gritaban “cacho de maric…” y se lo llevaron. Ella logró saber a través de Raquel Revuelta que había sido enviado al UMAP, unos campos de concentración con trabajos forzados, considerados el Gulag castrista. Por suerte pudo sacarlo, pero estaba tan afectado que nunca volvió a ser el mismo. 

Durante esas noches al terminar se reunían en la Cafetería del Capri, por la calle N. Sus amigos Alfredo y Julio Brito, solían venir a charlar con ellos y allí fue que les surgió la idea de formar el cuarteto Los Brito que llegaría a ser tan famoso. Alfredo, gran compositor, escribió para ella la canción, Alivio, que Yolanda estrenó en El Jagua de Cienfuegos durante su última aparición pública en Cuba. Otro asiduo a esa tertulia era Bobby Jiménez, miembro del cuarteto de Los Meme, ese fulgurante y amoroso mulato cuya luz era tan clara que opacaba, según su opinión, a todo el resto del elenco.

En 1966, actuó en el filme Memorias del Subdesarrollo con dirección de Tomás Gutiérrez Alea. Pudo ver la película, en San Sebastián, viviendo en España, se sorprendió al notar que su nombre había sido borrado de los créditos y habían eliminado su participación en la divertida secuencia del Conney Island, el famoso parque de atracciones de La Habana y otra escena filmada en el Edificio Naroca, de Paseo y Línea. En esa película hizo un desnudo, quizás el primero del cine cubano. Luego se enteró que Gutiérrez Alea había sido presionado por el ICAIC porque ella se había ido del país. Pusieron que la película era de 1968 pero realmente fue filmada en 1966.

En enero de 1967 un joven Director, la invitó a rodar “Por Cuanto”, la historia estaba basada en la vida del 

millonario Julio Lobo, el cual iba a ser interpretado por su amigo Helmo Hernández y Yolanda haría el rol de su esposa. Tras una semana de trabajo en Varadero, recibieron el anuncio de que el rodaje finalizaba de inmediato, así, sin más información. Y nunca volvió a saber del proyecto, ni de sus honorarios, ni del director y guionista José González Aguilar.

Quién le iba a decir que, en los años setenta y ya en España, iba a compartir con Julio Lobo risas y anécdotas sobre aquel frustrado proyecto cinematográfico, siendo don Julio, en esos momentos y durante años, presidente del Centro Cubano en Madrid fundado en 1966 por algunos cubanos allí residentes, con el fin de informar a los gobiernos europeos sobre la realidad de Cuba. En los primeros años se impartían en su local clases de Historia y Geografía para niños y de Inglés para adultos. También hacía las veces de Ropero Caritativo. El Centro incluso contaba con la asistencia médica del Dr. Oscar Gómez, todo de manera gratuita. 

Grandes figuras apoyaron al Centro con su trabajo y con aportaciones económicas, como Celia Cruz y Olga Guillot, Las Hermanas Benítez y los Rivero. En su Piano-Bar actuaron, Meme Solís, Luisa María Güell, en fin, todo cubano que se preciara de serlo y pasara por España, incluyendo a Yolanda, en varias ocasiones y por supuesto, todos sin cobrar un centavo.

Finalmente, Yolanda recuerda que de la televisión la llamaban con insistencia. Manolo Rifat y su programa “Música y Estrellas”, uno que le dedicó íntegro a ella y a Jorge Pais, luego les nombró la Pareja Musical del Año. Directores como Cardentey o Joaquín M. Condal, solicitaban su presencia. Luego llegó la emisión de la comedia musical de Cole Porter Bésame, Catalina (Kiss me Kate), junto con Rosita Fornés, José LeMatt y Puño Valle, un exitazo por el que tuvo unas críticas estupendas.

Era increíble lo que su vida había cambiado en los años que mediaban del 1960 al 65 y, en medio de tanta euforia, de tanta angustia superada, de tanta gloria, su visión de lo que sucedía en el mundo y sobre todo en Cuba, estaba totalmente mediatizada. 

Sus madres, las mellizas alemanas y su padre estaban destruidos por la realidad castrista, ella comprendió ¡Debía partir hacia España, con el propósito de mandarles a buscar lo antes posible!

Aquel sábado 23 de diciembre de 1967 está sumido en una insondable neblina. Hay enormes lagunas que sin duda ocultan momentos demasiado dolorosos de su salida de Cuba.

Al llegar en Iberia al aeropuerto de Barajas la estaba esperando su primo Oscar, hijo de su tía paterna Olimpia, que la llevó a una Residencia para Señoritas Estudiantes Sudamericanas, ubicada en una calle cercana a la Plaza de Castilla. 

Yolanda ya había sufrido varios desengaños en supuestos trabajos, cuando aquella gélida mañana de febrero de 1968, llegó a la Calle del Desengaño 14 y mientras subía la escalera hacia el despacho de un presunto personaje, su ansiedad aumentaba. Gianinni, representante artístico de unos 60 años, grande y rollizo, le preguntó: “jovencita, ¿ya has desayunado?”  “Sírvete un café con leche de ese termo y compártelo conmigo”. Durante la conversación y al mencionarle a las “Pfarry Sisters” su rostro se iluminó con una increíble sonrisa. “¿Qué tú eres la hija de las Pfarrys? ¡Pero si siendo yo un adolescente me colaba en los teatros para verlas bailar! Ellas fueron mis dos primeros amores platónicos”. ¡Aquello selló su amistad!

Gianinni se especializaba en el mundo de las variedades y tan solo días después le consiguió la primera actuación. Fue en el Hotel Samil situado en la playa de Vigo. 

Gianinni le procuró un invierno bastante ocupado. Cantó en El Dragón Rojo, de Pamplona, en la Sala Marruecos, de Villena, Valencia, en el Río Club, Murcia, en Las Redes, de Santurce, al que volvió en más de una ocasión y en Los Tres Peces, de Alicante.

El 8 de enero de 1968, estando en el Pub cercano a su casa, conoció a Jesús Alcántara, nacido en Málaga pintor y fotógrafo y se casaron en 1970.

En 1975, fue la estrella mejor pagada del Music Hall de España, con el espectáculo “Lola-Lola, en el escenario del “Toples Music Holl”. En España se convirtió en primera actriz con la filmación de 19 películas, compartiendo escena con grandes actores y actrices, entre ellos: Fernando Fernán Gómez, Juanjo Menéndez, Arturo Fernández, José Bódalo, Florinda Chico, Pedro Osinaga, José Sacristán, Rafael Aparicio, Analía Gadé, Ramiro Olivero, Fernando Delgado, José María Rodero y José María Guillén. En Cuba trabajó en cinco películas.

Entre sus películas, se destacan: 1963-Cuentos del Alhambra (Cuba), 1964- En La Noche (Cuba), 1965- Desarraigo (Cuba), 1966-Zejscie do Piekla (Cuba), 1966-Memorias del Subdesarrollo (Cuba), 1970-Con ella llegó el amor, 1973-Viva lo Imposible, 1975-Zorrita Martínez, 1976- El Libro de Buen Amor II, 1976-Madrid Costa Fleming, 1976- Mauricio, Mon Amour, 1976- La Tercera Puerta, 1977- El Espiritista, 1977-Niñas al Salón, 1977-Los Claros Motivos del Deseo, 1977-El Perro, 1979- Experiencia extramatrimonial de una esposa, 1979-Gulliver, 1979- La Boda del Señor Cura, 1980-Hijos de Papá, 1984-Operación Mantis, 1984-Mi amigo el Vagabundo, 1984-Violines y Trompetas, 1988 Matar al Nani.

Yolanda también interpretó sobre los escenarios españoles, entre otras, las obras: Tiempo del 98 (1971), El Rinconcito, con José María Rodero, El Amor Propio (1972), Romeo y Julieta (1971) junto a María José Goyanes, El Escaloncito (1970), en el Teatro Maravillas, con Florinda Chico,  A Dos Barajas, Camas Separadas, Ojo por Ojo, Cuerno por Cuerno, Sé Infiel y no mires con quién, Aspirina para Dos (1980), de Woody Allen, La Rosa Tatuada (1998), de Tennessee Williams y Aprobado en Castidad (2001), de Narciso Ibáñez Serrador.

Estando en 1971 trabajando en el Teatro El Fígaro, en la obra Romeo y Julieta, se le presentó Yolanda Jiménez, la misma comecandela que la botó en 1960 de CMQ, pidiéndole la ayudara a trabajar en esa obra. Yolanda decidió no sembrar cizaña, limitándose a decirle al Director Morera, “ella era una actriz muy estimada en Cuba”. Y la reunión de aquel día terminó mientras evitaba cualquier contacto personal con ella. Al otro día al llegar Yolanda, Morera le contó: “esa mujer me pidió escogiera entre tú y ella porque ella jamás trabajaría con esa basura”. Por supuesto fue Yolanda la que estrenó la obra.

En 2005, en el Teatro Príncipe estaban presentando la obra, Tres sombreros de Copa, compuesta principalmente por muchachos deseosos de integrarse al mundo del teatro y considerándola ellos una “respetada veterana”, solían asaetearle con preguntas sobre sus experiencias. Una noche al finalizar, Pérez Puig, el Director y Productor, los convocó a todos al escenario. La entrada de los Reyes fue impresionante, el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía rodeada por un halo de innata majestuosidad. Doña Sofía tuvo para todos y cada uno de los presentes un comentario sobre su trabajo. Estas son las simpáticas palabras que en ese momento le dirigió: “Yolanda, has demostrado que es cierto lo que dicen, no hay papel pequeño, pero, estás mucho más guapa sin barba, supongo que cuando terminen estas representaciones, te la afeitarás” (Ella tenía el papel de la mujer con barbas).

Sus presentaciones en la Televisión Española fueron: Estudio 1, El Hotel de las Mil y una Estrellas, Veraneantes, Policías, en el corazón de la calle o ¿Se puede?

En el 2010 presentó su autobiografía “Periplo de amor y lucha” en la Feria del Libro de Miami.

Yolanda pudo el 9 de octubre de 1971 sacar de Cuba a sus padres y a su tía, que luego fallecieron en Madrid.

Yolanda se encuentra actualmente disfrutando sus 82 años en Madrid y ojalá pueda llegar hasta ella, este interesante relato que ha sido tomado en parte de su página Web.

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