¡YO ME ACUERDO!

Written by Esteban Fernández

21 de noviembre de 2022

Sí, me recuerdo de aquel cocuyo que metí en un pomo en un solar yermo del Residencial Mayabeque y que sería mi primera linterna.

¿Cómo olvidar que esas dos latas vacías unidas por una larga cuerda se convertirían en mi primer teléfono celular? Tampoco dejo de percibir los olores que despedían los centrales azucareros Amistad, Providencia y Gómez Mena.

Me acuerdo de aquel sándwich que me comí en la gloriosa Viña Aragonesa, siento en mi hombro izquierdo la picada de un jején en La Playa del Rosario, más conocida en mi entorno como “Fango Beach”.

Recuerdo una caída montando patines en el parque Martí, ver por primera vez La Familia Pilón en nuestro Zenith de 17 pulgadas, y ver por la televisión al Niño Valdés tomarse una “Malta de los Campeones”.

¿Cómo olvidar aquel primer papalote, aquella visita al Estadio del Cerro, y aquel jonrón de mi coterráneo Miguelito “Mike” De la Hoz como dándome la bienvenida?

¿Cómo borrar de mi mente aquel instante desagradable cuando aquel muchacho impertinente gritó ¡arrebato!, se robó mis canicas y salió corriendo? Que emoción sentí al enterarme en el parque central del piñazo que le dio Pupi García a Ciro Moracén en pleno mentón.

Oh, que felicidad aquella noche dándole vueltas al pueblo junto a Manolo Amiche estrenándome un par de zapatos de dos tonos comprados en la Manzana de Gómez de La Habana. Ese fue un día impresionante.

No puedo sacar de mi mente aquel instante, a las 12 de día, en que enciendo el televisor y veo «Patrulla de Caminos” con Broderick Crawford ¡el programa preferido de mi amigo Carlos Hurtado!

Recuerdo una visita relámpago a la Playa de Guanabo y sus aguas cristalinas, la tarde en que por primera vez nadé en el Río Mayabeque, el día que entré en el Kindergarten del Colegio Americano y la primera clase dada por la señorita Violeta Espinosa proveniente de Cárdenas ciudad bandera.

Recuerdo comerme una completa en “El restaurante El Globo”, empinar un papalote, un trompo partido en dos, un pan con lechón en la Loma de Candela, un panqué de Jamaica, unas butifarras del Congo de Catalina, una frita de Medina y un batido que hacía Sendo.

Y de pronto, lo que menos esperaba, todo a mi alrededor se tiñó de sangre, gritos de «paredón», milicianos, chivatos, y llegó el momento más inolvidable e histórico de todos: Montarme en un avión de la Pan American.

Y después tener que conformarme con recordar un millón de “momentos, sin mucha importancia, considerados por mí como históricos”.

Okay acepto que quizás no hayan sido verdaderamente históricos. Qué sé yo, pero ¡para mí lo fueron! Discúlpenme.

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