Vicentico Valdés, famoso cantante en Cuba, México y Nueva York

Written by Alvaro Alvarez

23 de septiembre de 2025

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Vicente Valdés Valdés nació el 10 de diciembre de 1918 (aunque hay como 4 diferentes fechas dentro de sus biógrafos aficionados) en la calle Espada en el barrio habanero de Cayo Hueso (limitado al norte con El Malecón, al sur con la calle Zanja, al este con Belascoaín y al oeste con Infanta). 

Su padre Ramón Valdés y su madre Amparo Valdés muy temprano se percataron de las inclinaciones musicales de Vicentico.

Fue el menor de 4 hermanos, también músicos como: Marcelino Valdés y Oscar Valdés (1912-2003) ambos percusionistas y el también gran cantante Alfredito Valdés (1908-1988).

En 1936 y con apenas 15 años aceptó la invitación que le hiciera su hermano Alfredito para cantar Flor de Ausencia con la orquesta de Cheo Belén Puig, en la radioemisora CMQ, dónde después sustituyó a su hermano, el cual había entrado al morir el cantante original Pablo Quevedo (1908-1936) allí, Vicentico estuvo poco tiempo haciendo suplencias vocales, pero ganó visibilidad en la radio habanera, especializándose en el danzón, sones y guarachas.

Este entorno familiar influyó grandemente en él, para participar posteriormente como cantante. En el Diario de la Marina de 27 de octubre de 1937 hay un Anuncio en el periódico donde presentan a Vicentico como el nuevo cantante del Sexteto, la crónica señala que se presentaría el sábado 6 de noviembre de 1937 en el Palacio Guasch, situado en la calle Martí #202 en Pinar del Río (Este palacio fue el sueño del joven ginecólogo, el Dr. Francisco Guasch Ferrer, construido por él mismo con la ayuda de dos albañiles, entre los años 1909 y 1914, volcando en esta acción toda su creatividad artística. Se lograba, así, una de las primeras joyas del eclecticismo en Cuba). 

Los inicios soneros de Vicentico se asocian también, según algunas fuentes, a su paso por el Sexteto Jabón Candado.

Vicentico pasó a formar parte del Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro ocupando la vacante que dejó su hermano Alfredito.

Además, cantó con el Septeto Orbe que había creado su hermano Alfredo y en la década del 40 con el Septeto Los Leones donde él fue la voz prima y tocaba las claves, allí estaban también Cristóbal Dobal con su tres y Marcelino Guerra (Rapindey).

El 14 de marzo de 1938, Joseíto Valdés Catani (1908-2004) fundó la Orquesta Ideal, integrada por el propio Joseíto, director y flauta; Humberto Bello, piano; Pedro Hernández, violín; Miguel Ángel Colombo, contrabajo; Ángel López, timbal; Agustín Vidal, güiro, y Vicentico Valdés, cantante. Fue una orquesta de pocas grabaciones, pero de notable éxito en los programas radiales de la COCO, Mil Diez, La Voz del Aire del Hotel Palace, RHC Cadena Azul y CMCJ.

Vicentico, sin saberlo, va acopiando experiencia diversa al pasar por septetos y conjuntos, cantando sones, guarachas y danzones, hasta que en mayo de 1939 actuó en el Cine Teatro Tosca junto a Emilio de los Reyes en la Orquesta Cosmopolita, una banda de jazz habanera integrada en su mayoría por profesores de música, grandes instrumentistas que habían hecho parte de la Filarmónica de la Habana. Fundada en 1938, por el saxofonista y clarinetista Vicente Viana, la cual dirigió por espacio de seis años, hasta que murió en el 1944. Entonces la dirección musical fue tomada por Joaquín Benítez Current más tarde por el pianista Humberto Suárez quien además puso a Carlos Faxas al piano.

Fue en esta orquesta donde Vicentico comenzó a consolidar su estilo, interpretando diversos géneros y conquistando el gusto del público cubano, donde también participaba en programas regulares de radio en la RHC Cadena Azul. 

En resumen, la etapa de Vicentico con la Orquesta Cosmopolita fue clave en su carrera, fue un espacio donde articuló su versatilidad vocal y alcanzó reconocimiento en Cuba a través de la radio y los escenarios. 

Con esta orquesta se presentó en el programa Cantando en Cubano, en Radio Lavin.

En Cuba apreciado más como bolerista, pues son muy pocos los que alcanzan a conocer o recordar su labor como sonero y guarachero. 

Un programa radial dedicado exclusivamente a su música perduró en el dial durante décadas. Su carrera, sin embargo, transcurrió fuera de la Isla y se hizo popular en la comunidad hispana en EE. UU. y en muchos países de Hispanoamérica.

En 1944, Vicentico Valdés, al igual que muchos otros músicos cubanos decidió probar suerte en México, país donde coincidió con su hermano el también vocalista Alfredo Valdés.

Entró como cantante en el grupo Son Cuba, creado por el tumbador Modesto Durán. 

En 1944 trabajaría también en los principales centros nocturnos El Patio, Río Rosa y Waikikí con la Orquesta Antillana de Arturo Núñez quien estaba en México desde 1940.

Además, en ese año estuvo con la orqueta de Rafael de Paz, donde fue la voz principal y luego con la de Chucho Rodríguez en numerosos sitios en la llamada época de oro de la música afroantillana en México.

Con el Conjunto Tropical de Humberto Cané contrabajista y tresero cubano, grabó Negro Bonito y Un Meneíto Na’ Ma, Fija Tambó, Negra Triste, Con Un Solo Pie y Bruca Manigua.

Absalón Pérez y su orquesta lo contrataron y esa era básicamente una formación de estudio o de baile que él lideraba para presentaciones en radio y algunos bailes y que en realidad reunía a músicos de planta de la RCA Víctor o de estaciones como la XEW. 

En los créditos de discos de la época a veces aparece su nombre como Absalón Pérez y su Orquesta cuando él asumía tanto la dirección como la voz principal, grabó: Consuélate, La Ola Marina y Me Voy pa’ Chapultepec. 

Estuvieron también actuando en México durante esos mismos años de Vicentico: Mariano Mercerón, Rita Montaner, Dámaso Pérez Prado, Bienvenido Granda, Kiko Mendive, Francisco Catáneo y las Hermanas Márquez, entre otros.

Vicentico por esos años recibió sus primeras ovaciones en el escenario del famoso Teatro Follies Bergère, ubicado en la Plaza Garibaldi, en las inmediaciones del Centro Histórico de la Ciudad de México, inaugurado el 15 de octubre de 1936 por el empresario José Furstemberg y hacía referencia al famoso cabaré parisino Folies Bergère, buscando emular su estilo y glamur. Durante las décadas de 1940 y 1950, el Follies Bergère se consolidó como uno de los principales recintos para el teatro de revista, junto con lugares como el Teatro Tívoli, el Salón Principal y el Teatro Margo (posteriormente Blanquita). Artistas destacados como Cantinflas, Agustín Lara y Toña la Negra realizaron temporadas en este emblemático teatro.

En México, entre 1946 y 1947, realizó para la firma Peerless grabaciones discográficas, respaldado por las orquestas del mexicano Rafael de Paz y el cubano Absalón Pérez. 

El repertorio escogido para estos discos estaba integrado casi en su totalidad por guarachas, afros y sones montunos, que había popularizado en Cuba, Orlando Guerra Cascarita con la Orquesta Casino de la Playa. Dice mi Gallo, Lo Último, El Tumbaíto y Shampú de Cariño fueron los primeros en registrarse, con Vicentico como voz principal de la orquesta de Rafael de Paz.

Con el Conjunto Cubanacán, grabó cuatro para el sello Peerless. Muchas de estas piezas tuvieron amplia difusión radiofónica a través de las presentaciones en vivo que regularmente hacía Vicentico con las orquestas de Arturo Núñez, Rafael de Paz y Chucho Rodríguez, principalmente en la estación XEW. 

Lejos estaba aún Vicentico Valdés, con estos sones y guarachas, de deslumbrar con su voz romántica.

México resultó ser para Vicentico, un fructífero espacio de maduración para su posterior carrera artística en los Estados Unidos.

Permaneció en México por lo menos dos años, hasta que a finales de 1946, regresó a La Habana para luego en 1947 radicarse en Nueva York, entrando en contacto con el ambiente latino de la ciudad trabajando primero con Machito y sus Afrocubanos, pero muy pronto fue contratado como vocalista por el pianista y director de orquesta el puertorriqueño Noro Morales, donde se presentaron en clubes de Manhattan como el China Doll y La Conga.

En 1948 ya figura en grabaciones con Noro Morales para el sello RCA Víctor, interpretando boleros y guarachas que lo empiezan a consolidar como solista dentro del ambiente latino en Nueva York. Aunque se le acreditan grabaciones con la orquesta de Noro Morales en Nueva York en 1947, Cristóbal Díaz Ayala insiste en que la voz no es la de Vicentico sino la de Machito. Las que sí corresponden a Valdés serán las que grabó con Morales en 1950.

En 1948 está en Los Ángeles donde empezó a hacerse popular. Volvió a México para regresar a Estados Unidos y ya en febrero de 1949 está domiciliado en Nueva York, donde encontró a músicos coterráneos, como Marcelino Guerra y el percusionista Francisco “Chino” Pozo (1915-1980 primo de Chano Pozo), un viejo amigo, quien propició un encuentro que le cambió la vida. Le presentó al pailero, Tito Puente (1923-2000-nació en el barrio Harlem de Nueva York) que estaba buscando un cantante que pudiera garantizarle un sonido auténticamente cubano.

Tito contó: “uno de mis músicos lo reconoció dentro del público, justo delante del escenario donde estaba la banda. Oye, lo subí y cuando lo escuché cantar un bolero, supe que éste era justo lo que yo necesitaba para mi orquesta, ¡qué clase de voz!”

Con Tito grabó: El Cumbanchero (Rafael Hernández), Babarabatiri (Catalino Curet Alonso), Ran Kan Kan (uno de los primeros éxitos de Puente) Que Será, Nague, Pa’ Los Rumberos y Arrollando.

En 1952 la orquesta de Tito Puente y gracias a Vicentico logró pegar varios temas de autores cubanos como Quiéreme y Verás, La Gloria Eres Tú, Guaguancó en Tropicana y otros.

Eran los años de una fiebre desconocida y poderosa sobre Nueva York, de un ritmo que no se puede concebir sin el baile: los años dorados del mambo, el célebre Palladium y la banda de Tito Puente, una de las que reinaban en su escenario. El cantante cubano Vicentico Valdés tuvo mucho que ver en esto. Asiduos al Palladium, como el bongosero norteamericano Jack Costanzo recuerdan la tremenda energía que desplegaban Puente y Vicentico sobre el escenario y el encanto del espectáculo que ellos centraban.    

Tito Puente contó muchas veces: “Vicentico fue el mejor cantante que tuve. Nadie tenía su sonido, su inspiración. Realmente lo extrañé.  Cuando se fue de mi orquesta, estuve un par de años sin cantante (utilicé a Gilberto Monroig en algunas grabaciones). Por un tiempo sólo grabé instrumentales”.

La noticia más importante y triste de 1953 fue la ruptura entre Puente y Vicentico Valdés tras el regreso de la banda de su primer viaje a Los Ángeles. Un problema de facturación fue lo que provocó la ruptura, sin la culpa de Valdés. Los Ángeles, cuya comunidad hispana es predominantemente mexicanoamericana, conocía mejor a Valdés, ya que vivió y actuó en México durante años. Un promotor de Los Ángeles colocó el nombre de Valdés por encima de Puente y estalló la guerra de las guerras encendidas entre Tito Puente y su vocalista. A su llegada a Nueva York, Valdés abandonó la banda.

A comienzos de los 50, realizó varias grabaciones con Morales y con Puente en las que ya los boleros en su repertorio tenían mayor presencia, además versiones de canciones de otros países, como La Vie en Rose, una costumbre que mantuvo a lo largo de su vasta carrera, en la que grabó cerca de 50 discos. 

Otro género al que dedicó mucho espacio fue al Mambo, que triunfaba por esos años, sobre todo en el continente gracias a otro cubano célebre, el matancero Dámaso Pérez Prado, quien ya causaba estragos sobre todo en México y La Habana.

Entre 1953 y 1955 estuvo en La Habana, donde grabó con Rogelio Martínez y la Sonora Matancera en los estudios de CMQ. Aquellas grabaciones fueron editadas por el sello SEECO.

Entre los temas que registró con la Sonora Matancera en ese año están: La Vida es un Sueño (Arsenio Rodríguez), El Divorcio (Moisés Simons), La Sitiera (Rafael López), Decídete Corazón (José Antonio Méndez), Convergencia (María Greever), Yo no soy guapo (guaracha de Reineiro Martínez) y el bolero mambo Decídete mi amor.

Estos números muestran el estilo de Vicentico en su etapa ya de bolerista maduro, acompañado por el sonido potente y bailable de la Sonora.

A partir de entonces se mantendrá en la preferencia del público, sobre todo latinoamericano, hasta fines de los 80. En Cuba mantuvo un programa diario de media hora en la COCO, aunque era reclamado por los oyentes en otras emisoras capitalinas e incluso provinciales.

En 1954 estando ya en su madurez como cantante, Vicentico Valdés formó su propia orquesta, con la cual se presentó, entre otros salones, en el Hotel Diplomat y en el famoso Palladium Balroom (llamado la Meca de la Música Latina) en bailes de fines de semana junto a las agrupaciones más populares del momento, como las del boricua Tito Rodríguez y la del cubano Machito (Machito y sus Afro-Cubans).

Sus integrantes fueron: René Hernández, Joe Caín y Javier Vásquez, en los arreglos musicales; Alfredo Armenteros, Víctor Paz, Jimmy Frisaura y Pat Russo, en las trompetas; Jesús Caunedo y Al Tenenbaum, como saxos alto; Shelly Gold, como saxo tenor; Dave Kurtzerm, en el saxo barítono; Frank Anderson, como pianista; Bobby Rodríguez, en el bajo; Mervin Gold, en el trombón; Félix Ventura, en las congas; Joe Rodríguez, en el timbal; José Mangual, en el bongó; Vicentico Valdés, voz líder con Chivirico Dávila y Felo Brito, en el coro.

En su orquesta tuvo también como directores ocasionales a los boricuas Charlie y Eddie Palmieri.

Como todos los grandes boleristas, su calidad no se basaba sólo en la tesitura de su voz, sino, sobre todo, en su capacidad interpretativa, en la dramatización que hacía cuando cantaba. Comparando su voz con las de otros nombres como Orlando Vallejo, Ñico Membiela, Orlando Contreras, y el mítico Benny Moré, la suya era decididamente nasal, pero no tanto como las de sus colegas y amigos Panchito Riset y Antonio Machín, que como él, ya en esos años, estaban en EE.UU.

Para entonces ya es reconocido como un excelente bolerista que le impregnaba un estilo peculiar a las guarachas, mambos y otros ritmos.

Realizó una gira por Buenos Aires y le apodaron “El Gardel de Cuba” según el diario Crónicas.

Gracias a la proverbial sagacidad de Gaspar Pumarejo y su Hogar Club en 1957 se realizó el Festival 50 Años de Música Cubana con la presencia de afamados músicos cubanos trabajando en el extranjero, en momentos en que Cuba era el centro del entretenimiento hemisférico. La llegada de estos músicos fue calificada por la revista Bohemia como un evento llamado a convertirse en un hecho sorprendente. 

Los invitados no tuvieron que preocuparse de los boletos aéreos y la estancia en La Habana, todo fue costeado por Hogar Club y Escuela de Televisión, las empresas de las que Pumarejo era presidente y director, respectivamente. Procedentes de distintas partes del mundo, llegaron cerca de 100 invitados entre músicos, periodistas y otras personalidades para estar presente los días 23 y 24 de febrero en el Estadio del Cerro con capacidad para 40,000 personas.

Todo fue reportado por Bohemia (17 y 24 de febrero, 3 y 10 de marzo de 1957), Diario de la Marina (21, 22, 24 y 26 de febrero de 1957).

Vicentico Valdés y otros 52 llegaron en dos vuelos de Cubana de Aviación los días 19 y 23 de febrero desde Nueva York.

Por cierto, que Tito Puente fue uno de los invitados que llegaron en esos vuelos. 

A las 8 de la noche del domingo 24 de febrero el Canal 2, transmitió desde el Gran Estadio del Cerro, animado por Pumarejo y Otto Sirgo el acto final con dos producciones del famoso Rodney y donde participaron además de las Estrellas de Tropicana, Estelita Santaló, René Cabel, Celia Cruz, Fernando Albuerne, Paulina Álvarez, el Trío Matamoros, Ana Gloria y Rolando, Wilfredo Fernández, Blanca Varela y Lucho Gatica. Todo bajo la producción de Héctor Beltrán.  

El broche de oro lo puso la presencia de la madre de Lucho Gatica, traída expresamente desde Chile para darle a su hijo la sorpresa de su presencia durante su actuación.

Pumarejo se anotó otro punto en su ascendente carrera en la TV cubana y la de sus empresas. Y los músicos regresaron felices para seguir haciendo música cubana por todo el mundo.

Los Aretes de La Luna del compositor nacido en Artemisa, José Dolores Quiñones (1918-2008) fue uno de los grandes temas que grabó Vicentico con la Sonora Matancera.

Otras de las composiciones de JDQ fueron: Vagar entre Sombras, Vendaval sin Rumbos, Sin una Despedida, Camarera del Amor, Solo por Rencor e Igual que un Niño. 

Las grabaciones que hicieron realmente popular a Vicentico Valdés fueron las que realizó bajo el Sello discográfico SECCO en la Habana con la grandiosa orquesta conocida mundialmente como la Sonora Matancera, con la que alcanzó sus mayores éxitos, entre los que se cuenta el estupendo tema Los Aretes de la Luna, grabado en 1957. 

Vicentico Valdés definitivamente alcanzó la fama internacional como bolerista, estilo que hizo que fuese exigido en todos los países de habla hispana, principalmente, donde el bolero es el género más querido.

La huella de Vicentico en la carrera de Tito Puente es incuestionable, y dos hechos así lo reafirman: sus temas El Yoyo y Arrollando grabados en 1950, están incluidos en la colección-homenaje Tito Puente and Friends. 

El 18 de abril de 1975 una multitud abarrotó el Corso Ballroom de la calle 68, para presenciar el reencuentro de Puente y Valdés sobre un escenario, repasando las canciones que tocaron y grabaron juntos. Un encuentro similar se produjo en 1984, cuando Valdés fue honrado por el Willie Bobo Committee del Club Broadway y donde cantó su repertorio acompañado por la orquesta de Tito Puente. 

La profusa discografía de Vicentico Valdés consta de más de 40 excelentes álbumes bajo los sellos Peerless, Decca, Tico, Seeco, United Artists, Bronco, y otros. 

Logró un sello absolutamente personal, su voz y su fraseo son inconfundibles. 

Cristóbal Díaz Ayala consideró que “sin integrarse plenamente en el feeling, había mucho de esa modalidad en su repertorio y forma de cantar”. 

Grabó muchas de las excelentes canciones de autores de este movimiento o cercanos a él, como José Antonio Méndez, Armando Peñalver, Chiquitica Méndez, Armando Guerrero, Jorge Mazón, los binomios autorales Piloto y Vera, Yáñez y Gómez, Francisco Fellove, Jorge Zamora, y sobre todo, Marta Valdés. También hizo excelentes interpretaciones de temas del repertorio hispanoamericano, hizo cruce (Crossover) inverso cantando con letras en español populares baladas norteamericanas, como Honey, Strangers in the Night, y otras, siempre al tanto en los cambios en el gusto de su público. En realidad, una de las mayores virtudes de Vicentico radicaba en su capacidad y buen gusto para seleccionar su repertorio.

La última etapa de Vicentico la hizo al lado de Bobby Valentín, quien venía de las canteras de la Fania All Stars y se había consolidado, hacia la década del ochenta, como un director y arreglista insuperable, hacedor de éxitos y difusor de la música latina a través de su propio sello, Bronco Records. Y lo que comenzó como un disco tributo, terminó en 3 piezas de colección que hasta hoy marcan la pauta. Sin duda alguna, sus versiones de los años 1982, 1983 y 1986 fueron claves en su consolidación incluso para las nuevas generaciones, quienes no lo habían conocido en los días de la Sonora y lo veían ahora al lado del Rey del Bajo.

Apenas es conocida su vida personal, pero Vicentico Valdés fue un hombre muy familiar. Su esposa, Georgina Agramonte, nació en Estados Unidos, de madre puertorriqueña y padre cubano, nieto de Ignacio Agramonte, prócer de la independencia patria. 

Con ella tuvo tres hijos: Diana, Vicente y Ramón. Los tres nacieron en suelo estadounidense y ninguno es músico, cursaron diferentes carreras y se hicieron profesionales. En una entrevista, su hija contó que cuando Vicentico tenía actuaciones, llegaba dos horas antes: “era un hombre sumamente organizado, meticuloso y serio en su trabajo. Fue un padre muy protector y cariñoso, pero a sus hijos siempre les exigió que fueran disciplinados y estudiaran, decía que la música era un negocio difícil y complicado. En su hogar reinaba la alegría, el canto y el baile. Le gustaba cocinar, ya fuera un guiso de quimbombó, frituras de malanga, tacos mexicanos o una pasta típica italiana”.

En todos los sitios online se dice que Vicente Valdés Valdés nació en La Habana el 10 de enero de 1921. Pero en una entrevista que en 2012 el historiador y musicólogo cubano Cristóbal Díaz Ayala le hiciera a Diana Valdés, la hija mayor del cantante, ella afirmó que su padre nació en diciembre de 1919. 

El tema Añorado Encuentro de Piloto y Vera, le valió a Vicentico Valdés un Disco de Oro, al igual que obtuvo otros dos Discos de Oro por Los Aretes de la Luna y Envidia. En total obtuvo tres Discos de Oro durante su carrera. 

Según manifestó Miguelito Valdés en diversas entrevistas de su época, se sentía demasiado orgulloso de haber grabado dichos temas y manifestaba que eran las piezas que más le solicitaban sus seguidores en las presentaciones.

Vicentico Valdés estuvo presente en la celebración del 65 Aniversario de la Sonora Matancera que se realizó en Nueva York.

Cuando Vicentico Valdés falleció, el 26 de junio de 1995, llevaba dos años retirado de los escenarios, debido a una afección cardíaca padecida desde hacía una década. 

Su cadáver fue expuesto y velado en la Funeraria Castle Hill y luego enterrado en el Cementerio de St. Raymond en el Bronx, Nueva York.

El diario El Tiempo de Bogotá le dedicó un obituario: “Se fue a buscar los aretes de la luna en el cielo. Con su partida se llevó no sólo la voz y el talento de uno de los más famosos exponentes del bolero, sino también los recuerdos de amor de miles de parejas que se enamoraron en su nombre”.

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