Unamuno: El genio atormentado

Written by Libre Online

5 de enero de 2022

Hace 85 años, el 31 de diciembre de 1936, en Salamanca, murió Don Miguel de Unamuno. Su combativa agresividad y su infinito afán de inmortalidad, ganaron para él lo que más quiso, lo que tanto lo atormentaba: en la Muerte, vivir eternamente.

Por Armando J. Durán Ache

El hombre

No podernos conocer al Unamuno escritor, si antes no conocemos al hombre. Ambos forman una unidad vital, indivisible.

Don Miguel era ante todo individualista. Su figura alta, siempre se hallaba cubierta por una indumentaria que pronto se convirtió en su uniforme. El traje era negro o azul muy oscuro. En invierno, a pesar del frio de Salamanca, no vestía abrigo alguno. En todas las estaciones usaba, sobre la camisa blanca, un chaleco de alto cuello, que le evitaba la necesidad de atarse una corbata, para él, signo de esclavitud. Sobre la cabellera rebelde, que pronto perdería el color de sus  años primeros, algunas veces se colocaba un sombrero de suaves alas o la negra boina vizcaína. Esta singularidad en el vestir la completaba con su habilidad para construir pajaritas de papel y su costumbre de hacer diversas figurillas con migajas de pan. Este individualismo, que le lleva a singularidades externas, en su personalidad, se refleja por el deseo de ser él mismo, completamente diferenciado de toda la humanidad.

De su erigen vasco heredó la soberbia y la egolatría. De ahí, su incontenible afán de inmortalidad: ese deseo que alcanza el grado de la obsesión —por no morir, por continuar viviendo después de la muerte y de quedar destacado para siempre como un ser singular, único, sin peligro de ser confundido o clasificado, Le era insoportable pasar inadvertido.

Pero lo que más caracteriza a Unamuno, como hombre, es su amor a la lucha, por la lucha misma. Es que es vasco, que es lo mismo que decir luchador. Es un combatiente —pleno de agresividad para todos y para sí mismo. Cuando arremete contra otros está arremetiendo contra si, vive perennemente dentro de una intensa lucha íntima. Pese a ese tono agresivo y terco de vizcaíno, Unamuno no se diferencia de sus coetáneos de generación, en lo que a la vida pública se refiere: como ellos, Don Miguel, más que hombre de acción, es ideólogo y soñador. Desprendiéndose de esta natural agresividad que le dominaba, Unamuno era un resentido al estilo de Pío Baroja, sin que esto mermara su integridad de hombre.

Como profesor de griego y filosofía romántica en la Universidad de Salamanca, nunca defraudó al estudiantado. Fue siempre, más que el profesor preocupado de desentrañar las lógicas dificultades de las disciplinas que explicaba, el maestro que actuaba sobre cada uno de sus jóvenes alumnos, tratando de orientarles y dirigirles.

Las palabras y manifestaciones de Don Miguel no son, como en casi todos los intelectuales, mero gesto: muy por el contrario, es completamente consecuente con su pensamiento intransigente y antisocial. En los años en que fuera Réctor de la Universidad de Salamanca, jamás asistió a solemnidad alguna que de carácter religioso se efectuase en ella; ni nunca se dejó arrastrar por el instinto gregario del hombre. Como le repugnaban los actos de la vida cotidiana, siempre vivió vertido hacia sí mismo.

Como resumen de Unamuno hombre,  pudiéramos decir que, por encima de todo, fue un combatiente irreductible, un hombre que siempre dijo lo que pensaba, sin preocuparse de las consecuencias, un ser que quiso ser él mismo y lo logró.

Unamuno y Salamanca

Cuando vemos a Unamuno vivir cuarenta años en Salamanca, nos preguntamos sorprendidos cómo aquel hombre que al cruzar frente a la peña de Orduña —limite de Vizcaya— lo hace dominado por la más honda nostalgia: y que años más tarde escribiera: «Madrid me fue hostil desde el primer día, sólo vivía para recordar mi tierra (Vizcaya) y soñar en volver a ella», pudiera sumergirse dentro de la vida que se desarrollaba en la planicie castellana, tan diferente en la gente y en el paisaje a su adorada región.

Salamanca es una ciudad detenida en el tiempo y el espacio, en la Edad Media. En general, se detuvo la ciudad en los tiempos de los Reyes Católicos, cuando entre la agonía de una arquitectura gótica, que se resistía a morir, y el impulso del Renacimiento, que le costaba tanto trabajo nacer, surgía algo netamente español, donde se fundían lo oriental y lo occidental, dando por resultado la maravilla de la aportación artística española. Las torres de esta arquitectura salmantina, viriles, erguidas; las afiladas agujas de piedra de la catedral nueva que permiten al ojo inquieto la contemplación de un cielo lleno de estrellas; la catedral vieja, la romántica, que deja escuchar el maravilloso nocturno de las aguas del tormes; las aguas suaves de la fuente de la Plaza de los Sesmeros sobre el antiguo cementerio del hospital de los Peregrinos, situado frente a ella; el solitario árbol de la Plaza de San Cristóbal; los cantos de las monjas de Santa Clara, encerradas en aquella torre romántica de paredes lisas y una celosía en lo alto que nos hace recordar los harenes moros; aquella fachada de la Casa de las Muertes, que podía contemplar a través de la ventana de su habitación de trabajo; su Palacio de Anaya, convertido en Facultad de Filosofía; su Universidad, la más antigua de Europa, con su extraordinaria fachada plateresca.

¿No había exclamado en «Del Sentimiento de la Vida»: «Síéntome con un alma medieval”. He ahí una razón. Unamuno se sentía hombre de otros tiempos era dueño, no de un alma moderna, sino de una completamente medieval. En Salamanca encontró este ambiente, tantas veces soñado por él.

La otra razón que explica la incorporación de Unamuno a Salamanca se encuentra en el paisaje. Su mente agónica y atormentada por el problema vital del hombre está perfectamente identificada con la poesía y la soledad de la ciudad; el paisaje desde fuera, sino que tiene que acercársele, poseerlo y, además, tiene la virtud este páramo castellano, de ofrecerle la oportunidad de interiorizarse, como lo demuestra la obra que le da fama mundial, toda ella producida en la ciudad de Salamanca.

Su obra

Cuando nos internamos en la obra de Unamuno, descubrimos que ella nos fuerza a una extraña pregunta: ¿Cuál es la esencia de su producción? Mientras que por un lado es maravillosa poesia, por el otro surge como filosofía, si bien vaga y poco rigurosa. Es que Don Miguel —la más alta figura intelectual de la generación del 98-es filósofo, literato, poeta, religioso. Su abra lo abarca todo, sin fijarse absolutamente en nada.  El mismo desconoce su sustancia verdadera. Por eso dice en “Del Sentimiento Trágico de la Vida» —su obra capital : «No quiero engañar a nadie ni dar por filosofía lo que acaso no sea sino poesía o fantasmagoría, mitología en todo caso.» Esta inseguro de lo que escribe. No sabe a ciencia cierta si es filosofía o no lo es. Acerquémonos más a él y conociendo sus problemas, el tema de su obra y sus luchas, tratemos de lograr una respuesta, si la hay.

La obra toda de Unamuno muestra una profunda preocupación filosófica, pues no se conforma conociendo los problemas de la filosofía; para él estos problemas existen, constituyen su problema. Sin embargo, no es fácil llegar a él. Su obra adolece de una dispersión total. No existe en ella ni sistema, ni organización, ni doctrina. Unamuno, por encima de todo y siguiendo fielmente una corriente del pensamiento de su época, es asistemático. Sus temas, pues, quedan aislados, sin incorporarse los unos a los otros en busca de articulación. De este movimiento continuo, ininterrumpido, su obra adquiere un dinamismo insospechado. Mas, como toda creación intelectual española la suya es una paradoja. Mientras que tiene el defecto de una aguda dispersión, a través de una reiteración constante, a veces monótona, logra una perfecta unidad temática.

El problema del hombre, de la cuestión humana, son perseguidos por Unamuno sin descanso. Es este tema el objeto de la filosofía. Unamuno quiere encontrarle una respuesta. Este pensamiento, que domina a Don Miguel, lo lleva a la búsqueda angustiosa, agónica de la verdad sobre la muerte. Se pregunta, inquieto y afanosamente, si el hombre penetra con la muerte en la vida perdurable o sencillamente, pasa a la nada. La idea de la nada, de no tener que hacer frente a la nada, le es insoportable. Pero para ir en busca de la muerte, es necesario encontrar la vida.

Unamuno se desarrolla entre una generación a la que no puede abdicar. Se siente inmerso en ella,  fuertemente  atado a sus pensamientos y a sus ideas. Son Bergson y el angustiado profesor danés Kierkegaard quienes más influyen en el pensamiento del Rector de la Universidad de Salamanca. Para el primero, la inteligencia, el pensamiento conceptual, la razón, son incapaces de comprender la vida; solamente la intuición, ques es lo más cercano al instinto, puede llegar a conocerla. Kierkegaard fortalece esta idea.

LA INTELIGENCIA

«Es una cosa terrible la inteligencia» —afirma Unamuno—. No puede, dice él, conocer lo vivo; la existencia, porque ella es inintelegible. Por esta creencia y «porque la razón no sirve para conocer la vida ya que, limitándola a conceptos fijos, rígidos, la mata», llega Don Miguel a una angustia profunda, existencial, si se quiere, vital. Es aquí donde se desencadena la lucha terrible de Unamuno: el confrontamiento feroz del sentimiento, de la fe y la razón. (La razón -dice Unamuno— es la enemigo de la vida.) Porque si bien por su irracionalidad no le atrihuye a la razón capacidad para comprender el problema del hombre, de la vida y su perduración, sólo por la fe tampoco llega a comprenderla. El resultado de esta lucha sorda es la angustia, al no saber Unamuno a qué atenerse, al verse incapacitado, para resolver la problemática de la filosofía, que es la suya propia.

Pero, ¿cómo este hombre, hondamente preocupado, produce mayormente novelas? ¿Cómo es que su pensamiento no se encuentra encerrado en alguna obra monumental,  en vez de estar disperso, desorganizado, en novelas, ensayos, poesías?

Decíamos que, para Unamuno, la razón queda desechada como un todo del conocimiento. Para él, es la imaginación la facultad más sustancial. ¿No es la vida humana algo que se hace, que se cuenta. ¿No es, en definitiva, hacer un poco de historia? Unamuno escribió novelas. En ellas adquiere la paternidad espiritual de los personajes y haciendo uso de la imaginación, les enfrenta sus problemas tratando intuitivamente con ello, de resolverlos. Por esto nos interrogamos sobre la esencia de su obra. ¿Es filosofía, es literatura, es poesía? En definitiva, ¿En qué consiste su obra?

Unamuno no tiene en su obra propósito meramente estético pero a pesar de esto y los problemas que plantea, su obra es literatura. Su pensamiento, expresado en sus novelas, sus ensayos, sus dramas,  es inmaduro, carece del rigor, de la consistencia necesarios, su obra en fin, no alcanza sino a realizar, aunque penetrantes casi siempre, ligeros atisbos intuitivos.

MIGUEL

DE UNAMUNO

(1864-1936)

-Nació el 27 de septiembre de 1864 en Bilbao.

-Su niñez se desenvolvió junto al calor materno, ya que apenas cumplidos seis años muere su padre.

–El 21 de julio de 1880 obtiene el grado de Bachiller.

-En septiembre del mismo año matricula en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid.

-Tres años más tarde, el 21 de junio de 1883, recibe el título de Licenciado y, al siguiente, el de doctor, titulándose su tesis “Crítica del problema sobre el origen y pre-historia de la raza vasca”.

-En 1884, regresa a Bilbao donde reside hasta 1891.

-En esos años de retorno a la época infantil funda, junto con algunos amigos, el semanario “La lucha de clases”, primer órgano socialista viscaíno.

-En 1891 comienza a dictar clases en la Universidad de Salamanca. Más tarde es elevado al cargo de Rector.

-En septiembre de 1914 es destituído de su cargo de Rector por presiones del Obispo de Salamanca, del periódico “Siglo Futuro” y numerosos políticos que consideraron afrentosa la presencia de Unamuno en el rectorado salmantino.

-En 1919 se presenta como candidato republicano a las Cortes.

-En 1924 meses después del golpe de estado de Primo de Rivera (13 de septiembre de 1923), se ve forzado a tomar el doloroso sendero del exilio, rumbo a la isla canaria de Fuerteventura, a donde llega el 10 de marzo.

– El 9 de julio de ese mismo año, a bordo de D´ Aiglon se fuga con rumbo a Las Palmas y más tarde a Cherburgo.

-A finales de agosto llega a París.

– Para estar más cerca de España, en el año 1926 se traslada a Hendaya.

-Regresa a España el 9 de febrero de 1930, es nombrado Rector Vitalicio de la Universidad de Salamanca.

-La noche del 31 de diciembre de 1936, Miguel de Unamuno muere.

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