UNA GUERRA FRANCO RUSA, CON BURBUJAS, ESTÁ COMENZANDO

25 de agosto de 2021

El tedio que suele reinar aquí durante julio y agosto fue interrumpida en el sector vinícola cuando se supo del comienzo de una crisis  entre Francia y Rusia consecutiva a la promulgación  la ley federal rusa 345-FZ que establece la obligatoriedad de modificar el etiquetaje en toda botella de champán colocada en su mercado interior. Lo que los rusos están buscando es imponer su propio brebaje «achampañado» doquiera que les sea posible. Se sabe de la fabricación à la française de varios tipos de vinos durante el zarismo, incluyendo «champán ruso». Confiscados al implantarse el bolchevismo Stalin ordenó en 1928 fabricarlo nuevamente para proporcionárselo a los obreros y a los campesinos soviéticos a un precio razonable y justo. En consecuencia lo que está sucediendo ahora es una vieja historia transformada en coyuntura comercial del Siglo XXI y azuzada por Vladimir Poutine.

Los soviéticos siempre han exportado sus licores. Tengo mi propia historia a propósito del shampanskoye. A finales de 1962,  corrían las semanas que siguieron a la Crisis de Octubre unido a un gran desconcierto entre quienes queríamos emigrar. Estábamos «embarcados». No había más vuelos hacia Estados Unidos. Pero la vida no se había detenido y fui una noche a cenar al Salón Rojo del Hotel Capri con una despampanante trigueña a la que, costara lo que costara, deseaba impresionar. Queriendo tirar un farol, cuando se presentó el capitán a tomar la orden se me ocurrió preguntarle si había champán en la carta. Desde lo alto de su prepotencia aquel hombre me respondió «¿francés o ruso, compañero?. Opté por el segundo porque era el más barato. No podía imaginar que aún les quedaba del francés en stock y menos que los rusos estaban enviando el suyo. Fue mi primera vez con la burbujeante bebida, por así decirlo comunista,  que circunstancialmente facilitó otra primera vez con aquella chica seducida y luego abandonada en el camino de la vida.

Lo cierto es que la actual tempestad franco-rusa ha provocado la interrupción de las exportaciones de champán a Rusia. Para enviar sus botellas los franceses, se permite mantener el nombre champagne en la etiqueta del  producto, pero añadiéndole una pegatina en cirílico que es la escritura rusa que designa el contenido como «vino espumante».  Solo podrán ostentar en lo adelante la palabra «shampanskoye» las botellas Made in Russia. Una mentira tan flagrante como arbitrario resulta su materialización. Comercialmente estamos hablando de millones de euros.

Tres ministros franceses están tratando de capear el temporal. Por un lado está la afrontación planteada a los viñerones: el burbujeante producto se produce en la región siguiendo el método que inventó Dom Pérignon a fines del Siglo XVII. Por el otro el nombre es una DOC (denominación de origen controlada) registrada en el mundo entero desde 1936. Francia tiene en esta puja el apoyo de la Unión Europea y del comisario auropeo para el comercio. Y la fecha no es casualidad: es ahora que se preparan los embarques que estarán en el mercado al final del año para las fiestas, período de las mayores ventas: 300 mil botellas y 33 mil hectáreas de viñas sobre el tapete. El alma de Jeanne-Alexandrine, la mítica «viuda»de Pommery, debe estar agitándose en el Purgatorio: fue gracias a sus iniciativas que el champán moderno nació en Reims como producto de una segunda fermentación y del uso de nuevas levaduras.

Hace más de treinta años España rebautizó cava su espumoso cuando en 1986 fue admitida en la UE. Hasta China Comunista aceptó en 2013 la DOC del champán francés, valga la redundancia. Mientras, algunos países (Estados Unidos, Brasil, Argentina y varios ex soviéticos) persisten ilegalmente en dar el nombre champán a sus producciones respectivas, pero sin llegar a prohibir como ahora hacen los rusos de denominar como tal al original en sus mercados.

La voluntad de proteccionismo planteada por Rusia esconde probablemente intereses económicos muy importantes que pudieran estar asociados al círculo personal de Poutine.  Y cae además en medio de un contexto de tensiones existente entre Rusia y la Unión Europea. En este enredo hay que comprender que los jerarcas de la economía rusa están estimulando un sector de la agricultura rusa porque se intenta revivir la siembra de uvas maltrecha desde que Gorbatchev mandó a arrancar los viñedos so pretexto de lucha contra el alcoholismo de los rusos. La ley ostenta por otro lado una dimensión geopolítica interior porque es en Crimea, penísula de Ucrania que se apropió Poutine de a porque sí en 2014, donde se producen las uvas utilizadas en el shampanskoye.

Como es habitual en este tipo de contencioso los negociadores están obrando más allá de las declaraciones troniturantes que se han leído en algunos medios. Busines must go on. Además otras bebidas alcohólicas pudieran verse implicadas en situaciones similares, concretamente para con productos excepcionales como el coñac (cocgnac) y el armañac (armagnac). Como más de la mitad del mercado del champán esta en manos de la gigantesca compañía LVMH, líder mundial de productos de lujo en actividades como la moda, el perfume, relojería, etc. puede presumirse que algún arreglo podrá ser negociado. Bernard Arnault, gran patrón del holding pudo hacer entrar en razones a Donald Trump en 2019: ¿ por qué no a Vladimir Poutine?.  Affaire à suivre y ¡salud!.

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