TELEVISORCITO EN 1959

Written by Demetiro J Perez

5 de septiembre de 2023

Gracias a mi padre y a mi televisorcito Zenith de 17 pulgadas puedo decir orgulloso que no fui fidelista ni por un solo segundo de mi vida.

Desde el mismo primero de 1959 me senté en un buen sillón, frente al televisorcito, solo en alma, y ante mi se abrió el panorama nacional.

Observé a las turbas rompiendo parquímetros, vi a un tanque arribando a La Habana, ahí estaba encaramado un soberbio lídercillo flanqueado por sus futuras víctimas Camilo y Matos, vi la palomita defecarse en su hombro.

Sorprendido vi a un desfile inagotable de “comandantes” que actuaban (y eran recibidos) como si hubieran ganado la “Segunda Guerra Mundial”…

Enseguida me di cuenta que esta gente se hicieron “comandantes”tras unos meses subidos en una loma, y unas cuántas Aescaramuzas, sin recibir un solo rasguño. El Che recibió una estrella en el hombro tras unos días en la Sierra como premio por haber asesinado al campesino Eutimio Guerra.

Los uniformes rasgados, sucios, desteñidos, fueron sustituidos por bellos y satinados uniformes fabricados en elegantes sastrerías habaneras.

Los engañadores “Rosarios católicos en los cuellos” fueron desechados. Y ellos (menos cuatro o cinco elegidos) también, poco a poco, fueron desechados.

Y me di cuenta, gracias a mi televisorcito, que solo iba quedando en pie un ser despreciable, egocéntrico, incansable, vociferante, todopoderoso, mandón, grosero, insultante, dueño absuelto de los medios de comunicación y del país.

Petrificado vi -de inicio a fin- un Circo Romano, vi inicialmente a un “esbirro de la dictadura batistiana” convertirse ante mis desmesurados ojos en un valiente héroe.

Vi a un endemoniado barbudo, gritando, rompiendo la ley universal de “caso juzgado y cerrado” anulando el fallo y obligando a celebrar un nuevo juicio de los pilotos llevando al suicidio al “comandante” Félix Pena que los había juzgado.

Vi y escuché inacabables peroratas de un amargado, soberbio, trastornado, autoritario tipejo, tratando a un pueblo -que en su mayoría le rendía pleitesías- peor que un chulo le grita a sus prostitutas, peor que un terrateniente les habla a su ganado vacuno.

Un año entero de observación, horas y horas de dedicación y aprendizaje.

Salí a la calle convertido en un decidido anticastrista, gracias a Dios mis amigos Manolo Amich, Milton Sori, Gisela Granda, Ledia Herrera, Magaly Alfonso, Jesús Hernández, Tony Marín, Eduardo Ayala, Juvenal B. Rivero, se habían percatado de lo mismo que yo, e intentamos luchar contra la barbarie recién iniciada.

Pero, perdimos, la mayoría gritaba paredón, nos convirtieron en parias, nos llamaron “gusanos, escorias, lumpen y niños bitongos”.

Me golpearon, me expulsaron del Instituto, me apresaron varias veces, y aterrorizaron a mis padres llevándolos al sacrificio de querer sacarme de Cuba.

Y aquí me tienen, sano y salvo, anticomunista y anticastrista, rindiéndole hoy honores a mi Zenith de 17 pulgadas.

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