Los 27 jefes de estado y de gobierno de la Unión Europea (UE) concluyeron el pasado viernes en Versailles una reunión extraordinaria de dos días, convocada para acordar y coordinar acciones comunes ante la crisis que la guerra de agresión desencadenada por Rusia esta provocando. Se trataba al menos, y según su orden del día, de intentarlo. Y consta a todos, es el caso a la hora de redactar esta crónica al anunciarse una ayuda excepcional en dinero y en armas a Ucrania, que la problemática va in crescendo: estamos en medio de un túnel negro al cual no se le vislumbra salida.
Sobre el tapete estuvo todo el tiempo la candente actualidad bélica, pero más allá de las declaraciones consensuales dadas a la prensa por Joseph Borrell, Vice Presidente de la Comisión y su representante para asuntos exteriores, el cataclismo humanitario que esta produciéndose en y a partir de Ucrania ocupó gran parte de los dos días de sesiones. La cantidad de refugiados esta aumentando de manera exponencial día tras día con Polonia recibiendo gente a través de su larga frontera este con el país vecino, una zona que conocemos por haberla recorrido someramente de sur a norte hace diez años viniendo de Eslovaquia. Eran tiempos muy diferentes en los cuales uno iba de vacaciones, sin reflexionar mucho acerca de cuanto dolor habían visto pasar aquellos parajes y menos en lo potencialmente tenebroso del futuro en la región. Y sin embargo hubiera pedido porque tengo edad suficiente para saber que «la Historia se repite …».
Lo cierto es, basta tornarse precisamente a la Historia sin ir cronológicamente muy lejos, que en el este europeo han abundado las tragedias, holocautos incluídos. Nuestros sesudos dirigentes europeos no pudieron entrar mucho en materia porque parece ser que se repartieron malamente la acogida de los ucranianos que huyen. Gran Bretaña, que por causa de post-Brexit no estuvo incluída en el cónclave, ha consentido comoquiera establecer su propio centro de acogida y procesamiento en una de las ciudades portuarias francesas que dan al Canal de la Mancha. Mientras tanto nadie sabe qué va a suceder con los negros africanos, los magrebíes y los asiáticos que siguen entrando por las fronteras, tanto marítimas como terrestres. Esto que esta ocurriendo tocante a los refugiados es parte del chantaje ruso a Europa. Pero si bien todo el mundo sabe que aquí «no hay cama p’a tanta gente», no es posible dejar tirados en la cuneta a los ucranianos. ¿Cómo va a gestionarse la cuestión?. Francamente no tengo ni idea a menos que uno suponga que la muy risueña Kamala Harris haya traído el jueves pasado a Varsovia buenas noticias y un cheque multimillonario al presidente polonés de parte de Joe Biden. ¡Affaire à suivre!.
Hoy por hoy todo el mundo y su tía suputa que Putin no va a aflojar pactando una retirada siquiera parcial de sus tropas, sin que un buen paquete de sus pretensiones, intrínsicamente inadmisibles sean aceptadas. Ahí esta precisamente el nudo gordiano que los 27 no han podido cortar, cosa que el presidente francés Macron ha reconocido con eufemismos que de momento resultan ser de muy mal augurio. El autócrata ruso, sus generales y su ministro de exteriores son pirómanos natos. Que nadie se llame a engaño : no van a vestirse de bomberos. Esta situación, como ya lo había expresado con lucidez en un brillante ensayo publicado en el año 2015, la experta francesa en asuntos soviéticos y post-soviéticos François Thom, era jugada cantada desde mediados de 2008 cuando los rusos hicieron su guerrita privada contra Georgia pretextando disturbios en la región entonces separatista de Osetia del Sur. Lo que sucedio seis años después, ya directamente contra Ucrania en 2014 anexando Crimea con Barack Obama mirando para otra parte como hizo cuando las armas químicas usadas contra los kurdos en Siria, confirmó en el subconciente del psicópata Putin que Rusia podría hacer lo que le viniera en ganas. Y en eso estamos.
Pero no fue en estos asuntos de geopolítica en los que yo estaba pensando antes de ayer cuando vi la foto con todos los mandamases posando para la prensa en Versailles, a la vera de la Cour Royale del Chateau. No es la primera vez, y lamentablemente no creo que vaya a ser la última, que las dependencias de ese recinto grandioso y varios palacetes en la cercana capital, han sido el escenario escogido por el gobierno para celebrar reuniones internacionales trascedentales.
En 1783 fue aquí que fue firmado el tratado que puso fin formalmente a la lucha por la independencia en Estados Unidos en cuyo texto los británicos «reconocieron» a sus ex-súbditos coloniales como «libres, soberanos e independientes». Con sabio realismo el documento propició la reconciliación política y la cooperación entre ambos países que han durado hasta hoy. Poco más de un siglo más tarde en idéntico escenario españoles y americanos negociaron durante casi seis meses los acuerdos que conocidos como Tratado de París pusieron fin a la Guerra Hispano-Cubana-Americana. Sin olvidar el funesto Tratado de Versailles en junio de 1919, parte de cuyas cláusulas estúpidas e indignas portaban ya en germen la guerra mundial que estallaría veinte años más tarde en septiembre de 1939 con las consecuencias que sabemos.
Por lo antes citado, pero también por otros muchos documentos trascendentales que han sido discutidos y concebidos a lo largo de más de tres siglos entre los muros de este Castillo sin par, recordé como en mis frecuentes visitas al lugar recorriendo la impresionante Galería de los Espejos me he preguntado si entre las capas de plata y mercurio que recubren los cristales que recubren sus paredes perviven los fantasmas de tantísimos personajes tenebrosos que han contribuído, las más de las veces malévolamente, a los arreglos y a los acuerdos que ahí han sido negociados y firmados. Estará por ver si con esta recién concluída reunión de los 27 no estamos nuevamente ante una de esas encrucijadas de la Historia en la que nuestros dirigentes no han estado a la altura requerida por la gravedad de los acontecimientos. No sería lo que merecen los ucranianos que ahora están enfrentándose a la impía agresión de Vladimir Putin y sus secuaces.
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