SUELA ROJA CON IDEOLOGÍA ROJA

7 de julio de 2021

Las repercusiones que el terremoto ocasionado por el movimiento «woke» esta provocando en nuestras sociedades no cesa de incrementarse. Un reflejo de esa simbiosis aparentemente indetenible que aparea factores sociales intrínsicamente contrapuestos acaba de manifestarse hace pocas semanas en Francia con una referencia casi inevitable a Martin Luther King, a su frase «walk a mile in my shoes» y con la participación del actor británico Idriss Elba y su esposa, ambos activistas de la causa de los negros BLM. Quien no vea lo que esta sucediendo como un combate ideológico puede continuar durmiendo el sueño de los justos, pero esa no es mi percepción del planteamiento estratégico en curso. Es un combate en el que todo vale.

Los últimos implicados son el creador de zapatos y de bolsos de gran lujo Christian Loubotin y Assa Traoré una francesa de origen maliense que se ha convertido en adalid de lo que ella y sus seguidores han definido como combate contra las violencias cometidas por la policía. En el origen de su salto a la notoriedad esta la muerte en julio de 2016 de Adama Traoré, uno de sus 16 hermanos que acababa de ser detenido por robo. Alrededor de esta mujer y de su «combate» se han aglutinado numerosos sectores de las izquierdas y de la extrema izquierda en Francia. Assa se transformó en una personalidad mediática cuya imagen ha trascendido las fronteras de Francia: Angela Davis la ha llamado por teléfono para intercambiar puntos de vista, la emisora de televisión americana Black Enterteinment le confirió un galardón y la revista americana Time la designó «centinela del año 2020» colocando su foto en su portada 11 de diciembre de 2020.  Se habla mucho menos de un  gurú extremista de origen árabe, procedente del islamoizquierdismo que no le pierde ni pie ni pisada.

Por su parte el eminente zapatero y talabartero Loubotin, es un hombre que partiendo de cero consiguió crear una gran compañia global.  Nuestros lectores no ignoran, sobre todo de género femenino,  la existencia de su producto faro, elegantes zapatos de tacón fino y suela roja.  Las boutiques de la marca están presentes en muchas ciudades americanos y de paso en la Florida.   Son sus grandes competencias profesionales,  que ni yo ni nadie osaría poner en tela de juicio, lo que lo ha llevado a izarse en los más altos peldaños de la moda. Menos loable, al menos en lo que me concierne, es la devoción que desde hace casi un cuarto de siglo muestra por Cuba, por su régimen dictatorial y sus jerarcas. Con el castrismo no hay ambigüedades posible: todo esta en el mismo jolongo. 

Por mi parte ignoraba lo anterior. En diciembre me llevé la sorpresa con él. La redacción del Figaro había aprovechado la pausa navideña para encuestar con varias personalidades la temática de preferencias en materia de destinos cacacionales. Y compareció Loubotin. Atrajo mi atención porque la foto que ilustraba el artículo mostraba un automóvil americano de los años 1950 circulando por el Malecón habanero con inequívoco pie «Cuba, la isla donde Christian Loubotin pasa sus vacaciones desde hace 17 años». A una pregunta de la periodista «cuénteme acerca de un lugar del mundo que lo revitaliza al viajar», respondió Christian: «pues Cuba, a donde voy de vacaciones hace 17 años ininterrumpidamente; es una isla feliz que me inyecta vitalidad y de la cual no me aburro; cada vez que regreso  hallo un rincón en la isla que no había disfrutado antes, de la misma manera que hace que al ver varias veces una buena película su visión nos sorprende aportándonos algo inesperado». Confieso que ante tamaña desfachatez pensé escribir al periódico para intentar comprender, no lo que había afirmado el entrevistado a quien le cabe el derecho de hacer y de decir lo que entienda, sino  la pasividad cómplice de su interlocutora.  Pero harto de arar en el mar en situaciones análogas no lo hice.

Picado de curiosidad hice una búsqueda en la red y supe que Christian Loubtin con un antiguo internacional francés de handball llamado Henri Tai habían patrocinado ambos, vistiéndola y calzándola, a la delegación cubana que asistió en 2016 a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Tai es el propietario de una compañía que fundó y que se dedica a la creación y a la venta de ropa y zapatos para deportistas, en Norteamérica sobre todo. Nada se puede objetar, y más bien hay que aplaudir los resultados tanto de Loubotin como de Tai, genuinos productos de la libertad y de la iniciativa que justamente impiden a sus ciudadanos la dictadura cubana,   pero, ¿por qué el binomio escogió la Cuba castrista para sus filantropías, dando un espaldarazo al gobierno opresor si dignarse  a considerar a quienes luchan por conseguir cambios en la isla?.

Tal reflexión nos trae de vuelta a Assa, antes citado retoño maliense nacido en París hace 37 años. Que no solo nacido sino que amamantado por la sociedad francesa porque con sus 4 esposas y 18 hijos el padre de la criatura probablemente no ha trabajado en su vida y las ayudas recibidas en familia han sufragado los gastos del  familión.  Cosa que atiza indignaciones, ocasiona escozor con sensación de arena en el paladar,  porque por ejemplo desde nuestra llegada en 1982 mi esposa y yo  no paramos de trabajar un solo día hasta la fecha de la jubilación.  El caso es que en el perfil Facebook del «colectivo» fundado por la señora Asa bajo etiqueta «verdad para Abama» publicaron hace pocos días una foto de la dama – identificable por su marca casi registrada, un impresionante peinado afro bajo el cual truena una mirada desafiante de pocos amigos que siempre he interpretado como un inequívoco «¡blancos, pónganse p’a las cosas que les voy a pasar por arriba a lo que dé lugar!», jean,  piernas cruzada y calzando un par de zapatos Loubotin. Sí, sí, esos mismos que cuestan alrededor de $1,300 dólares y por los que hay que esperar meses después de encargarlos.

Con el mensaje: «gracias por el honor que me hacéis al asociarme a vuestra campaña en favor de igualidad y justicia para todos, me siento profundamente emocionada de que estén junto a mi en mí combate militante». Este asunto que pudiera aparecer a nuestro entendimiento de opinión pública como caricatural en realidad no lo es. Sobre todo en un país que como Francia leyó hace medio siglos los libros en los que Romain Gary describió la hipocresía del medio intelectual americano y en especial hollywoodense, con respecto a los afroamericanos. En el medio estadounidense existe el ensayo Radical Chic del novelista Tom Wolf  que entre otras cosas describe una soirée mundana de colecta de fondos dada en el súper apartamento del director de orquesta Leonard Bernstein a beneficio de los Panteras Negras, los mismos que cobijaban en La Habana y desde La Habana.

Los gestos de Loubotin y de Tai, respecto a Cuba y con los afrodescendientes contemporáneos, deben ser considerados como una variante importante respecto a aquellos tiempos de los 1960 y 1970. Después de las estrellas de cine y los grandes burgueses ejerciendo el humanismo privado pero pregonado, ahora son las grandes empresas las que enarbolan las banderas de los orpimidos y de países como Cuba. Discreta pero eficazmente están ahí y los calzan partiendo de un razonamiento que asocia mercadeo a ideología. Pudiera tratarse de una apuesta con miras a un futuro en el que la demografía va a colocar a las masas en una posición de protagonismo. No es posible demostrarlo pero vivir para ver.

El movimiento nació en Estados Unidos. Las grandes corporaciones, y aquí no echo en el popurrí ni un gramo de conspiracionismo, se han propuesto evitar a toda costa la más mínima recensión crítica venida desde las asociaciones militantes. Para lograrlo todo vale y lo que buscan es fundirse en una ancha base que sea común a las «aspiraciones» de la parte de la sociedad que componen los «oprimidos» y los oportunistas de toda laya.  Tienen legalmente luz verde en cuanto a dar fondos desde que la Corte Suprema americana votó la Citizens United en 2010. Aquellos polvos …

Lo peor es que la actualidad demuestra que los intereses de los grupos más poderosos se han estado movilizando con gran habilidad para lustrar sus galones «woke». Han llegado los tiempos de la segregación de sentido contrario y «los blancos», siempre aleccionados por el inefable New York Times y sus numerosas comparsas, deben concienciar humildemente los privilegios de que han gozado hasta ahora al tiempo que los «de color» son invitados a encarnar papel de víctimas.

¿Diversidad o ética?, el combate está en curso y lo que Loubotin y Traoré aportan en Francia demuestra que los próximos años van a ser en estos aspectos sumamente delicados porque será muy difícil navegar en las aguas cada vez más crispadas de lo social y políticamente correcto. Mientras tanto el diazcanelismo, insensible a la pauperización creciente del pueblo cubano que no toca a su cúpula militar y partidista, seguirá estando bien calzada con zapatos de suela tan roja como la espuria ideología que cínicamente pregonan.

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