Sophia Loren: La Vampiresa del 55

Written by Libre Online

2 de junio de 2021

Por: José Sobrino Diéguez  (Publicado en 1955)

GINA CONTRA SOPHIA

Por muy buena que sea una cosa  siempre puede haber algo mejor. Esto, que en verdad con respecto a casi todo, lo es también en lo que a las mujeres y la belleza se refiere.

Gina Lollobrígida ha sido reconocida en los últimos años como Reina Mundial de la Belleza. Cuántas veces se le ha opuesto una contrincante, ha sido derrotada. Su última victoria fue sobre Marilyn Monroe, en la propia New York. Todos los grandes de la tierra, le han rendido homenaje. Hace muy poco aún que un grupo de magníficos pintores, reunidos para hacerle unos retratos ninguno de los cuales hizo justicia al original, admitieron su fracaso afirmando que «la Naturaleza había exagerado».

Así estaban las cosas cuando empezó a escucharse un nombre: Sophia Loren. Y la corona del Campeonato Mundial que descansaba tranquilamente sobre la frente de Gina, empezó a tambalearse.

La lucha había empezado. El ring era la Cinecitta de Roma. Los referees eran los productores y directores. Y el juez supremo era el público.

El primer round pareció haber sido ganado por Sophia. En los estudios italianos se han estado rodando una serie de películas, bajo el título de Pan, Amor y… En las dos primeras. «Fantasía» y «Celos», el papel protagónico ha estado a cargo de la Lollobrígida. Estaba en preparación una tercera, cuando se anunció sorpresivamente que la «estrella» sería la Loren. Se dijo que Gina había pedido a los productores una cantidad excesiva por su actuación, pero ella lo negó, afirmando que el cambio era debido a «intrigas de la Loren».

Con estas palabras la guerra abierta entre las dos estrellas quedaba declarada. Desde hacía algunos meses una sorda rivalidad las enfrentaba. Ya en algunos juzgados italianos se habían presentado casos de violencia entre los admiradores de las dos artistas. Ahora entre los dos bandos ha dado comienzo una apasionada lucha, porque para los italianos las «cuestiones de belleza» son más importantes que las de intereses.

En unas elecciones celebradas en un pequeño pueblo cercano a Nápoles, uno de los candidatos obtuvo una aplastante votación sobre su contrincante, y la causa de ello  fue que consignó en su propaganda política que era «partidario de Sophia».

«Más de todo…»

Este es el lema que los partidarios de Sofía oponen a los admiradores de Gina. Estos últimos responden que Sofía tiene «todo lo necesario para ser fea».

En efecto, Sophia Loren tiene una cara de facciones desmesuradas. Su boca es enorme, y sus orejas también. La nariz es demasiado ancha. A pesar de todo ello no se puede dejar de reconocer que en conjunto es torrencialmente bella. Sus esculturales piernas, y su pecho de 91 cm., son armas invencibles.

Su compatriota Vittorio Guerriero la ha definido así:

«Sophia Loren resume y concilia, en su deslumbrador encanto toda la claridad latina y la armonía cartesiana que dan su acento al cuerpo de Gina; y al mismo tiempo, todas las promesas físicas, todos los «freudismos», que hacen de la anatomía desconcertante de Marilyn una noción célebre en todas los latitudes. Se atribuye generalmente a Marilyn una belleza rápida de tipo nocturno. A Gina, un poder de seducción de tipo diurno. En el encanto de Sophia Loren, todas las veinticuatro horas del día están presentes a la vez. Marilyn es un fenómeno neuro-físico. Gina es un ciervo sentimental. Sophia es, puede ser, las dos cosas.»

Lo curioso en este asunto era que Sophia tenía sólo veinte años, y únicamente tres o cuatro películas de importancia en su haber como actriz. La última que  había filmado «La Muchacha del Río», con Mario Soldati como director, es según los críticos italianos su verdadera consagración, asegurando que significará en su carrera algo parecido a lo que «Arroz Amargo» significó para la fama mundial de Silvana Mangano.

En la actualidad de entonces Sophia  estaba  ganando de 30 a 40 millones de liras por película. Hollywood la reclamaba insistentemente, pero una afrenta que ella recibió de Mervyn Le Roy, cuando en los comienzos de su carrera solicitó un papel de figurante en la película «Quo Vadis»,  parece que la ha predispuesto contra el cine norteamericano. De todos modos con la fama que está cobrando a pasos agigantados, no tiene que salir de Roma para ganar todo el dinero que le dé la gana.

Su película «Carrousel Napolitano», en la que bajo la dirección de Vittorio de Sicca realizó una gran interpretación, fue presentada en  Londres durante la «Semana del Cine Italiano», que se celebró en aquella ciudad. La reina Isabel aplaudió su trabajo, y conversando personalmente con ella la felicitó por su esplendente belleza y por las cualidades dramáticas de que era poseedora. La juventud de la actriz  sorprendió grandemente a la Reina y a los críticos ingleses,  los que la calificaron como «una niña graciosa, es un cuerpo de sirena».

No se ha dicho hasta ahora por qué en ese Festival Gina Lollobrígida cambió súbitamente de vestido (había anunciado que se presentaría ante la Reina con un vestido muy escotado, e incluso fue retratada con él, pero a última hora apareció con un vestido diferente y muy recatado). La verdadera causa fue que Gina se enteró de que la Loren llevaría también un gran escote, y prefirió, por el momento, eludir la competencia.

La llamaban “Palillo”

Sofia Villani Scicolone, éste era su nombre de pila, nació en Roma por casualidad. La residencia habitual de la familia era una casa de vivienda en Nápoles, y fue allí donde transcurrió la infancia de Sophia.

—No se comía todos los días —confiesa ella— pero se cantaba siempre.

Tenía seis años cuando estalló la guerra mundial, y la alegría de Nápoles se vio oscurecida por los bombardeos aliados que redujeron la ciudad prácticamente a cenizas. Durante esta temporada la futura estrella vivió casi siempre en los refugios antiáereos, aterrada por el estallido de las bombas.

—Quien ha vivido como yo viví en aquella época, siendo niña —dice Sophia — tiene que preferir el drama a la comedia. Escuchaba muchos llantos y lamentos. Nadie tenía valor para reír.

Terminó la guerra, y con ella vino el regreso al hogar miserable y semidormido. A los doce años de edad, en 1946. Sofía era tan delgaducha y pálida que los muchachos de la vecindad le pusieron el mote de «Palillo».

Su mamá, la señora Romilde. había sido, y lo era todavía, una mujer extraordinariamente bella. A raíz de retirarse la «divina» Gabor del cine, Hollywood envió a Europa numerosos agentes con la misión de encontrar una belleza extraña que pudiera sustituirla en la pantalla. Ellos encontraron a Romilde, y se dispusieron a enviarla para los Estados Unidos. En un principio ella accedió, seducida por la gloria y las riquezas que según los agentes de cine la esperaban en el Nuevo Mundo. Pero a última hora su amor a|l hogar triunfó sobre todas las promesas.

Las cosas no fueron muy bien para laseñora Romilde y para su esposo. Ella se arrepintió muchas veces por la indecisión que a última hora le impidió correr la gran aventura que podía haberla llevado o una vida de fama y bienestar. Aspiraba a que su hija, Sophia , pudiera algún día hacer aquello que ella soñó y no se atrevió a realizar. Pero al verla tan flacucha, tan desmejorada, ni aún sus ojos de madre podían engañarla.

—Tendré que dar gracias al Cielo si algún día logro casarla —se decía—. Está visto que la belleza no se hereda.

Pero muy pronto la señora Romilde y los que llamaban «Palillo» a Sofía, tuvieron que cambiar de opinión. Los quince años fueron ya sensacionales. En las calles del ardiente Nápoles, los hombres se volvían a mirarla, y los pensamientos con que la seguían estaban teñidos de «infanticidio». Los piropos que ella escuchaba eran cada vez más encendidos, tanto que de comprender enteramente su significado sus mejillas se hubieran librado para siempre de la palidez.

En la escuela, el profesor de educación física, por razón de los privilegios que le concedía su clase, fue uno de sus primeros “descubridores». Ni corto ni perezoso, el nuevo Colón se apresuró a colocar a  la alumna en la primera fila de los ejercicios: «para verla mejor», como el Lobo a Caperucita.

Un día el profesor se apareció en casa de Sophia , con la decidida pretensión de obtener su mano. Fracasó en su empeño, pero de sus palabras, y sobre todo, de la mirada de sus ojos, la madre de ella sacó la definitiva conclusión de que su hija la había heredado, e incluso, de que quizás la sobrepasaba en encantos.

—Aquel profesor se había vuelto loco de remate —cuenta Sofia—. Me salía al paso por todos lados. Hacía las más increíbles tonterías para mirarme, aunque fuera de lejos. Naturalmente tuve que dejar de asistir a sus clases. Su interés porque yo aumentara mis cualidades físicas se había vuelto demasiado molesto.

Un jurado de belleza tuvo el privilegio de observarla a su gusto, y la desfachatez de no otorgarle el primer premio «porque era demasiado niña». Sin embargo, su niñez no fue obstáculo para que más de uno de los jurados le entregara misteriosamente su tarjeta, con una implorante invitación a cenar, lo cual provocó la indignación de la muchacha y de la madre.

“No puedo amarte”

Nápoles se había vuelto demasiado pequeño para las ambiciones de la bella Sofía. Su mamá se había dispuesto a encauzarla por los caminos cinematográficos, y la llevó a Roma. Allí la hizo cursar estudios dramáticos para que no fuera su belleza la única razón que exhibir a los productores de películas.

En Roma se repitió el fenómeno que se  había producido en Nápoles. Los directores de películas estaban de acuerdo en ofrecerle esperanzas de trabajo, pero siempre mediaba la peligrosa invitación a cenar. La experiencia de la señora Romilde estuvo siempre de por medio para desviar las peligrosas intenciones de los espontáneos admiradores de su hija. Esa «severa guardiana» se ha convertido hoy en algo legendario en los estudios cinematográficos. Cuando se escuchaba a alguien hablar

 muy calurosa y esperanzadamente sobre los encantos de la joven estrella, siempre hay alguien que le advierte:

Sí, pero ahí está su mamá…

Una mala película, de esas que se exhiben como relleno, y a ciencia y paciencia de los espectadores de los cines de provincias de Italia, fue la primera oportunidad que se le ofreció y aunque no era gran cosa, ella aceptó. Desde luego que por este medio no se enteró nadie de que ella existía, pero la experiencia habría de servirle en el futuro.

Habría de ser a través de las revistas por donde obtendría la mayor publicidad. En Italia son muy populares unas tiras gráficas de amor, conocidas por “fumettis”, que publicaban algunos semanarios. Son como escenas de películas en las que se reproducen episodios amorosos protagonizados por algún galán o cantor de moda.

Sophia fue contratada por una revista para aparecer en los «fumettis». El primer episodio se titulaba «No puedo amarte», pero el director de la revista no era de la misma opinión, y opinaba que la belleza de Sophia Scicolone era suficiente para «resucitar a un muerto». El nombre de Lázaro, el famoso resucitado, brilló en su recuerdo, y decidió que ese era el apellido apropiado para sustituir al de Scicolone. que no le gustaba.

Sophia dispuesta a ser Friné

En uno de esos romances revisteriles protagonizados por la que ahora se llamaba Sophia Lazzaro, había una escena de un beso que las autoridades estimaron demasiado perturbador para la vista de los lectores. Y el director de la revista fue encausado, provocándose el consiguiente escándalo.

Sophia, que era muy buena amiga del director encausado, se mostró sorprendida ante los periodistas de que los jueces de la moral romana pudieran considerar deshonesto el beso de una «muchacha inocente», como era ella. No manifestó ninguna objeción a la pregunta de si estaría dispuesta a repetir en el tribunal la escena en disputa. No fue necesario llegar a esto, aunque puede asegurarse que los jurados tampoco tenían objeción alguna en convertirse en espectadores de tan idílico acto.

La única consecuencia sobresaliente del beso en disputa, fue que las cámaras fotográficas de los muchachos de la prensa entablaron una gran amistad con la figura de la joven aspirante a actriz. Los lentes recrearon su vista en aquel audaz y ondulante panorama, y muchos  negativos se tornaron en positivo bastante más allá de las órdenes que los jefes de redacción habían dado a los fotógrafos. A la mañana siguiente las páginas de los, matutinos no desperdiciaron la oportunidad de adornarse con las poses de aquella desconocida, y lo que no había pasado de un pequeño incidente judicial se transformó en una gran campaña de publicidad gratuita para Sophia, a la que fueron devueltas entonces todas las visitaque había hecho inútilmente a los productores cinematográfico.

Nadie sabe para qué hace falta una muchacha en una película documental sobre la pesca submarina, pero el autor del libreto de «Africa bajo el Agua», tuvo que arreglárselas para introducir un idilio entre el pescador, que interpretaría Steve Barclay, y la joven Sophia que no sabía ni sostenerse sobre el agua. Ella aprendió a nadar, y pescó en la aventura, gracias a Barclay, un apellido con posibilidades: en lo adelante se llamaría Sophia Loren. Ese apellido si merecería ser adoptado por la fama.

Los aficionados a la pesca submarina no son muchos, pero fueron multitud los que asistieron a la proyección de esta película, quizás suponiendo que en los bajos fondos de los mares africanos podían pescarse sirenas tipo Sophia Loren.

El resto del camino fue rápido y fácil. La propaganda de la nueva estrella se hacía por si sola. Se había convertido en la «Anti-Lollo».

Los compromisos para filmar, y las ofertas por millones de liras, eran ahora cosa de todos los días.  El propio Vittorio de Sicca, qur había llevado a Gina al cstrcllato, se propuso dar a Sophia Loren la oportunidad que la consagrara en forma definitiva. La película se llamó «Carroussel Napolitano», y ya hemos visto que mereció ser presentada en Londres entre las mejores del cinema italiano.

Ya Sophia  estaba en plan de rechazar papeles, y declaró francamente las preferencias dramáticas a que había sido inclinada por su niñez en el ambiente bélico:

«El drama corresponde mejor a mi físico y a mi temperamento También quiero hacer teatro, pero aún es muy pronto para hablar de eso. Tengo un gran miedo escénico y tiemblo ante la sola idea de aparecer en escena. Me cuesta trabajo incluso el vencer mi timidez para asistir a las «premieres» de mis películas.»

Es difícil de imaginar esa «timidez de niña asustada», en esa Sophia  Loren que está siempre dispuesta a interpretar el papel de Friné en las salas de los Tribunales. Nadie sabe por qué a los encargados oficialmente por velar de la moral italiana les preocupan más las fotos de ella que las de ninguna otra actriz. Una de las fotografías que aparecen en este reportaje y en la que aparece Sophia dando un paso de baile que permite admirar la bella línea de sus extremidades Inferiores, dio origen a un nuevo proceso contra el director de la revista que la publicó. La edición fue recogida por la policía. Sophia declaró a la prensa:

– Estoy muy ocupada con mi trabajo en los Estudios para darle a este asunto la atención que merece. Pero de una vez por todas estoy dispuesta a concurrir ante los jueces para que declaren, después de verlas al natural, si mis piernas tienen algo de inmoral. El director de esa revista es inocente. Si hay alguna culpa será de mis padres y de la Naturaleza.

Parece que en efecto hay «algo de especial” en esas piernas. El famoso director de cine Mario Soldati. que le dio a Sophia la gran oportunidad dramática con la película «La Muchacha del Río», ha confesado con asombro:

—Una vez monté un caballo demasiado brioso, al que no pude dominar pese a realizar los mayores esfuerzos. Me hizo morder el polvo, y me dejó todo molido. Luego lo miraba con sobrecogido espanto… Pues bien, esa es la misma impresión que tuve después de haber visto por primera vez a Sophia  Loren.

Es innecesario decir que Mario Soldati es de los que están dispuestos a dar logros por Sofia Loren, en la pelea que ésta mantiene con Gina Lollobrígida para arrebatarle el Campeonato Mundial de la Belleza.

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