Siempre en el entonces

Written by Libre Online

3 de enero de 2023

Por J. A. Albertini,  especial para LIBRE

PARÉNTESIS

Ves,

hoy hace brisa.

La tarde está tranquila.

El sol me habla de ti a boca llena

y sonriente.

Roberto Jiménez Rodríguez.

Del poemario Si yo te hablara…

— ¡Tú me otorgas el derecho! —respondió instintivo.

— ¡No imagines cosas! —Cenia refutó.

— No imagino nada —contestó despacio. —Te incluyo —prosiguió —porque existes y aunque te cueste reconocerlo el derecho nace de la proximidad de sentimientos. Los tuyos y los míos —subrayó. Y aunque vuelvas al extranjero es bueno clarificar el presente para alimentar el afecto y evitar que decaiga, en el futuro.

—Lo último que has dicho suena a político en campaña electoral. Promesas; celajes de promesas para un mañana dudoso. Bueno, tú mismo lo has dicho: te gusta la política. Si no vamos a estar, ¿qué importancia tiene el mañana…? —ella cuestionó.

 —Si el camino al futuro lo cargamos con ánimos de vínculo, siempre vamos a estar.

—No compliques la situación —Cenia murmuró y sus brazos colgaron. Al momento se animó y dijo. —De todas maneras no quiero permanecer aquí. El país que encontré en estas vacaciones es muy diferente al del verano pasado. Estos, los que ahora tienen el poder, invocando justicia solo practican odio, venganza, y  revanchismo exagerado. Tú, quieres estar. Te gusta construir y la política. Hay diferencias entre nosotros.

—Claro que hay diferencias y las entiendo. Admiro y respeto las diferencias. Tú eres un ejemplo.

Cenia sonrío y exclamó.

—Eres un idealista incorregible. ¿A dónde quieres ir a parar…?

—Quiero, por ahora me conformo, escuchar de tus labios  que compartes conmigo este sentimiento que… —titubeó —se define como amor —y le flaqueó el resuello.

— ¿Nada más te importa…? —Cenia inquirió.

—No, por ahora nada más —Rodolfo aseveró. 

—Tanto idealismo puede resultar nocivo —la joven reflexionó.

—Sin ideales, sin sueños previos es imposible materializar una relación de pareja; un propósito personal o social.

—Por haberte dicho que mis estudios de arqueología y sobre antropología me convertían en una especie de escéptica social, ¿piensas que carezco de ideales?  

—Al contrario, estimo que desarrollar una vocación conlleva una buena dosis de idealismo. Fuiste tú quien, en aquella ocasión, se definió como escéptica. Personalmente creo que no lo eres. Digo que eres una mujer sensible que esquiva posibles alteraciones. Por lo regular las personas escépticas no son constantes. Las investigaciones serias, en este caso la arqueológica, requieren buenas dosis de ilusión y dedicación.

— ¡Vaya, resulta que sabes más de mí que yo misma!

 —De ti sé lo fundamental que me alienta. Rechazo la idea de perderte en el tiempo.

**********                    

 Hoy nadie ha podido salir a la terraza. El cielo esta encapotado; hay aguaceros esporádicos y, a veces, suenan truenos lejanos que, me recuerdan el Rip Van Winkle del escritor Washington Irving. Siendo adolescente leí el cuento y desde entonces, siempre que truena,  pienso que el ruido es obra de los hombres pequeños que juegan a los bolos. En ocasiones, a lo largo de la existencia, soñé con embriagarme y dormir tanto como lo hizo Rip Van Winkle. ¡Cuántas situaciones desagradables hubiese evitado! No me hagas caso. Fantaseo.

Me agrada, que me cuentes del canto, en madrugada, de los gallos. Tu reflexión  sobre el llamado a la acción cotidiana y perenne que trasmite el reclamo del gallo, me acerca a la sustancia de la Isla y a su fuerza desafiante. Yo, en realidad, por haber estudiado, desde muy joven, diría casi niña camino a la adolescencia, en el extranjero y de mayor seguir residiendo lejos, con el Mar Caribe de por medio, no tengo en mis sentidos ese recuerdo, como tantos otros que tú, por haber permanecido pegado al terruño nativo, conservas. Mis  vacaciones veraniegas y algunas navideñas, hasta que nos conocimos, por cortas y agitadas, no permitían que en mi conciencia calara el canto de los gallos e infinidad de sonidos, olores y sabores, inherentes a la vida de una ciudad de provincia que, por sus cuatro costados, lindaba con campos de labranza, potreros de crianza, árboles y vegetación variada. Contigo, en nuestro persistente verano, descubrí, ligado al amor, el encanto perdurable de la naturaleza propia.

¿Te extraña que hable así después de tanta ausencia física…? Pues, digo que no te extrañe. Las arrugas humanas, sobre todo las del alma, consiguen avivar en la memoria recuerdos gratos, no tan gratos, y cuestionamientos de cualquier índole.

Sin embargo, donde no hay cabida para evocaciones desagradables y controvertibles es en lo alto de la loma que cuida de nuestra caoba. ¿Sabes? he averiguado que un árbol de caoba, si no es talado o sufre algún percance natural, por muchos años, muchos más que la vida de cualquier ser humano, permanece enhiesto, crece y su follaje se hace mas verde. Espero que nuestra caoba no se haya convertido en un bello mueble y que  esté allí, junto a las otras que conforman la arboleda de entonces, aguardando por nosotros. De todas formas, si ella faltase, los dos sabemos muy bien el sitio en que ocultamos la lágrima de resina.

(Continuará la semana próxima)

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