Siempre en el entonces

Written by Libre Online

13 de diciembre de 2022

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

PARÉNTESIS

Ves,

hoy hace brisa.

La tarde está tranquila.

El sol me habla de ti a boca llena

y sonriente.

Roberto Jiménez Rodríguez.

Del poemario Si yo te hablara…

La joven rió con la misma soltura que lo había atrapado. La que le hizo figurar: Tiene ojos de  miel.

—Espera, no vayas tan a prisa  — ella reparó. —Antes que el verano finalice volveré al extranjero para completar estudios. Pienso, ese es todo el tiempo que podemos compartir.

Aunque la advertencia fue hecha con desenfado, Rodolfo experimentó un instante de turbación.

—Es cierto. Olvidaba que estás de vacaciones. —Calló y forzó una sonrisa. —Así y todo tengo la sensación de que vendrán otros veranos.

—Las cuatro estaciones del año siempre vuelven —ella dijo y el tono no fue ligero.

**********                          

Mi mirada salta por el hueco de la ventana e imagino que es verano; nuestro único corto y a la vez persistente verano. Estoy bien arropado y no siento frío ni calor. Siempre que el día es soleado pienso en el verano color ámbar que nos unió. Que el sitio del encuentro; el que le dio sentido a nuestras existencias sea activo, como dices o detenido, según yo, a perpetuidad en el recuerdo, no reviste mayor importancia frente al hecho que justifica el motivo por el cual, a estas alturas, estoy convencido que ambos respondimos a la vida con la misión de fundirnos en  sentimiento chispeante que quema el equipaje innecesario y demuestra  que lo humano se achica y el alma se extiende. Fuimos clímax de universo y eso lanza ecos de constancia. No todos los que dicen amarse pueden racionalizar y resumir la grandeza que implica apurar el querer, cual trago de bebida espirituosa con largo efecto embriagador. Llenar el silencio con expresiones que  derriten la distancia y rejuvenecen el camino nos enlaza. También, yo estoy feliz;  ¡muy feliz! porque los dos, lo has dicho tú, compartimos la certeza de sabernos cerca y disfrutar, como dueños absolutos, de los bienes de la naturaleza que no deja de ampararnos con su complicidad habitual. Pienso que hoy he estado sumamente poético. Los sentimientos genuinos son caprichosos y subjetivos. ¿Lo piensas…?

Hoy es día de baño. Más tarde seguimos hablando.

La enfermera, seguida de una empleada, entra a la habitación y con afecto maternal le dice al anciano.

— ¡Abuelo, qué mirada tan viva y alegre tienes! ¿En qué picardía estarás pensando? ¡De joven debiste ser tremendo!  Ahora te vamos a dar un bañito. Simplemente relájate que nosotras lo haremos todo. Matilde, ayúdame a colocar el hule bajo el cuerpo —se dirige a la empleada. —Ahora te ponemos del lado derecho…despacio, despacito…ahora del izquierdo. ¡Ya ves!, apenas te molestamos y ya estás acomodado para el baño. Un hule bien colocado evita que la cama se humedezca. Tranquilo que para nosotras eres el abuelito o un niño de pecho.

El anciano cierra los ojos y elude que las imágenes vivas y alegres zozobren en la espuma del  aseo corporal.

**********   

Permanece despierta. La mayoría de sus noches transcurren en duermevelas pobladas de imágenes y lugares que, como caja de sorpresa, provista de resorte, saltan a capricho. La memoria no le resulta agobiante, ni tampoco le genera la nostalgia de lo que fue o pudo haber sido. Simplemente está para decirle que sigue viva y nada de lo acaecido puede ser enmendado. Abre los ojos a la oscuridad y la visión se le llena con el sol de siempre. El mismo sol que los alumbró en el verano de entonces. Por la quietud intuye que es pasada la medianoche. La madrugada avanza. A esas horas el tiempo se valora mejor y las ideas adquieren fulgor de amanecer porque con la primera clarinada de luz viene la esperanza de que alguien ajeno, al escribir su día, reescriba el anterior que fue tuyo.

Pensaba escribirte luego del desayuno; la visita médica de rigor o después del almuerzo. Pensaba hacerlo a media mañana o en la tarde, cuando me adueño de la terraza y siento todo el vigor juvenil que nos pertenece y tú, oportunamente, recogiste en la gota de resina cristalizada que ocultamos  no lejos del árbol de caoba. No hemos vuelto por ella, aunque los dos recordamos el lugar exacto donde aguarda el símbolo de unión  y las precauciones que tomamos para que el tiempo no lo dañara, como ha hecho con nuestra materia corpórea.

Es madrugada hay quietud y pienso mucho. Pienso que vienes por mí o voy por ti. El reencuentro es inevitable. Solo me preocupa el tiempo que pueda transcurrir para juntos  ir por el futuro que encerramos en la savia que tu llamaste  lágrima y a mí se me ocurrió calificar de pendiente amoroso.

**********                    

—Sí,  las cuatro estaciones siempre vuelven. Sin embargo, en el transcurso de los años, el paisaje y los seres que las reciben y despiden, van dejando de ser los mismos —Rodolfo respondió. —El próximo verano, como todos, traerá sol, calor y aguaceros ocasionales,  pero nada sustituirá el presente que se nos ofrece.

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