Siempre en el entonces

Written by Libre Online

21 de febrero de 2023

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

PARÉNTESIS

Ves,

hoy hace brisa.

La tarde está tranquila.

El sol me habla de ti a boca llena

y sonriente.

Roberto Jiménez Rodríguez.

Del poemario Si yo te hablara…

Una de las primeras cosas que hizo al volver a la universidad. Finales del verano y primeras hojas del otoño de aquel año, fue hablar con James, el prometido y compañero de estudios que aguardaba. Para ella resultó duro decirle, al buenazo de James, que amaba a otro hombre y que por respeto, a todos, debía ser honesta. El joven, con candor universitario, trató de hacerla desistir. No obstante, Cenia en su sinceridad, llegó a bordear la crueldad. James, al final, como hombre enamorado pero cabal le pidió que no rompieran los vínculos amistosos y que la exploración arqueológica, planeada de antemano, que reforzaría la tesis de grado la efectuasen juntos. Cenia, con cierto recelo, accedió pero James la tranquilizó.

—No volveré a mencionar lo que ya es pasado. Pero en los estudios hacemos un equipo y para el futuro inmediato, al graduarnos, si no abandonas la profesión, tenemos investigaciones y excavaciones por hacer.

—Gracias, me concentraré en los estudios. Seré una buena amiga —Cenia respondió y la incomodidad del momento le golpeó los sentidos.

Pasó el otoño, llegó el invierno e irrumpió la primavera. Cenia, sin descuidar las asignaturas finales,  semanalmente se carteaba con Rodolfo. Asimismo, una vez por mes recurrían al teléfono para sentirse cerca a las caobas del estío.

Próximas las vacaciones de un nuevo verano y a punto de graduarse hizo planes, para el encuentro. Alegre, en conversación telefónica, que resultó ser, por muchos años el último contacto, le habló del proyecto. Ella esperó una reacción jubilosa. Sin embargo, por varios instantes que la desconcertaron, en el auricular se impuso un rumor estático. Pensó que la línea se había interrumpido e inquirió.

— ¿Me escuchas…?

—Te escucho —respondió lacónico.

— ¿Sucede algo…

—Creo que este verano no podremos vernos —respondió a medias.

—Te noto inseguro; como si no fueras el mismo. ¿Qué está sucediendo contigo…?

Hubo otro lapso embarazoso pero a la postre Rodolfo habló. Lo hizo rápido; por momentos atropelló las palabras.

—Escucha bien Cenia. La policía política me vigila. En unas horas me voy al clandestinaje y ya no podré verte. —Alarmada trató de averiguar, pero él la atajó. — ¡Cenia no me interrumpas!, tengo poco tiempo. Tampoco se te ocurra venir, pues si lo haces, por la relación que mantenemos, lo más probable es que te detengan y acusen de complicidad para presionar mi entrega y, de paso, tratar de convertirme en delator o regar el rumor desmoralizador de que lo soy.

— ¡Por Dios Rodolfo! ¿Qué barbaridades estás diciendo…? 

—No es ninguna barbaridad. ¡No se te ocurra venir! —repitió. —Confía en los dos que el futuro es nuestro…confía… —el clic característico amputó la oración y un ulular bajo y sombrío jadeó en los oídos de Cenia.

—Si por usted fuera hasta dormiría en la terraza —la enfermera dice. Sonríe y  le ofrece a la anciana una flor. —A nosotras las mujeres nos encantan las flores, sobre todo si es un caballero quien la regala —mantiene la expresión risueña y observa. —Este geranio tiene un color  rojo y blanco precioso; lástima que sean tan delicados.

La anciana se anima. Con mano temblorosa toma la flor y la acerca a las mejillas. La enfermera, siempre afable, alista el tensiómetro y pide.

—Por favor, extienda el brazo izquierdo. Quiero ver cómo está hoy esa presión de quinceañera.

**********  

Tu carta me ha hecho bien. Es cierto, nada ocurre tal y como lo esperamos. Pero mantengo que el exceso de imaginario político y social  me atrapó; conspiró contra mis inclinaciones genuinas para terminar convertido en pesadilla tramposa.

Eso, el exceso de proyectos fraguados desde la utopía ha sido el lastre que ha dañado, desde la conquista, a los habitantes de la Isla; lastimado familias y esterilizado la tierra.

En el presente comprendo que, por egoísta que parezca, mi ideal eres tú. ¡Cuántos proyectos genuinos hubiésemos realizado, para nosotros y otros más, desde la solidez de nuestro pequeño, inconmensurable e inclusivo universo de amor!

Ya ves, a pesar de charcos de pesimismo mantengo la fe. Voy en camino. La lágrima de resina cristalizada, con la brizna  de espiga en su interior, espera por nosotros para ser desenterrada; ver como recupera el aliento y nos retorna el sentimiento que encapsulamos. Voy en camino… confía…

(Continuará la semana próxima)

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