“Si la película no hace llorar a todos los cubanos, he fracasado”

Written by Libre Online

16 de febrero de 2022

(Diálogo con “El Indio” Fernández)

Por Luis Conte Agüero (1954)

Ninón Sevilla, la  chispeante actriz, es  el cónsul moral de los cubanos exilados en Ciudad México, y a sus buenos oficios apelo para obtener una entrevista con Emilio Fernández, director de la producción «La Rosa Blanca».

Una vez más, no es remisa la diestra generosa de la rumbera, ahora convertida en actriz de carácter, y con relativa facilidad obtenemos el propósito deseado, a pesar de que el célebre cineasta mexicano no tiene ciertamente fama de asequible.

El lujoso automóvil de la cubana turbulenta se detiene en Zaragoza 51, colonia Coyoacán, en el hermoso castillo, única propiedad de «El Indio», construido en nueve años y a un precio de dos millones de pesos mexicanos. Un sirviente de acentuado acento típico nos recibe, pero de inmediato el propio entrevistado asume el papel de anfitrión, y obsequioso y gentil, nos conduce a recámara donde entre tragos de mezcal, ayudado por sal y polvo de gusanos del maguey, se produce el animado diálogo. Son testigos de la conversación, bastante polémica: Ninón, su «standing» Maricruz Bustamante, la hija de ésta. Yolanda Vázquez, la actriz Amada del Llano que, bajo la dirección de Fernández, ahora protagoniza la cinta en filmación «La Rebelión de los Colgados», y una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que se halla en la cabecera de la cama.

Fernández. -Quiero decirle, amigo, que esta es la primera entrevista que concedo para la prensa. Ahora accedo porque  está prácticamente terminada la película.

Conte.—Agradezco sus deferencias, pero vayamos al grano. En los diversos problemas habidos en Cuba con motivo de la filmación de «La Rosa Blanca», hubo algunas malas interpretaciones. Por ejemplo, aquí en Ciudad México me he encontrado con algunos de sus compatriotas que han expresado su disgusto porque algunas zonas de opinión pública cubana no estuvieran conformes con su designación como director. Son víctimas de un error informativo; lo cierto es que nadie opuso reparo alguno a su nombre porque el pueblo cubano conoce de su valía como director (internacionalmente admitida) y comprendió la necesidad de que un consagrado dirigiera la filmación y asumiera la mayor responsabilidad. Ahora bien, las objeciones iban dirigidas a otros aspectos del asunto, por ejemplo, al actor Roberto Cañedo como protagonista. En ese sentido se señala su mayor estatura que el Apóstol Martí.

Fernández.— Comprendo perfectamente bien esa preocupación y no seré yo quien niegue que hay efectivamente una diferencia de estatura. Pero más que el cuerpo importa el alma. Un personaje se halla bien interpretado, no cuando se logra calcar su figura externa, sino su yo interior. Lo que importa es el espíritu de Martí, recoger su temperamento y carácter, sus gustos y sus afanes.

Conte.- Es que el público hubiera de-seado ambas cosas, el parecido físico y el espiritual, para que así el protagonista de Martí les entrara por los ojos y por el corazón.

Fernández.- Estoy seguro de que la calidad de la personificación hará olvidar cualquier diferencia externa. No era sin embargo que hemos olvidado lo físico, por el contrario, ello me preocupó mucho y nos hemos acercado bastante al ideal. El maestro Lizaso vio unas escenas y dijo que la caracterización era sorprendente Por otra parte, Martí no era tan bajito como algunos dicen; nosotros hicimos la prueba con el traje de él que hay en el museo. Ademas, según, avance la película, el público dirá que Cañedo es un chaparro, que debía ser más alto para protagonizar a Martí. Otra de las cuestiones es que las fotos de la película, brindadas como avances, muestran al Martí de la juventud, y los cubanos tienen grabada la imagen del de los últimos años. Yo estoy más que satisfecho de la semejanza física.

Conte. — Ojalá sea como usted dice; no obstante, hay otros motivos de discrepancias, como el acento. Se sabe que Cañedo tiene una marcada pronunciación mexicana. Luis G. Urbina afirmó que Martí tenía un acento ligeramente costeño, pero nada mueve a pensar que se pareciera a ustedes en la pronunciación. Sólo vivió algunos años en México y nació en Cuba de padres españoles, estuvo en otros países de habla hispana como Guatemala, Venezuela, Santo Domingo, residió mucho tiempo en los Estados Unidos, hablaba inglés y francés y traducía alemán. Es lógico pensar que hablara con el sobre-español a que se refirió Unamuno, tanto por el vocabulario (absorbido en su peregrinar y en sus lecturas continuas) como por la dicción un tanto universalizada, aunque conservando el matiz cubano por dos razones: su cultura enorme que le hacía algo impermeable al ambiente, y su deseo de hacer ostensible su condición de cubano como embajador espiritual de su patria irredenta.

Fernández. — Esas apreciaciones son muy interesantes, y es posible que las comparta en su totalidad, pero también en un punto carece de información verdadera.  El Martí joven lo interpreta magistralmente el actor cubano Julio Capote, con una voz y una dicción envidiables. En cuanto a Cañedo nos hemos esforzado por lograr esa universalidad cubanizada, y lo hemos logrado. Cañedo es un hijo entrañable mío y en esta oportunidad ha logrado la mejor interpretación de su carrera. Ya Cañedo no es Cañedo, es Martí. Siente el personaje de manera tal que ya terminada la película, quiere continuar en el papel en la vida corriente. Será un ídolo del pueblo de Cuba.

Conte.—¿Y del guión? Mauricio Magdaleno no ha sido del agrado de muchos martianos porque en su obra «Fulgor de Martí» tiene algunas expresiones irrespetuosas para el Apóstol.

Fernández.—Un guión es un género literario que no se estudia en los centros de enseñanza y requiere una especialización práctica. Escritores magníficos no saben hacer un guión. Puede haber mejores guionistas que Magdaleno y mejores martianos, pero no hay nadie que concilie como él los dos requisitos.

Conte.—No obstante, su guión para «La Rosa Blanca» tuvo que ser modificado constantemente porque tenía muchos errores.

Fernández. — Eso es lo que se acostumbra. Un guión, lo dice la palabra, es una guía, una orientación que tiene que ser modificada sobre la realidad del terreno, en el proceso de filmación.

Conte.—Cierto, sin embargo, las modificaciones han sido de carácter histórico, lo que evidencia que no fue concebido con toda la documentación indispensable.

Fernández.- Mire quate, como decimos por acá. Eso no tiene importancia. ¿Han sido hechas las correcciones o no? A eso es a lo que hay que atender. No a si hubo errores o anacronismos, sino a que no los haya cuando se exhiba la película. El guión es bueno y los  errores se han ido corrigiendo.

Conte.—Bien, eso lo decidirá el tiempo. En relación al asunto de la película, ¿es cierto que se tratan escabrosamente cuestiones de la vida íntima? No es que tema a la exhibición de todos los pasajes de su vida, pero me preocupa el enfoque de los mismos. Además, esos detalles no son propios de la primera película basada en su existencia.

Fernández. -Nadie opina lo contrario. Es una película biográfica; llevamos a la pantalla diversas estampas de su vida ordenadas cronológicamente, y nos detenemos en las principales. Las cuestiones íntimas han sido tratadas con absoluta dignidad. Vea, Martí nació gigante; ¡hasta su estilo literario se parece desde su juventud hasta su muerte! De él pueden hacerse varias películas, por ejemplo, una hasta en el presidio político, otra de su estancia en España, México, Guatemala y Venezuela; otra de su residencia en los Estados Unidos organizando la revolución, y una de los últimos momentos de su lucha, desde Playitas hasta Dos Ríos.

Conte.—Esa condición de panorámica de la película, ¿no obliga a tratar superficialmente algunos aspectos sustanciales de su hermoso vivir?

Fernández. — Es posible, y por eso casi todas las películas sobre grandes hombres que se han filmado, han versado sobre un detalle saliente de sus vidas. Eso se ve en César, Cleopatra, Colón, Espartaco, Juárez, Escipión «El Africano», María Eduardo, Zola. No hicimos lo mismo en «La Rosa Blanca» porque queríamos una visión de conjunto. Le repito, creo que en el futuro deben filmarse otras películas de asunto martiano. Tal vez yo mismo las haga, así como pienso hacer otras sobre Finlay (cuyo mérito pretenden los norteamericanos dárselo a otro). Maceo y Agramonte.

Conte.- Todo eso está muy bien, pero hablemos de ésta. ¡Hay que cuidar a Martí!

Fernández.-¡Yo soy tan cubano como usted! Yo lo cuido. Lo he colocado ante un espejo. Ustedes tienen la gran suerte de que haya nacido en Cuba, que allí se diera el milagro, ¡bendito sea Dios!, para bien de la humanidad, pero Martí pertenece a todos, y no deben absorverlo egoístamente. Todos tenemos derecho a homenajearlo. Nadie hay en la América Latina del pelo de Martí; es superior a Bolívar. Siempre tendió su mano hermana al mundo. Su luz continental es cada vez más grande, pero no es suficientemente conocido, y yo quiero que lo conozcan más, en América, en Europa y en todas partes, hasta en Rusia y Checoslovaquia. Muchos dicen Martí, Martí, Martí pero no saben quién es, y hay que enseñárselo.

Conte.-Hay que enseñarles al Martí verdadero; y no una caricatura. Martí es para nosotros la más alta expresión de la nacionalidad y lo protegemos con devoción religiosa.

Fernández.- Es que en ese caso yo estoy con ustedes; yo estoy del lado de los mismos que me atacan porque comprendo que no lo hacen por maldad sino por celo de Martí. Me alegro de las censuras, y hasta de las injustas, porque así me obligaron a poner mayor interés todavía. Pero no hay derecho a obstaculizar una obra grande, por temores infecundos. Es más, hubo quien censuró que se invirtieran doscientos o trescientos mil pesos, sin pensar que Martí les legó la patria. Para él todo es poco. Esta película en los Estados Unidos no hubiera costado menos de dos millones de pesos. Nosotros hemos hecho milagros. Vea la parte del presidio político, que es una de las más emocionantes, la hicimos en un solo día, y con dinero de los propios artistas, porque ya no había un centavo. Y a pesar de todo, ¡le hemos dado en la madre! ¡Qué actuación la de ese chamaco Capote, y ha sido ignorado! La de Gina Cabrera, Raquel Revuelta y todos. ¿Ha visto a Juan Gualberto y Máximo Gómez?

Conte.- ¿Se siente usted orgulloso?

Fernández.- ¿Y usted qué dijo? Pues sí. Soy discípulo de John Ford, el mejor director del mundo, y le aseguro que se van a sentir orgullosos de mí. ¡Qué bueno que me tocó a mí hacer Martí! Ya he hecho mi aporte. Soy un pequeño rayo de luz…un pequeño rayo de luz…

Conte.- ¿En la inmensidad del sol martiano?

Fernández.- ¡Lindo! Eso mismo. “Un pequeño rayo de luz en la inmensidad del sol martiano”. Yo soy un soldado de Martí, y qué ¿acaso en una guerra un tipo porque es soldado no vale? He sufrido mucho en este asunto pero

Martí me enseñó a sufrir y aguantar. He luchado contra todos, no importa ya verán quién tiene la razón.

Conte.- Falta otro tema capital que

preocupa mucho a los cubanos amantes de la libertad. Se asegura que la película no recoge el mensaje libertario del apóstol, porque es auspiciada por la dictadura de Batista, y el gran mensaje redentor del “Santo de América”, eje y espíritu de toda su obra y su obrar, equivaldría a una gran denuncia.

Fernández.- A mi no me interesan los gobiernos, son siempre transitorios, el más bueno pasa, y el “peor” también. Pero le juro que fue Batista quien me pidió primero que nadie que sacara a Martí, a Martí como es. En la película está el mensaje libertador de Martí, y también el mensaje antimperialista. Es una injusticia creer que el gobierno de Cuba me ha puesto trabas.

Conte.- Es que no era dable esperar otra cosa de ese “gobierno”.

Fernández.- Pues no hay tal. Yo admiro mucho a Batista, pero no hubiera aceptado dirigir una película mediatizada. Ya verán los cubanos si es Martí o no es Martí, si no los hago llorar a todos, he fracasado. Aplaudirán la película con delirio en todos los cines.

Conte: A pesar de su euforia, lo cierto es…

Fernández.- Mire doctor, ahora cenemos unos frijoles refritos que ahí les tengo; no hablemos más del asunto, mañana voy a brindarle en los estudios Churubusco una exhibición especial de los rushes de la película. Tal vez yo no le haya  convencido, pero la película sí lo hará.

Conte.- Ahora sí ha hablado la sabiduría. Vista hace fe.

Fernández.- Y no olvide, dígale a todos los cubanos que yo practico los versos:

Cultivo la rosa blanca

en julio como en enero…

Y en la voz de “El Indio” Fernández acentuaba su sabor de universalidad la poética prédica de José Martí.

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