SE CALIENTA LA GUERRA FRÍA EN EL MEDIO ORIENTE CON EL CONFLICTO JUDÍO–PALESTINO     

Written by Adalberto Sardiñas

21 de noviembre de 2023

La guerra que pronostica la destrucción de Gaza, luego de la invasión a Israel por parte de elementos de la organización terrorista Hamas, ha desatado una nueva ola de antisemitismo, como parte de un plan forjado largo tiempo atrás por varios países árabes con formidable apoyo de los petrodólares, con el objetivo final de remover a Israel de su espacio en el Medio Oriente, usando la causa palestina como justificación. Pero hay más que eso. Existe, además, una enfermiza misión, motivada por un mal interpretado concepto religioso, totalmente divorciado de la razón, y dominado por una feroz violencia, que persigue la eliminación no sólo del país como nación, sino del judaísmo, y a la persona judía como ser humano. En consecuencia, la guerra fría ha subido de tono. Se va calentando con perspectivas peligrosas. El Medio Oriente, por sus peculiaridades geopolíticas, es potencialmente, el polvorín que pudiera producir la explosión que todos tememos. 

Ostensiblemente, esa obcecada fanática obsesión árabe-palestina, carente de pragmatismo lógico, ha sido la barrera impenetrable para el logro de una paz estable entre estos dos vecinos.

Ahora, con el brote de esta nueva guerra, una más en la larga cadena, las fuerzas que trabajan detrás del antisemitismo, propalan el odioso prejuicio, allende los mares, hasta tocar la vida diaria de varios países, incluido el nuestro, donde, desde el inicio de las hostilidades judío-palestinas, encuentros entre grupos de cada bando,  en las calles de las ciudades, ya no dialogan, sino que litigan a golpes con sus correspondientes daños físicos, y hasta ahora, una muerte, producida en Thousand Oaks, California, como resultado.

Pero si estas manifestaciones, a veces muy beligerantes, se producen en plena calle, entre la gente común, de a pie, lo peor tiene lugar en los centros docentes de alta educación. 

Es ahí, en las principales universidades de la nación, donde toman lugar, paradójicamente, los mayores episodios de protestas contra Israel, con la anuencia, y hasta con la simpatía del claustro. Y digo que resultan paradójicas estas parcializadas protestas, porque, precisamente, son los judíos ricos los que aportan las mayores donaciones a estas instituciones de la más alta educación. Si son tan inteligentes estos estudiantes, como es legítimo asumir, ¿por qué no son capaces de distinguir, en este conflicto quién es el agresor y quién el agredido? 

Siendo de antiguo este anhelo por la paz, resulta frustrante, y desalentador, que se manifieste a la luz del pensamiento de los dirigentes palestinos, como parece ser el caso, como una noción imprecisa y gelatinosa, y no como una meta realizable, como un marco de referencia, con el máximo empeño en una convivencia a la altura de los tiempos actuales. Creo que ha llegado una buena oportunidad para colocar las cosas en su sitio en el Oriente Medio, si es que, en efecto, se busca un tono más apacible para toda el área.

No creo que resulte difícil explicar que el sionismo no es una expresión del racismo, porque no lo es.  En efecto es la postura, razonable y lógica, de quienes sostienen el derecho de los judíos a tener un estado nacional, con la abierta posibilidad de que los palestinos, en su momento, también tengan el suyo.

También el tema nos plantea la necesidad de reiterar, para los que sufren de conveniente amnesia, que el judaísmo no es una religión más, sino la relación cultural esencial en los que se articulan los postulados morales de Europa, América, y las grandes sociedades de la civilización occidental. Omitir estas observaciones, u olvidarlas, sería una injusta forma de negar nuestros orígenes culturales. Occidente, por cuestiones de intereses ligados a las monarquías árabes y sus enormes reservas petroleras, o, por cualquieras otras razones, no debe ser indiferente a la suerte de Israel. Hoy, Estados Unidos está dando el ejemplo con una solidaridad ejemplar. Los impresionantes portaviones están situados en el Mediterráneo enviando el mensaje adecuado a Irán, Siria, y los otros instigadores de la inestabilidad en toda la región. Eso está bien. Excelente. Lo aplaudimos. Pero, Irán, pese a ese formidable desplazo de fuerza, ciertamente intimidante, continúa lanzando drones contra bases militares americanas en Irak y Siria, mientras que el gobierno del presidente Biden, de forma incoherente, aumenta la presión contra el gobierno israelí para que éste acceda a la implementación de pausas diarias de 4 horas en sus ataques y bombardeos en el área norte de Gaza donde se atrinchera Hamas. Esto, es el equivalente, en términos prácticos, a mini treguas que pueden ser aprovechados por los terroristas para escapar o cometer actos peores.

Por la propia expresión del liderazgo de Israel, la guerra será larga. Lo afirmó su primer ministro Netanyahu. No habrá cese al fuego. No puede haberlo. Sería retornar al punto muerto de una guerra sin fin. Para la sobrevivencia de Israel, está guerra tiene que ser diferente y para terminarla, requiere la aniquilación total de Hamas. No hay alternativa.

Esta vez, más que en las pasadas guerras de los últimos cuarenta años, Israel siente, más cercana, la amenaza existencial. Por primera vez, el pueblo judío siente la vergüenza del fracaso. Su suelo ha sido invadido. Sicológicamente está dañado. Agoniza por entender cómo su gobierno, sus fuerzas armadas, sus agencias de inteligencia, tan eficientes en el ayer, no pudieron protegerlo en esta ocasión.

En una incomprensible diatriba, muchos países del tercer mundo se han manifestado contra Israel. Entre ellos, tres, en América Latina: Bolivia, Colombia y Honduras. Sin embargo, el popular presidente de El Salvador, Nayib Bukele, descendiente de palestinos, declaró que, en su opinión, lo mejor que pudiera pasarles a los palestinos sería la completa desaparición de Hamas.

Creo que el mundo sensato estaría de acuerdo. Y también la mayoría de los palestinos.

BALCÓN AL MUNDO

Joe Manchin se retira. El moderado senador centrista demócrata por el estado de West Virginia decidió no aspirar a la reelección, y esta decisión suya, ha provocado seria preocupación en su partido que ve su escasísima mayoría en el Senado en peligro de evaporación. También el presidente Biden siente que la alfombra se mueve debajo de sus pies ante la posibilidad de que el senador Manchin pueda tener una apertura vía un tercer partido, como, por ejemplo, dentro del No Labels, como su candidato presidencial. 

De ser así, (cosa todavía en el campo de la especulación) éste, con otros aspirantes a la nominación, ya declarados, le traerían a Biden una segura derrota contra Trump.

Sin embargo, como estamos en el terreno de las hipótesis, éstas no son más que especulaciones al vacío, a las cuales, agrego una que vengo sosteniendo por algún tiempo, contra la opinión de la mayoría, de que Biden, ni Trump, serán, al final, los candidatos por sus respectivos partidos, aunque al momento parezca inevitable.

Ambos son impopulares, y el electorado, en encuesta tras encuesta, ha expresado su opinión que prefiere otros candidatos en su lugar.

El tiempo dirá.

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Por alguna razón, o sin razón, la administración de Biden ha fracasado en disuadir a Irán de sus repetidos ataques con drones a sus bases militares operando en Iraq y Siria. En dos o tres ocasiones, bombarderos americanos han atacado almacenes de armas, de procedencia iraní, en Siria, pero con muy debilitado punch. Nada serio. Algo así como una palmadita en la mano como castigando a un niño, a lo cual Irán ha hecho caso omiso y continúa con sus ataques y provocaciones. Ya van 47, en total, desde el comienzo de la crisis en el Medio Oriente. Es ciertamente desconcertante.

La Casa Blanca sabe claramente de dónde provienen los ataques. Sabe, también, que Irán está empeñado en desplazarla de la región en colusión con Rusia y China.  Que la guerra contra Israel, de la cual ellos son promotores directos, les ofrece una excelente oportunidad para minar la posición de Estados Unidos en el Medio Oriente. 

Washington sabe todo esto y mucho más, pero se contenta con represalias tontas, mediocres e inefectivas. ¿Por qué esa ridícula timidez miedosa en vez de una respuesta contundente que le sirva de ejemplo a esa dictadura teocrática, como aquella que le propinó Sadam Hussein?

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Comienzan las negociaciones para ajustar el presupuesto nacional y evitar el “cierre del gobierno”. Es la reedición, cada par de años, de Las Mil y Una Noches: el cuento de nunca acabar. Por ahora hay cierto acuerdo para extender el presupuesto hasta febrero. Después, a negociar de nuevo, para, tal vez, extenderlo por otros ocho meses.

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De vez en cuando a Barack Obama se le salta su escondida pasión musulmana. En unas desafortunadas declaraciones acaba de equiparar la conducta de los soldados israelíes con los miembros de Hamas. Obama, muy elocuente y locuaz, cometió un tremendo error, en perjuicio de la justicia, al igualar ambas situaciones. No deja de ser sorprendente ver a una persona inteligente perder la clara visión de las cosas, por la obtusa interferencia de la pasión, sea ésta ideológica o religiosa.

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