Levántate y anda –dijo
La palabra del Señor–;
Te resucitó su Amor
Y su mano te bendijo.
Por el sendero del Hijo
Echaste a andar tu desvelo
Y aún beben de tu consuelo
Los que sangran por tu senda,
Para que el hombre se aprenda
Las rutas que van al cielo.
Crece sol en tus raíces
De mundo resucitado…
Lavandero del pecado,
mártir de los infelices.
Bajo de tus cicatrices
Agua de veneración.
Y Cuba es un corazón
De azúcar que se le entrega
Un corazón que te llega
Por el dolor de un Rincón.
Francisco Riverón Hernández (1949)
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