Rita Montaner, la grande, es un nombre incrustado en la cultura cubana. Rita, que al comprender que la vida se le iba pidió que la enterraran por la tarde, “porque por la mañana los entierros quedan muy deslucidos”, y que la maquillaran después de muerta “para seguir luciendo bonita”, aceptará complacida, “porque morir no es otra cosa que partir”. Se marchó hace 65 años, el 17 de abril de 1958. Jesús Orta Ruiz y Eduardo Egea dedicaron sendos poemas a la cantante y actriz en ocasión de su muerte. Estos versos escritos en 1958, LIBRE los comparte con sus lectores.
Te has ido. Y eso es todo.
La muerte no es verdad.
Morir no es otra cosa que partir,
Que echar a andar hacia un norte de sombras.
Pero, de todos modos, no te has muerto.
No importa qué caminos,
Qué fronteras ha sido necesario que cruzaras…
Siempre estarás aquí,
Viviendo aquí,
Alma indudable y corazón de mi pueblo.
Claro que duele mucho la ausencia que nos dejas.
Claro que no hay pañuelo,
No hay sábanas que alcancen
A secar tanta lágrima llorada.
¡Ay, la que no se llora,
pero que duele dentro y cae como una espina
sobre la piel desnuda y desprovista del alma!
Pero yo estoy contento, porque ya estás tranquila
Ya estás como la nube, viajando hacia tu agua.
Igual que golondrina del celestial alero.
¡Todo el mundo es tu casa!
Ya estás, sombra de luz eternizada.
Pero yo no estoy triste. El ángel de tu guarda,
que en este largo viaje te acompaña,
se lo debe haber dicho anoche a las estrellas,
y al alto campanario criador de palomas,
y a las viejas palmeras que te decían adiós
cuando cruzabas
ingrávida y brillante como un astro
por el aire nocturno de un abril diecisiete.
El ángel de tu guarda
se lo debe haber dicho anoche a los luceros:
“Me he robado una isla de risa y de maraca,
Me he robado una isla de sol y de jilguero…
Y luego,
Ya en presencia del magno personaje,
Que te mandó a buscar seguramente,
Porque desea un cielo más alegre,
El ángel de tu guarda, de rodillas,
Dirá sencillamente:
“Señor, aquí la tienes”.
Y el mismo Dios, con dedos como el aire,
Te quitará del pecho para siempre
La roja flor que te nació una tarde,
Y la convertirá en rosa viva,
Y te la prenderá como mano suave
en la noche infinita de tu pelo.
Y entonces tú, cascabel liberado,
Cantarás como nunca,
Bailarás como nunca,
Reirás como nunca o como siempre,
Porque tú no has muerto.
Te has ido y eso es todo.
Yo lo quiero jurar por este verso:
Morir no es otra cosa que partir
Que echar a andar hacia un norte de sombras…
Eso sí, sin regreso.
Eduardo Egea
LLANTO JUNTO AL SILENCIO DE RITA MONTANER
Aquí está la alegría amortajada,
Aquí está la mulata del solar
Diciéndole a la Muerte chismes contra la Nada.
Aquí la rumba yace, como el agua del mar
Dormida en el estero.
Aquí es azúcar muerta la sal del frenesí.
Aquí el silencio canta con voz de manisero.
Y lágrimas calientes son granos de maní.
Aquí está el Siboney que en ella suspiró
Cuando su voz cubana le dijo: “Yo te quiero”.
Aquí está la nostalgia de María la O.
De la O que la muerte ha convertido en cero.
Aquí lloran las frutas sin el pregón Frutero,
Lloran Rosa la China y Cecilia Valdés.
Aquí el Zunzún se queda pegado al jazminero.
Ha muerto Niña Rita y gime Mamá Inés.
A la una y media de la madrugada
Murió Rita la Única… no ha de cantar jamás.
A la una y media de la madrugada
Quiso brillar el cielo con una estrella más.
Se hizo esquina divina la Esquina del Pecado.
Se hizo elegía el verde Romance del Palmar.
Los Angelitos Negros le dieron el recado
Del azul empresario de un teatro estelar.
Se fue la de los ojos oscuros y contentos.
Y Cuba, como el mundo que la quisiera tanto,
Quiere pagarle el oro de los dulces momentos
Con la líquida plata de su llanto.
–Adiós, Rita de Cuba… sigue tu ejecutoria
En “turné” celestial a otros planetas…
Para verte de nuevo, resérvanos lunetas
En el claro teatro de la Gloria.
Jesús Orta Ruiz (“Naborí”)
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