¡REPITE Y PON CAMARONES!

Written by Esteban Fernández

23 de abril de 2024

Cuando tenía 15 años hice algo de lo cual estuve siempre muy orgulloso: Haber logrado que mi padre dejara de tomar. Sin embargo, hoy les voy a confesar mis dudas al respecto.

Simplemente le dije: “Viejo, deja la bebida” se sonrió y me respondió: “Mi primera esposa María Ortega Castellanos y tú mamá siempre me pidieron eso, y jamás les hice caso, pero está bien ¡No tomo más!” Y lo cumplió.

Ahora no estoy muy seguro de haber hecho bien, porque ¿a quién le hacía daño mi padre tomando? Absolutamente a nadie. Al contrario, era un hombre simpático y jaranero, y al darse unos tragos incrementaba su simpatía.

Al suspender sus cuatro o cinco cervezas mi padre evitaba sus visitas a la gloriosa Viña Aragonesa, a jugar cubilete con sus íntimos amigos.

La Viña era un lugar acogedor, decente, fino, y la clientela era la flor y nata de la población. Allí mi padre estaba rodeado de médicos, abogados, poetas.

Sin tomar mi padre no pintaba nada en ese recinto. Es decir, al dejar de beber perdió su lugar favorito de entretenimiento: La Viña.

Y todavía a estas alturas no sé por qué carijos yo le pedí a mi papá ese sacrificio cuando no nos afectaba en lo absoluto en nuestro hogar que se diera cinco palos en La Viña.

A él no le perjudicaba en nada.

Trabajaba de Procurador Público; en el Ayuntamiento era el Secretario de la Administración Auténtica y recibía un retiro de $183.00.

Nunca nos faltaba nada, se desvivía en cariños para nosotros, sin darnos un grito, ni siquiera un regaño, sin haberlo visto una sola vez, borracho, bravo o pesado.

En un final aquí yo veo que muchísima gente se dan tragos si están contentos y tragos si están tristes.

Yo no tomo, ni una gota de alcohol, nunca me he emborrachado en mi vida, sin embargo, en este instante si Dios me concediera un deseo, le pediría: “Deme un par de horas en La Viña con mi padre”.

Vaya, que nos sirvan 10 cervezas Hatuey, tirar los dados del cubilete al mostrador, coger tremenda curda y decirles a los dueños Luis y Joaquín Domínguez: “Por favor, repitan y pongan camarones” como decía muy contento mi padre.

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