Puede repetirse la frase: “El que nos gane se muere”

Written by Libre Online

15 de diciembre de 2021

Por Sergio Varona (1950)

Era la tarde del seis de enero de 1947. Al finalizar el doble choque de aquel día en el Gran Stadium del Cerro, el Habana le marcaba un margen de seis juegos y medio al club Almendares, su odiado rival y los fanáticos de la enseña roja estimaban que la victoria de los Leones en el primer campeonato que se desarrollaba en el nuevo y amplio parque beisbolero, estaba asegurada en la caja fuerte de su veterano manager Mike González.

Faltaban sólo cinco semanas para que finalizara la contienda y al paso que corrían los rojos lucía poco menos que milagroso que los azules pudieran darle caza.

Cuando se inició  en el mes de Febrero el Habana mantenía su ventaja, de suerte que faltando menos de tres semanas para el fin de la contienda, el margen rojo se agigantaba ante el escaso espacio de tiempo que restaba al club de Luque por reducir la ventaja de los Leones y desplazar al team Mike del primer escalón.

Entonces inició una de las etapas más emotivas y más sensacionales en la historia del baseball cubano. Luchando prácticamente contra lo imposible,  siendo imprescindible que el Almendares ganase todos los juegos que les faltaba por liquidar, entre los cuales había tres contra el team líder, era cuestión de que se produjese lo que no se podía esperar porque los azules conquistasen la victoria sensacionalmente.

Las legiones de partidarios de uno y otro club vivieron los días de más intensa emoción a través de aquella jornada inolvidable. El último sábado de la contienda presentó un choque contra el Almendares y Marianao y después había tres juegos entre los eternos rivales. Una sola derrota azul acabaría con las esperanzas de triunfo. Un lance cualquiera, una batazo desviado, un wild pitch, una tirada inoportuna a una base, un mal bound en un rolling a los jardines, hubiera dado al traste con la desesperada y heroica labor que llevaba a cabo el Almendares por apuntarse un triunfo espectacular.

Tomás de la Cruz venció al Marianao aquella tarde sabatina pero quedaban los tres choques con el Habana, cualquiera de los cuales hubiera representado la victoria roja definitiva de ganar uno de ellos el team de Mike González.

Y fue al box el “monstruo”  Max Lanier para rendir la primera etapa de la triple jornada con los rojos.

El lanzador de los Cardenales sabía que su manager había proyectado que después de trabajar contra el club de Mike el domingo tendría que volver a la línea de fuego cuarenta y ocho horas después si los azules se mantenían en la pelea el martes siguiente.

El “monstruo” como le nombraron, dispuso fácilmente de los rojos y recordamos que el hombre pitcheó como reservándose para la tarea que le esperaba unas horas después.

Pero quedaban dos juegos más con el club líder y era de esperar una reacción en medio de aquella “caída” estrepitosa de la mayor parte de bateadores del Habana.

El coraje y la experiencia de Agapito Mayor remataron una jornada de gloria más y el Habana perdió el lunes con el Almendares. A pesar de haber llegado ya al borde del triunfo, a pesar de que se había borrado casi todo la pavorosa ventaja que los rojos habían marcado en los albores del mes de Febrero, era imprescindible vencer al Habana por tercera vez consecutiva. La derrota en la tarde del martes final de la contienda hubiera destruido totalmente aquel gallardo y sin par team valiente hasta la temeridad.

Un triunfo inolvidable

Max Lanier volvió al box y esa vez su esfuerzo fue tan fácil que jugó con bateadores rojos, como si hubiera gozado de cinco días de descanso después de su labor precedente.

Los azules acumularon carreras en los primeros innings y el final fue de nueve por dos, para que se consumara una de las más espectaculares hazañas que recuerda la historia del baseball cubano.

Ejemplo de valor, de coraje, de calidad deportiva reunidos en un gran conjunto de peloteros, varios de los cuales militan aún en el club campeón de 1949-50, fue aquella prodigiosa hazaña de la cual no hay nada semejante en los anales del baseball profesional. Quiere decir que los azules, apretados contra la pared por un enemigo hábil y poderoso, teniendo que ganar todos los encuentros de la última etapa de aquella lucha inolvidable, derrocharon entusiasmo, energías y espíritu de combate para apuntarse una de las victorias más grandes que se han producido en el deporte del diamante.

Una tarea muy difícil

En no pocos campeonatos el Habana ha comenzado sin sus principales figuras. Players de segunda categoría, jugadores de las reservas, han ocupado posiciones importantes en los line-ups iniciales de los Leones, ante el disgusto de sus partidarios.

Pero distintas circunstancias han contribuido a que Mike presentase esta vez prácticamente, al extremo que un gran número de fanáticos de dicho club da por sentado que el Habana no podrá perder y se proyectan ya ante los esperados triunfos de los rojos del futuro inmediato.

No cabe duda que la maquinaria habanista luce formidable. Se combinan todos los valores de un club en forma tal que no hay departamento débil, no hay un sector en que pueda señalarse una deficiencia, pues si el jardín izquierdo luce vulnerable, Mike tiene reservas para fortalecer dicho territorio, aumentando de paso el poder de su ofensiva.

Singularmente importante es que los nuevos pitchers rojos hayan brillado a tan gran altura en las primeras jornadas de la lucha en marcha, pues ha sido precisamente el cuerpo de serpentineros quienes han cargado con las culpas de sus derrotas en recientes campeonatos.

No hay duda de que el Habana será el club a derrotar, pero antes de conceder el triunfo definitivo a los Leones pasemos la vista sobre los elementos con que cuenta el team azul para que lleguemos al convencimiento de que el conjunto del batallador Fermín Guerra ha de estar en la pelea y que tiene similares posibilidades de victoria que el poderoso conglomerado del veterano Mike González.

¿Cuáles son los factores que convierten a un team de baseball en una maquinaria arrolladora y victoriosa?. Inicialmente un departamento del box irreprochable y un grupo de recios bateadores. Secundariamente una defensa de altos quilates para completar aquellas dos fases importantes de las actividades normales.

Antes de continuar quisiéramos referirnos al espíritu combativo del manager de ese club. Hay muchos conjuntos baseboleros grandes que no ganan porque carecen de un mentor que los inspire y los guíe a las hazañas más increíbles. Aquel ejemplo de la victoria azul en la contienda de 1946-47 se utilizó para probar que el coraje almendarista era capaz de fabricar una victoria milagrosa como la que se produjo en aquella ocasión.

Fue Adolfo Luque el inspirador de aquel gran grupo de players que metió al Habana en la mencionada lucha y es ahora Fermín Guerra quien ha llevado a cabo un trabajo similar a través de los últimos éxitos azules, en la consecusión de los cuales su enorme ánimo de lucha ha influido tanto como cualquier otro factor de calidad.

En otras palabras, el Almendares cuenta con pitchers de calibre, ataque poderoso, defensa impecable y un manager que sabe inspirar  a sus jugadores para que alcancen la mayores alturas en los momentos más críticos.

Morris Martín debe ser el pitcher americano más destacado entre los jugadores extranjeros que defenderán el box almendarista esta vez. Veterano de excelente control, conocedor de la inmensa mayoría de los player de los otros teams, sus victorias influyeron tanto en el triunfo azul y lo convierten en una estrella refulgente de nuestro campeonato.

Por otra parte entre los extranjeros que defenderán la línea de fuego del club azul estará Hank Bauers que finalizó la campaña de la Liga Internacional este año con un promedio de 684, o sea que fue un pitcher extraordinariamente eficiente.

El grupo de lanzadores cubanos del club campeón es de tal naturaleza que admite comparación favorable con los criollos de los otros conjuntos competidores. Marrero en el número uno de los nativos en este momento, por su experiencia, sus conocimientos, su control, su destacada personalidad en la línea de fuego. Vicente López y Tata Solís forman una pareja de dos muy prometedores artistas del box de los cuales pueden esperarse una labor superior este año.

Y como si fuera poco, la actuación excelente de Agapito Mayor frente al Habana, el domingo último, muestra que el valiente zurdo se encuentra en forma similar a la de sus mejores años.

Es decir que el almendares cuenta con un buen equilibrado grupo de pitchers, entre los cuales hay relevos de los dos brazos, acaso el mejor de todos los departamentos del box en la contienda de la Liga Cubana.

Notable cuerpo de pitchers, ataque recio, brillante defensa, un manager de alto espíritu combativo, de nada carece el Almendares para llevarle la pelea a sus tres difíciles contrincantes y anotarse otra victoria gloriosa más en la más sensacional campaña que haya brindado el baseball cubano en todos los tiempos.

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