PRONTO SERÁ UN INGENIERO AEROESPACIAL

Written by Germán Acero

28 de julio de 2021

El joven cubano Antonio Macías, increíblemente, pasó de vivir en las calles a trabajar en  la Nasa. Actualmente tiene 25 años y, como si fuera poco, también está realizando un Doctorado en Ciencias Aeroespaciales.

Hasta hace poco Macías era un desconocido y, además, poco se conocía sobre su historia. El muchacho y su mamá pasaron ‘las duras y las maduras’ para emigrar a Estados Unidos en 2015.

Lo que sí es cierto es que Macías, antes de llegar a territorio estadounidense, era el hijo de una mujer pobre y abandonada.  Inicialmente probaron suerte en Venezuela y Ecuador.

Se supo que en el 2015 arribaron a México para cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Poco tiempo después fueron recibidos por un familiar que, por cuestiones diversas, terminó abandonándolos y dejándolos solos y desamparados “a la suerte de Dios”.

Pero Antonio y su mamá, en ningún momento, se rindieron. Sabían que podían salir adelante. El uno al otro se daban aliento y confianza para seguir adelante. Macías siempre vivía de hacer planes de cara al futuro.

Milda, la madre de Antonio, mostró su tristeza cuando veía que, cada día, tenían menos dinero y ya casi no les alcanzaba nada para comer o pagar la renta.

“Teníamos que hacer muchos sacrificios. Veíamos, al pasar los días, que no era fácil salir adelante en los Estados Unidos. No teníamos amigos. Y nadie, absolutamente nadie, quien nos ayudara. “Aquí todo el mundo jala para su lado. No le importa ni la vida ni los sufrimientos de los demás”, dijo Milda.

“Soy cubana y de las personas que nacieron con la pobreza más grande de este mundo. Fue muy doloroso porque teníamos 150 dólares (un poco más de 572 mil pesos colombianos) nada más”, expresó con suprema tristeza.

“Comíamos –de vez en cuando– una hamburguesa al día. Yo me comía la mitad de la mía y le decía que estaba muy llena para que él se comiera una y media. Yo prefería que él estuviera bien alimentado. Yo podía pasar hambre sin que él se diera cuenta”, narró. Incluso, aunque nadie lo sabía, Antonio y Milda tuvieron que dormir en la calle por algunos días.

“No sabíamos qué íbamos hacer, ya que estábamos totalmente perdidos en una ciudad nueva, sin dinero, sin amigos, y con un desconocimiento total del idioma”, confesó Macías.

Tras ‘tocar fondo’, los dos recibieron ayuda por parte de la comunidad y las cosas empezaron a mejorar. Milda Cañizares consiguió trabajo y su hijo logró ingresar al colegio.

Tras completar sus estudios de bachillerato, Macías empezó a estudiar Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Texas. Nadie, ni ellos mismos, lo podían creer. Porque sin tener un peso, de pronto, había entrado Macías a estudiar a la universidad gracias a una beca que se ganó con mucho esfuerzo y dedicación.

Parecía, por momentos, que la vida se les estaba arreglando. En las noches oraban juntos al pie de la cama. Y le daban gracias a la vida por ayudarlos y consolarlos.      Macías fue un alumno muy aplica-  do y, tras finalizar la carrera, con    el nuevo ‘cartón en mano’, realizó una Maestría en Ciencia Aeroespacial.

“Siempre fui fanático a las cosas que vuelan. Recuerdo que cuando vivía en Cuba, volábamos de una ciudad a otra y yo hacía pataletas al final del vuelo si no me dejaban ver la cabina del avión”, sostuvo con supremo orgu-llo el joven.

En su momento, como producto de los grandes esfuerzos, la Nasa se fijó en el conocimiento de Antonio y lo contrató. Se le habían abierto las puertas del triunfo a Macías. Ni él creía lo que le estaba pasando. Y así, tras pasar noches en las calles, pasó a ser miembro de un prestigioso equipo de la Agencia Aeroespacial de Estados Unidos.

Por ahora Macías realiza investigaciones para dicha organización y pronto iniciará sus estudios doctorales en Ciencias Aeroespaciales en la Universidad de Georgia.

“Querer es poder. Siempre fui optimista sobre mi futuro y mi vida. Lo hacía también para ayudar a mi madre. Y para que ella se sintiera orgullosa de mí”, dijo.

“Mi vida es como para escribir un libro. Cuando recuerdo el pasado, entonces, pienso que “soy un hombre echado para adelante. Mi futuro, en aquellos momentos, era muy incierto. Y me daba mucha tristeza ver a        mi madre así de afanada por mí”, aseguró.

“Todos estos últimos triunfos se los he dedicado a mi madre.           Ella me acompañó en las buenas y en las malas. Todos se los debo a     ella. Siempre me echaba la bendi-ción y me daba ánimos para seguir adelante”, sintetizó Macías.

“Y, lógicamente, nunca puedo olvidar a mi Cuba del alma. Me siento supremamente orgulloso de ser cubano. Ojalá todo se mejore allá. Es mi patria y, siempre, voy a desear lo mejor para ella”, concluyó.

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