PROBLEMAS Y ORIENTACIONES. CARACTERÍSTICAS Y CAUSAS DE LA TIMIDEZ

Written by Libre Online

12 de octubre de 2022

POR GUSTAVO TORROELLA (1955)

Características del Tímido

“Perdón señora», «Con su permiso», Sí señor»… son ejemplos de expresiones usuales y de frases corrientes que corresponden a la banalidad de la vida. La mayoría de las personas las suelen pronunciar casi automáticamente y sin pensarlas. ¡Pero qué trabajo le cuesta al tímido encontrar esas palabras y los gestos adecuados para responder en un momento dado! ¡Qué dificultades para sobreponerse y vencer su tormenta emocional interior cuando tiene que decir o hacer algo! Necesita el mismo esfuerzo de invención que requiere un poeta para la creación de una imagen nueva, y el mismo vigor que necesita el atleta para subir una empinada montaña. Por esto el tímido es impotente para la acción: le ocasiona tanto trabajo y sudor, gasta tanta energía para realizar la acción más corriente y teme tanto fracasar en sus empeños, que prefiere no actuar, no decidirse y recluirse en la abulia, en la abstención, en la parálisis de la voluntad.

El rasgo esencial del tímido es su ensimismamiento, su excesiva concentración en sí mismo. Su atención, su preocupación principal se dirigen a su propio yo. Demasiado ocupado en contemplarse y sentirse a sí mismo no tiene tiempo ni interés para ver la realidad, lo cual suele producir deplorables consecuencias en la vida real.

Su intensa vida emocional llena de temores, susceptibilidades e inhibiciones y sus conflictos interiores le perturban y distraen de tal modo que marcha sin darse cuenta clara de las cosas, y hasta puede llegar a una falta absoluta del sentido de la orientación. Esta falta de contacto y adaptación con la realidad le hace decir y realizar cosas en desacuerdo con las situaciones que confronta. Por ejemplo, le puede dar el pésame a una persona que se ha recuperado de su enfermedad, o felicitar a alguien que acaba de perder un familiar, o fumarse el tabaco al revés. El cine, la literatura, las anécdotas humorísticas han sacado partido de estos seres tímidos, aturdidos y desconcertados con la realidad, que pueden constituir una fuente de incidentes cómicos para los otros, pero indudablemente trágicos para ellos mismos.

Desde luego que la mayoría de las personas pueden haber sufrido de timidez en determinados momentos difíciles. Pero una golondrina es sabido que no hace el verano. Todo el que ha experimentado sentimientos de ansiedad al afrontar situaciones sociales nuevas o distintas, necesita ciertamente de alguna ayuda para vencer sus temores transitorios. Pero la persona que es tímida, es decir, la que teme o se retrae casi siempre frente a todas o a la mayoría de las situaciones sociales, necesita de mucha más asistencia personal para dominar sus deficiencias.

La timidez tiene sus raíces en los fracasos y frustraciones experimentadas en el pasado personal. Si la persona tímida no hace nada por vencer sus sentimientos de inferioridad y temor, probablemente se irá hundiendo cada vez más y más en la prisión de su timidez. El tímido puede resolver su problema sólo si se decide a afrontarlo y aprende a comprenderse a sí mismo. Así puede penetrar bajo la superficie de su vida consciente y llegar a conocer las causas ocultas y profundas que han determinado su timidez. 

CLASES DE TIMIDEZ

Hay dos clases de timidez: la timidez situacional en la cual la persona normal se siente momentáneamente incapaz de encarar o resolver determinadas dificultades y la timidez de carácter en la cual la persona sufre de problemas y conflictos muy arraigados en su personalidad y por lo mismo se siente inadaptada y desconcertada ante la mayoría de las situaciones sociales. El tímido situacional puede sentirse bien ajustado en muchas circunstancias en las que se encuentra apto para comportarse normalmente; pero el tímido de carácter se siente siempre o casi siempre incapaz de resolver las situaciones problemáticas que confronta en la vida y está dominado por un sentimiento crónico de temor y fracaso. 

El Tímido Situacional o 

de circunstancia

Por ejemplo, pongamos el caso de R. H. que es un Joven que sufría de timidez situacional o circunstancial. R. enmudecía y se convertía en una estatua de piedra cada vez que tenía que hablar con una muchacha. Como no sabía bailar, creía que iba a hacer el ridículo en las reuniones sociales y buscaba siempre pretextos para no asistir a los grupos y fiestas a que era invitado. El imaginar anticipadamente el mal rato que pasaría por no poder estar a la altura de las circunstancias en las fiestas, era lo suficiente para impedirle 

asistir a las mismas.

Un buen día su prima se empeñó en enseñarle a bailar. Como la prueba era con un familiar, R. se sintió más confiado y confortable y se prestó de buena gana al ensayo. Al poco tiempo encontró que era realmente fácil, y que, al cesar de temer y preocuparse por el baile, éste le parecía más sencillo y agradable. Su prima le indujo después a bailar con una muchacha extranjera que no lo hacía muy bien y esto alentó a R. en su primera experiencia de baile. Notó que ahora, al saber danzar mejor o por lo menos igual que su compañera, se redujeron sus temores por el baile y aumentó en cambio su confianza en sí mismo.

A partir de entonces fue desapareciendo su timidez en las reuniones sociales y hoy en día desea y disfruta de la compañía de los demás. El problema de R. era que había desarrollado un reflejo «acondicionado» de temor o timidez a las situaciones sociales por no saber bailar. Mientras más se retraía y evitaba las reuniones más aumentaba su timidez. Era un verdadero circulo vicioso. Bastó solo que aprendiera a bailar para que se sintiera más hábil socialmente, venciera su timidez y le fuera más fácil alternar con sus amigas. Su timidez no tenía raíces profundas, era puramente situacional o circunstancial y por eso pudo dominar sus dificultades con más facilidad. 

Otro caso de timidez situacional es el de la joven A. M. Con los amigos íntimos y miembros de su familia, ella podía hablar fácilmente. Pero en cambio, se volvía tímida con las personas que no conocía. A menos que la persona extraña tomara la iniciativa, a ella no se le ocurría nada para romper el hielo y empezar a hablar. La causa de esta timidez era que A. M. vivía en un lugar apartado, por lo cual había tenido pocas oportunidades de tratar a diferentes clases de personas.

Las personas como A. M. deberían procurar encontrarse y alternar con individuos de distintas condiciones y en variadas situaciones.

Deberían escuchar y atender cuidadosamente lo que otros dicen y hacen. Convendría que conocieran y se fijaran en los diferentes temas e intereses de cada persona. Con esta práctica y experiencia podrían aprender cuáles son las pistas e indicios útiles que hay que usar para iniciar y llevar las conversaciones. De ese modo la persona va perdiendo su timidez y aumentando la confianza en sí mismo.

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