Poemas de José Martí

Written by Libre Online

14 de mayo de 2024

El alma trémula y sola

El alma trémula y sola 

Padece al anochecer: 

Hay baile; vamos a ver 

La bailarina española. 

Han hecho bien en quitar 

El banderón de la acera; 

Porque si está la bandera, 

No sé, yo no puedo entrar. 

Ya llega la bailarina: 

Soberbia y pálida llega; 

¿Cómo dicen que es gallega? 

Pues dicen mal: es divina. 

Lleva un sombrero torero 

Y una capa carmesí: 

¡Lo mismo que un alelí 

Que se pusiera un sombrero! 

Se ve, de paso, la ceja, 

Ceja de mora traidora: 

Y la mirada, de mora: 

Y como nieve la oreja. 

Preludian, bajan la luz, 

Y sale en bata y mantón, 

La virgen de la Asunción 

Bailando un baile andaluz. 

Alza, retando, la frente; 

Crúzase al hombro la manta: 

En arco el brazo levanta: 

Mueve despacio el pie ardiente. 

Repica con los tacones 

El tablado zalamera, 

Como si la tabla fuera 

Tablado de corazones. 

Y va el convite creciendo 

En las llamas de los ojos, 

Y el manto de flecos rojos 

Se va en el aire meciendo. 

Súbito, de un salto arranca: 

Húrtase, se quiebra, gira: 

Abre en dos la cachemira, 

Ofrece la bata blanca. 

El cuerpo cede y ondea; 

La boca abierta provoca; 

Es una rosa la boca; 

Lentamente taconea. 

Recoge, de un débil giro, 

El manto de flecos rojos: 

Se va, cerrando los ojos, 

Se va, como en un suspiro… 

Baila muy bien la española, 

Es blanco y rojo el mantón: 

¡Vuelve, fosca, a un rincón 

El alma trémula y sola!

Dos patrias

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche. 

¿O son una las dos? No bien retira 

su majestad el sol, con largos velos 

y un clavel en la mano, silenciosa 

Cuba cual viuda triste me aparece. 

¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento 

que en la mano le tiembla! Está vacío 

mi pecho, destrozado está y vacío 

en donde estaba el corazón. Ya es hora 

de empezar a morir. La noche es buena 

para decir adiós. La luz estorba 

y la palabra humana. El universo 

habla mejor que el hombre. 

Cual bandera 

que invita a batallar, la llama roja 

de la vela flamea. Las ventanas 

abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo 

las hojas del clavel, como una nube 

que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa…

Hijo del alma

¡Tú flotas sobre todo, 

Hijo del alma! 

De la revuelta noche 

Las oleadas, 

En mi seno desnudo 

Déjante el alba; 

Y del día la espuma 

Turbia y amarga, 

De la noche revueltas 

Te echan las aguas. 

Guardancillo magnánimo, 

La no cerrada 

Puerta de mi hondo espíritu 

Amante guardas; 

Y si en la sombra ocultas 

Búscanme avaras, 

De mi calma celosas, 

Mis penas varias,– 

En el umbral oscuro 

Fiero te alzas, 

Y les cierran el paso 

Tus alas blancas! 

Ondas de luz y flores 

Trae la mañana, 

Y tú en las luminosas 

Ondas cabalgas. 

No es, no, la luz del día 

La que me llama, 

Sino tus manecitas 

En mi almohada. 

Me hablan de que estás lejos: 

¡Locuras me hablan! 

Ellos tienen tu sombra; 

¡Yo tengo tu alma! 

Ésas son cosas nuevas, 

Mías y extrañas. 

Yo sé que tus dos ojos 

Allá en lejanas 

Tierras relampaguean,–

Y en las doradas 

Olas de aire que baten 

Mi frente pálida, 

Pudiera con mi mano, 

Cual si haz segara 

De estrellas, segar haces 

De tus miradas! 

¡Tú flotas sobre todo, 

Hijo del alma!

Tiene el alma del poeta

Tiene el alma del poeta 

Extrañeza singular: 

Si en su paso encuentra al hombre 

El poeta da en llorar. 

Con la voz de un niño tiembla, 

Es de amor, y al amor va- 

Un amor que no se estrecha 

En un límite carnal. 

La corteza corrompida 

El fruto corromperá. 

Del amor de hembra no fío 

Si su hoguera han de alumbrar 

El quemante sol de estío 

O el sol pálido autumnal: 

¡Primavera -primavera, 

Madre de felicidad!

Y te busqué por pueblos

Y te busqué por pueblos, 

Y te busqué en las nubes, 

Y para hallar tu alma 

Muchos lirios abrí, lirios azules. 

Y los tristes llorando me dijeron: 

–¡Oh, qué dolor tan vivo! 

¡Que tu alma ha mucho tiempo que vivía 

En un lirio amarillo!– 

*** 

¿Mas dime?¿cómo ha sido? 

¿Yo mi alma en mi pecho no tenía? 

Ayer te he conocido, 

Y el alma que aquí tengo no es la mía.

Dentro de mí…

Dentro de mí hay un león enfrenado: 

De mi corazón he labrado sus riendas: 

Tú me lo rompiste: cuando lo vi roto 

Me pareció bien enfrenar a la fiera. 

Antes, cual la llama que en la estera prende, 

Mi cólera ardía, lucía y se apagaba: 

Como del león generoso en la selva 

La fiebre se enciende; lo ciega y se calma. 

Pero, ya no puedes: las riendas le he puesto 

Y al juicio he subido en el león a caballo: 

La furia del juicio es tenaz: ya no puedes. 

Dentro de mí hay un león enfrenado.

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