El incremento -de por sí escalofriante- de casos de suicidio en España, se ha visto agravado en el último año y medio por culpa del “COVID-19”. La Organización Internacional del Trabajo ha constatado que la pandemia ha provocado que la mitad de los jóvenes de entre 18 y 29 años sufran depresión y ansiedad, y que el 20% de los trabajadores sanitarios la padezcan de igual manera.
En toda la geografía española, los fines de semanas, ocurren los actos de violencia más desgarradores que, en la España de la “dictablanda” de Franco, ni podría pasar por la mente del ciudadano más aberrado. Pero llegó la cancerígena democracia, apuntalada por monstruos que solos se podrían comparar con el de la “Laguna Negra”, exceptuando los ocho años que nos gobernó José María Aznar, la derecha. Fuera de ahí, este país es la desolación en muleta, la más fiel imitadora de “Sodoma y Gomorra”.
Uno de los más responsables es Pedro Sánchez, personaje que ha reventado todos los medidores de la ambición, el egocentrismo y la carencia de humanidad. Entre la “comparsa” de denuncias que tiene, está la de haber encerrado durante tres meses a casi 50 millones de españoles en sus casas, diciendo que se debía a la pandemia creada por los chinos porque les salió de sus entrepiernas. Pasado los días, se ha descubierto que su actitud fue ilegal, que lo que hizo solamente se aplica cuando hay un estado de guerra, sin embargo, exprimió tanto la psicología de los españoles, que, por su culpa, durante ese tiempo, los suicidios han situado a este país en el número uno de Europa. Muchos miles están en manos de psiquiatras, miles de ellos se han suicidado, destacando los jóvenes entre 18 y 29 años: en el país, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas arrojan una cifra de 10 suicidios al día.
DESAMPARADA
Las exageradas medidas que resultaron dictatoriales impuestas por el chulo de zarzuela Pedro Sánchez y su comitiva de corruptos, ha provocado el mayor desmadre que jamás haya explotado en este país. La inmensa mayoría de los jóvenes, en señal de rebeldía, han impuesto la moda de “los botellones”, o sea, que todos los fines de semanas, a través de las redes, se citan miles de ellos en determinados lugares de la capital, algo que ocurre al unísono en toda la península. Hace una semana, alrededor de la Universidad Complutense de Madrid, se agruparon más de 25 mil jóvenes de ambos sexos. “El Botellón” consiste en ingerir todo tipo de bebida alcohólica y de drogas, provocando, a altas horas de la madrugada, peleas en las que siempre hay algún joven muerto a puñaladaso a puñetazos y patadas cuando la víctima se encuentra moribunda en el suelo. Son escenas verdaderamente dantescas, tan salvajes que solamente se pueden ver entre las fieras cuando necesitan comida para sus hijos. Ante tanto desmadre, la Policía está desamparada, son ellos (los policías) los que terminan siendo víctimas, pues la manada de endiablados la arremete contra ellos lanzándole todo tipo de artefacto contundente, ladrillos, adoquines, piedras, etc., queman los contenedores, los carros aparcados, y convierten el lugar en tremendos chiqueros. Siempre hay policías heridos y muchos de gravedad. Pero el desgobierno que tenemos, mientras, mira el paisaje del amanecer desde los balcones del Palacio de la Moncloa.
Y es que la juventud está traumatizada por culpa del encierro (ilegal) obligado por P. Sánchez. De ahí que España ocupe el primer puesto entre los países europeos en cuanto a suicidios. Aparte de provocar el caos descomunal, las pandillas de jóvenes desequilibrados, provocan que los vecinos de los lugares donde organizan sus escándalos, no puedan dormir, viven con el miedo en el cuerpo, pues todos los fines de semanas se ven impedidos de salir de sus casas; las mujeres son víctimas de todo tipo de acoso por parte de los ya borrachos y drogados, que se convierten en hienas hambrientas. Defecan y orinan en las puertas de los edificios, protagonizan las orgías más agresivas y delictivas, hasta el punto de agredirse y matarse entre ellos. Pero no ocurre nada. No se hace el intento de erradicar semejante plaga de insectos venenosos.
“COVID-19”
Cuando mandaba Franco, contadas veces, ciertos grupos de estudiantes salían dela Universidad y tomando la avenida de La Princesa (barrio de Argüelles), con alguna pancarta y vociferando estupideces, a la velocidad de una ventosa, aparecían unas pipas de aguas y, con una manguera, los arrinconaba contra las pareces y, de no salir pitando, podrían escupir las tripas. A los dos minutos, solo quedaba el agua corriendo hacia las alcantarillas. Ni un “embrión comunista”, ni para hacer un cocimiento. Si hoy se hiciera, que es lo que merece esa jauría de lobos rabiosos, las decenas de asociaciones “mierdalinosas”saldrían al encuentro vociferando que sería la violación de los derechos humanos. Pero cuando miembros de la Policía son agredidos, a veces de gravedad, es una gracia, nadie protesta, demostrando el desamparo que cobija al “desdichado” pueblo español.
“La alienación, la pérdida de valores de la sociedad y la influencia de los medios de comunicación provocan inestabilidad emocional y comportamientos autodestructivos que en muchas ocasiones acaban en suicidio”. La Red Nacional de Prevención del Suicidio recibe entre quince y 20 llamados de personas por hora que verbalizan su intención de acabar con su vida. Al año son más de 100,000 las personas que lo han intentado sin éxito, gracias a una adecuada atención psiquiátrica. Pero ello no indica que las cifras desciendan. El incremento -ya de por sí escalofriante- de casos de suicidio en España, se ha visto agravado en el último año y medio por culpa del “COVID-19”.
La Organización Internacional del Trabajo ha constatado que la pandemia ha provocado que la mitad de los jóvenes de entre 18 y 29 años sufran depresión y ansiedad, y que el 20% de los trabajadores sanitarios la padezcan de igual manera. Cada suicidio afecta íntimamente al menos a otras seis personas.
Y las Asociaciones “bayuseras” como la “Comunidad Europea”, la “ONU”, y la “OEA”, burlándose de la humanidad, celebrando que los chinos (el comunismo) estén a punto de engullirse a Occidente.
¡Y que viva la Pepa!
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