PABLO PICASSO, UN INMIGRANTE EN FRANCIA

1 de diciembre de 2021

Sea usted de izquierda y será siempre aupado.  La frase bien puede ser una divisa para quienes, siguiendo la cartilla estipulada en el Manual del perfecto sinvergüenza, se la pasan proponiendo como ejemplo en sociedad solo a quienes en vida han profesado esa manera de pensar y de actuar. Que no siempre de hacer. Toca el turno, una vez más en su caso, a Pablo Ruiz Picasso.

En el Museo del Palacio de la Porte Dorée se presenta hasta mediados de febrero la exposición Picasso l’étranger, y esa exaltación en Francia de su trayectoria ha coincidido con la propuesta para Joséphine Baker: ambos fueron dos extranjeros  que decidieron vivir y proponer sus expresiones respectivas en este país. La gran artista negra americana fue»panteonizada» este martes 30 de noviembre. Se ha programado una ceremonia presidida por el jefe del estado Emmanuel Macron y sus restos serán colocados a una de las criptas del Panteón, ese gran mausoleo colectivo donde reposan decenas de personalidades que han marcado la historia nacional. Una saga tejida por lo político y lo socialmente correcto ha decretado pues que esos dos destinos estén plenamente inscritos como consecuencia del proceso inmigratorio francés. Se quiere sembrar la idea para siempre y sin perjuicio de que, se ve en el gesto una inducción espúrea, que trae por los pelos al presente una extrapolación bastarda.

Para resumir la lectura propuesta sería esta : «damas y caballeros, observen en Joséphine y en Pablo cuánta riqueza potencial portan consigo quienes nos llegan desde el exterior». Mientras, el incremento de la inmigración ilegal continúa creciendo de manera alarmante en toda Europa. Este es un tema que encabeza hoy la lista de preocupaciones expresadas por los franceses  cara a la próxima elección para presidente la cual esta al cantío de un gallo, a cinco meses vista.

NI FRANQUI, NI CABRERA INFANTE

No lo puedo evitar pero cada vez que pienso en Picasso me viene a la memoria el derribo del águila de bronce que hasta enero de 1961 estuvo en lo más alto del Monumento a las víctimas del Maine en La Habana. Un amigo que trabajaba entonces en el cogollito del servicio de protocolo de Relaciones Exteriores me contó que en su presencia el entonces furibundo fidelista Carlos Franqui le había dicho al ministro Raú Roa que se proponía hablar con el pintor y escultor malagueño para que creara una paloma de la paz que ocuparía el espacio dejado vacío por el pájaro americano. Y agregó Raimundo a su testimonio una predicción que venía de alguien que sabía de qué hablaba por haber vivido antes en Francia: «como no se lo paguen a precio de oro, no habrá paloma». Y así fue, en palabras quedó la cosa. De paso ni Franqui ni su cúmbila Cabrera Infante, prolíficos para otras cuestiones referentes a su militancia protofidelista, jamás refirieron en sus crónicas aquél traspié picassiano.

Volviendo a la exposición el hilo conductor desarrollado por sus comisarios es un documento,  la negativa a la  solicitud de naturalización francesa que el artista estableció por conducto reglamentario a la administración el 3 de abril de 1940. Para esa fecha ya era un hombre mundialmente célebre y llevaba 40 años viviendo ininterrumpidamente en este país. Pero para los servicios de extranjería cuyo visto bueno era indispensable, resultaba «sospechoso» por los contactos y amistades que tenía con los medios anarquistas. Le reprochaban de paso estar casado con una mujer rusa. Todo parece indicar que en el dictamen intervino decisivamente la mala fe de un imbécil por cuya mesa pasó el papeleo.  Y todo quedó ahí, no lo hicieron francés y fue así que Pablo pasó la guerra como español residente, hasta la Libéración y sin ser molestadoen lo absoluto  por los nazis. Pero para nada.  No paró de trabajar, participó en numerosas exposiciones y siguió vendiendo muy bien sus telas y esculturas. Las cerámicas vendrían años después. Probablemente su condición de español hasta lo ayudó si se considera que Franco se mantuvo inteligentemente al margen del conflicto, siendo considerado de hecho un afecto de Hitler por los militares alemanes. 

De la humillación que la negativa a naturalizarlo implicó para él Picasso jamás habló. Por su parte la policía francesa no lo olvidó y continuó vigilándolo. De esa chivatería permanente hay muchos papeles que pueden verse en la muestra. No es menos cierto que los dirigentes de la cultura y de los museos franceses, haciendo gala de gran miopía, siguieron ignorándolo mientras pudieron. Eso por lo menos hasta 1953. Fueron más bien indiferentes. Sin embargo reinó con sus obras en otros círculos y se puso a la cabeza de la vanguardia creativa al mismo tiempo que coleccionistas, periodistas e intelectuales en voga lo mimaban. Riegos durante la guerra no asumió. Ninguno. No existe vestigio de que haya movido un dedo para participar de una u otra manera en la Resistencia antinazi. Todo ese proceso policiaco y personal de 1939 a 1945 se puede constatar gracias a la gran documentación que,  conjuntamente con cortes de filmaciones de documentales y de noticiarios, es desplegado en las diez secciones que integran esta interesante exposición.

Se ve también  cómo se materializó coincidiendo con el final de la Guerra, su militancia comunista oficial cuando finalmente, y de manera oportunista, se encartó en el Partido en diciembre de 1944, vale decir después del Desembarco aliado en Normandía. Los  comunistas lograron constituirse entonces , durante cinco años, en primera fuerza política del país en votos y en representantes electos a la Asamblea Nacional.

La apoteosis comunista de Picasso se produce pocos años más tarde cuando en 1949 tiene lugar en París aquél memorable Congreso por la paz,  una misa mundial estalinista teleguiada desde Moscú.  La Guerra Fría estaba comenzando. En este punto se observa el punto final de un modesto ciclo de compromiso político del artista a lo largo del cual transita de libertario a anarquista y después a comunista, sin olvidar desde luego su respaldo sincero e incondicional a la República durante los tres años que duró la sangrienta Guerra Civil Española. Esa militancia republicana, vivida desde la tranquilidad y la seguridad de su estudio en la calle de los Grands Agustins,  dejó como saldo para la historia el óleo faro de la época: Guernica. 

UNA REFLEXIÓN HISTÓRICA

Esta magnífica exposición y su catálogo invitan a una reflexión sobre las enseñanzas que la historia contemporánea puede brindar a legos y a expertos. Conviene entrar allí con un bagaje intelectual que permita no diluirse en los meandros hacia los cuales los izquierdistas quieren conducir al rebaño.  De todos modos justo es reconocer que Pablo Picasso mantuvo una línea recta en cuanto a sus convicciones y manera de vivir. Y en el tema de la naturalización le llegó la revancha: en 1958 se la propusieron, tenía 77 años de edad y no la aceptó. «Qué se la metan por donde les quepa» disque dijo. A esas alturas hacía mucho tiempo que había conseguido marcar para siempre con su genio y con su impronta su siglo y los que vendrán después.

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