Me bajo del techo donde estoy empinando un papalote, me monto en la chivichana, me voy al Parque Martí a jugar a la Viola: un niño se doblaba, los demás íbamos brincando por encima de él y cada cual decía: “A la una mi mula, a las dos mi reloj, a las tres mi café, a las cuatro mi gato” y así sucesivamente.

Siento que todavía detesto tres cosas de los muchachos malos del barrio : Que le pusieran una cuchilla a la cola de los papalotes para cortar el mío en el aire. Que hicieran “arrebatos” inesperados de las bolas o canicas, y que afilaran las puntas de los trompos para partirnos los nuestros.

Voy a nadar en contra de la corriente en el río Mayabeque y saltar de un banco del parque hacia un árbol después de ver una película de Tarzán:

Voy a tirar serpentinas en el carnaval, después de ver a “Gaby Fofó y Milike” y al viejito Chi Chí en la televisión, y leer libros de muñequitos de Superman, El Pato Donald, El Pájaro Loco y La pequeña Lulú.

Estoy entrando a ver una película americana en el cine Campoamor con Rock Hudson y Doris Day. Y mañana voy al teatro Ayala a escuchar cantar a Miguel Aceves Mejía y a Pedro Infante.

Abandono los yaquis, las damas, el monopolio, la quimbumbia, las pelotas de cajetillas de cigarros, los patines, palitos chinos, me olvido de montar al cachumbambé, al Tío Vivo y emparrillo a Finita en mi bicicleta rumbo esta vez al Central Providencia que queda más lejos.

Pero, en este instante me entra una tristeza porque se acabaron los meses de vacaciones de verano, y me pongo el glorioso uniforme del Colegio “Kate Plummer Bryan Memorial” de Güines.

Mi madre a modo de despedida, muy seria, me advierte: “Acuérdate que te permití ir al Colegio Presbiteriano sin dejar jamás de venerar a la Caridad del Cobre, Santa Bárbara, San Lázaro y nuestro Patrono San Julián” …

“Está bien, mami, no te preocupes que yo apunté todos tus consejos y todo lo ocurrido durante mi niñez.