La guerra en curso entre Israel y Hamás en Gaza ha puesto en tensión muchos resortes que habían estado sugiriendo tímidamente ciertos acercamientos y hasta una normalización posible en el Oriente Medio. Ilusiones vanas a las que muchos como yo jamás dimos crédito. De 1947 a la fecha la constante observada es que las variables de ajuste, en lo esencial, no han evolucionado. O apenas. Ahora de golpe y porrazo nos vemos catapultados hacia 1966 y 1973, afrontamos de paso nuevamente el feo rostro del antisemitismo en su aspecto más inhumano. No hay más que observar las imágenes de lo qué ocurrió el pasado sábado 7 en Beeri y en Kfar, los dos kibutz cercanos a la frontera atacados impíamente: la inhumanidad portada por los atacantes ha mostrado, si falta hiciera, lo que fanatismo y odio pueden generar.
En Francia se ha producido el mismo fenómeno comportamental que en Estados Unidos, donde varios representantes de La Escuadra han esquivado con contorsiones varias calificar al Movimiento de Resistencia Islámica como terrorista. Convoyada con un «si, pero» la maniobra es clásica cuando se quiere justificar lo injustificable. Al mismo tiempo los autores se apuntalan electoralmente bien por ideología, bien por proyección hacia comicios futuros. En ese sentido hay poco que decir: son figuras públicas electas, tienen su escaño en el parlamento y nadie duda que lo conservarán por mucho tiempo. La demografía, las inmigraciones y los medios, controlados mayoritariamente por las izquierdas así lo han dispuesto. Apoyados en los factores antes enumerados, la razón de ser que mantienen a golpe de demagogia y mendacidad es afirmar que suceda lo que suceda cierran filas con los oprimidos. En estos días han demostrado otra vez de qué son capaces.
Su partido puntero, bautizado en 2016 como Los Insumisos, es hechura de Jean-Luc Mélenchon, un político que hasta principios de la década 2000 militó en las filas socialistas. Además de representante y senador fue ministro durante los dos gobiernos Mitterrand 1981-1995). Pero después no encontró espacio encima de la tierra quemada que el viejo zorro legó. Atribuyéndose un futuro de mesías comenzó por jurar fidelidad al castrismo y al chavismo, desde París naturalmente. Y se ha postulado tres veces para presidente, con resultados variables, que dos veces lo hicieron quedar a un tilín de pasar a la segunda vuelta. Hoy con 72 años de edad no ha renunciado a intentarlo otra vez en 2027. Pero como el almanaque no perdona pululan a su alrededor una pléyade de segundos tenedores forcejeando con vistas a sustituirlos. Entre ellos varios se han destacado en días pasados profiriendo barbaridades similares a las de homólogos americanos tipo Ocasio-Cortés, Omar, Tlaib y otras yerbas. El lector comprenderá que sobran razones para estar uno indignado pese a que no se puede ir más allá de piafar con impotencia.
En la gama execrable que ampara esa semántica, episodios de una la guerra mediática permanente magnificada por las redes sociales, la palabra impronunciable ha sido la de terrorismo. Reconstruir el discurso que describe los hechos es la columna vertebral del empeño. Total, que volvemos a los orígenes: a pesar del lugar preponderante que Lenin y Gramsi le acordaron a la materia en sus reflexiones y en su acción, la divulgación de la información en los períodos de crisis es prioritaria cuando las izquierdas están ante circunstancias que como estos ataques perpetrados por Hamás les son desfavorables. Algunos analistas están ya observando la manera con la que los extremistas están posicionándose para rebajar el nivel de repudio que han engendrado los crímenes. Obsérvese como se hace énfasis en la ayuda militar exterior que está recibiendo Israel en estos momentos decisivos.
Esta nueva red de la desinformación que en América Latina han abrazado entre otros Gustavo Petro, Nicolás Maduro y Andrés López Obrador para solo citar tres, remiten a las semanas que siguieron a los atentados de Al Qaeda en New York cuando el 9/11. Pese a todo lo que se ha escrito respecto a cómo están estructuradas las redes que organizan acciones de tal envergadura, se ha vuelto a manifestar hasta que nivel hay en nuestras sociedades una complicidad activa que consigue mantener vivo el fuego que alimenta a quienes organizan, dirigen y mandan. Son organizaciones no gubernamentales que de facto actúan como estados, a manera de un edificio cuya primera piedra es invariablemente un centro tan centralizado como jerárquico. Por difícil que sea admitirlo Occidente esta ante una arquitectura de gran complejidad, descentralizada pero que sabe aglutinar grupúsculos que van a actuar en un momento dado a la manera de una hidra contra la cual es muy difícil actuar.
Todos estamos bajo la amenaza de la hostilidad fundamental del islamismo conquistador para con el Occidente cristiano, democrático y desarrollado. Los Caballos de Troya están desde hace mucho en el interior de las murallas que rodean nuestros países. Es obvio que el caso de Israel es muy complejo, totalmente singular por así decirlo. Dicho sea de paso, no se puede valorar si uno no ha recorrido el país como lo he hecho yo tres veces, la última durante la primavera del año 2017. Solo o con mi esposa, no en periplo organizado que no permite en general hurgar en circunstancias y en mentalidades más allá de fachadas y paisajes.
Símbolo de las incongruencias de la ecuación que se plantea es la consideración dada a Mahmoud Abbas. Hace menos de tres meses hablando ante el Consejo de Fatah en Ramala dijo sin pestañar que «dicen que Hitler odiaba a los judíos porque lo eran; es falso. Hitler los quiso eliminar por el papel que tenían en el interior de Alemania como usureros y ávidos capitalistas». Es decir que con un negacionista como este hombre, que viene repitiendo prácticamente eso mismo desde que estaba estudiando en la universidad, van a negociar como «mal menor» quienes con pocas opciones buscan salir del túnel en el que Hamás los ha sumido. Los militantes enceguecidos de nuestras izquierdas están caminando gustosos sobre la misma cuerda floja. Se impone combatirlos frontalmente con todos los medios que tengamos a nuestro alcance.
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