MY FREE EXPRESSION. Un anochecer

Written by Fernando Milanés

21 de noviembre de 2022

              

Estaba anocheciendo. A los 86 años, médico retirado, vivía con mi esposa unido por 60 años, visitados con frecuencia por hijos y nietos. 

Estaba en nuestro hogar en Varadero y como costumbre me mecía en mi sillón mirando el anochecer, acompañado por mi Black Label y hielo.   

El sol se retiraba para hacer espacio a la luna y con sus últimos rayos hacía a la blanquísima arena brillar y exaltaba los distintos azules del mar. La combinación del alcohol y la brisa marina me embelesaba y comencé a recordar:

Era pequeño, un padre negro llamado Secundino me llevaba al colegio y a jugar al club.  Mi “tata” Nina me cuidaba mientras montaba bicicleta con mis amiguitos.  En mi casa de la playa mi mamá me ponía discos de Caruso, oíamos a los Tres Villalobos, Tamakun, los juegos de Almendares y el boxeo en la radio. 

Recuerdo muchas fiestas, las Nochebuenas familiares, los viajes conociendo el país, las inevitables tragedias con sus naturales momentos tristes, los amores con todas las niñas bellas que conocía, y mi gran amor a la familia, mis abuelos, tíos, primos, mis visitas y las suyas, y así crecí.

Un buen día amanecí con la noticia que el orden establecido se interrumpía. Vino un golpe de estado y Batista asumió el poder. Mi tío, el político, tuvo reuniones, planeamientos de oposición, pero todo fue en balde. El orden de mi vida no sufrió cambios. 

Se hablaba mal del Gobierno, se leían en los periódicos argumentos en contra de Batista y alabando a sus oponentes, pero en general la vida seguía igual. Mis estudios se interrumpieron, pero no mis placeres. 

Mi adolescencia fue de fiestas, amoríos, estudios, carreras de caballos y una filosofía política de mi familia en contra del régimen, pero sin consecuencias. Visité y gocé de los mejores cabarets, clubs, fiestas, pero también deambulé por barrios más pobres y tomé y bailé con ellos. 

Nunca sufrí de robos, asaltos o insultos a mi persona, todo lo contrario, me recibían con respeto, reconocimiento y hasta en muchos casos protección. 

Aprendí de mi familia que era nuestro deber el ayudar a los más desafortunados, mis padres pagaban colegio a muchos que no podían valerse, y viví con hermanos de crianza, que, aunque de origen humilde, eran tratados como a mis hermanos y a mí. 

Todos nos alegramos con la llegada de los “barbudos”. Poco duró la alegría. Mi madre luchadora estudiantil en contra de la dictadura Machadista nos alertó. 

Muchos de mis amigos fueron presos, muchos fusilados gritando “Viva Cristo Rey”.  Mis padres decidieron que su moral y principios eran más importantes que sus propias vidas. Dejaron sus trabajos, retiros, posesiones, familiares, y recuerdos, para recibir y ofrecernos 

libertad.

De momento desperté en Miami. Aprecié que mis sueños fueron realidad y que mis realidades eran sueños. Ni la Cuba de mis sueños ni mis sueños de Cuba serían jamás.

Soy norteamericano, acá me enamoré para siempre, me casé, tuve hijos y nietos, trabajé, triunfé y me retiré.

Existe un país llamado Cuba, es tan mío como pudiera ser Venezuela, Brasil o México. Me preocupa como cualquier otro, pero no más. Opino del embargo, los viajes, las remesas, pero en realidad no me importa porque ya no es mi país, es distinto, no lo conozco ni me pertenece. 

Fue solo un sueño, y los sueños, sueños son.

La otra noche tuve un sueño y hoy desperté. 

¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción.  Y el mayor bien es pequeño que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

Soliloquio de Segismundo, Calderón de la Barca.

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